En su segunda película como director, Neill Blomkamp se mantiene fiel a sí mismo desarrollando un emocionante relato de ciencia-ficción que sirve, a la vez, como perfecta metáfora de la realidad social a la que nos ha llevado la recesión económica mundial.Aquellos que vayan al cine pensando que Elysium va a ser como una especie de puesta al día de District 9, en la que los extraterrestres se han intercambiado por humanos atrapados en su propio planeta, podrían tener algo de razón. Pero lo cierto es que Neill Blomkamp consigue anticiparse al espectador, construyendo un relato que, aunque circula por lugares comunes a su ópera prima, consigue superarlo para elaborar un relato globalizado que trasciende culturas y fronteras. La mayoría de las veces, tomar como elemento de partida un conflicto local contribuye a hacer que el relato llegue con más fuerza al público internacional. En sentido inverso, cuando se intenta tratar temas más universales con la intención de tener más alcance, se obtienen productos impecables, pero carentes de alma y personalidad. El principal logro de Elysium es que cualquier espectador se puede sentir identificado con sus personajes, independientemente de cual sea su cultura y si país de origen poruqe todos hemos estado, en mayor o menor medida, oprimidos en algún punto de nuestra historia.

La verosimilitud de los personajes y la contundencia del relato permiten que incluso aquellos que no sean aficionados al cine de ciencia-ficción puedan entender lo que Blomkamp, autor también del guión, trata de transmitir con su película. La eficacia del reparto —en el que además de Matt Damon y Jodie Foster, recupera a Sharito Copley —que fuera protagonista de District 9—, integrando actores latinoamericanos como Diego Luna, Alice Braga o Wagner Moura, está poderosamente apoyada en el fabuloso diseño de producción de Philip Ivey —también lo fuera de District 9—, que da más importancia a la funcionalidad que a la estética, pero sin sacrificar por ello las dos atmósferas tan opuestas y marcadas de los dos mundos que se muestran. De esta manera se enriquece considerablemente una película que mantiene también un encomiable equilibrio entre ese relato de acción y ciencia-ficción que promete y la crítica social y política que acaba siendo.Matt Damon en Elysium

Guiños y referencias

Si en el diseño de la plataforma espacial a la que denominan Elysium, salta a la vista el guiño a 2001: A Space Odyssey, menos evidentes son sus vínculos con Metropolis, aunque mucho más profundas. En un principio da la impresión que se pretende mostrar cómo entraron en decadencia aquellas fabulosas ciudades imaginadas por Fritz Lang para nuestro futuro pero, por otro lado, también refleja aquel mundo que en su película estaba dividido en dos grupos sociales en el que los trabajadores estaban condenados a vivir en ciudades subterráneas, mientras que los privilegiados disfrutaban de una forma de vida hedonista en la superficie. Los primeros son lo que residen aquí en esa superficie superpoblada del planeta, disfrutando los segundos de un entorno aislado, en perfecta armonía y en continua órbita alrededor de la tierra, como si de un nuevo satélite se tratara. Las alusiones a la película mudo de 1927 no quedan ahí, pero no quiero pecar de spoiler.

Un robot burócrata de Elysium

Me siento obligado, eso sí, a señalar también alguna conexión con aquellos mundos distópicos imaginados por Philip K. Dick. Alusión por inspiración, que no por plagio, exento aquí el protagonista de la esquizofrenia a la que abocaba a sus personajes el autor de novelas en las que se inspiraron títulos como Blade Runner, Total Recall, Minority Report o Scanner Darkly.

Spanish Revolution

En el apartado artístico sobresale la intensa banda sonora de Ryan Amon, en la que es su primera incursión en el cine. Su partitura oscila entre el tono industrial y agresivo que caracteriza las secuencias de acción, con un tono más lírico y hasta new age, en consonancia con la dualidad que propone ese mundo desolado en el que viven unos y la ansiada armonía que se respira en los otros. Una armonía artificial, claro está, como la falsa seguridad en la que vivía la sociedad en los tiempos previos al estallido de la recesión económica mundial, metáfora que se esconde detrás de este futuro distópico, tan apocalíptico y decadente para unos como beneficioso y saludable para otros. Un mundo que, dado el predominio del español por encima de otros idiomas, se me antoja alusivo al movimiento indignado español, más que a la primavera árabe, y en le que los enemigos del pueblo no son otros que la policía y la burocracia, el sistema político y la corrupción en al que sigue instalado en este futuro no tan lejano en le tiempo y tan cercano en el sentimiento.

Alice Braga en Elysium

Las evidencias son claras, desde la actitud de los policías, representados en la película por robots que no atienden a razones, hasta la capacidad de los políticos para traicionarse unos a otros en función de sus necesidades. Incluso ese entorno ideal que parece diseñado siguiendo el patrón de esas urbanizaciones ubicadas en campos de golf, parece aludir a la burbuja inmobiliaria, como también hacía recientemente otra película como Rango. ¿Acaso no has vivido (o sido testigo) de agresiones policiales como las que experimenta Max (Matt Damon)? ¿No te suena ese antipático lema de "tolerancia cero" —cuando o veo en algunos hospitales en referencia a los familiares de pacientes me pongo literalmente enfermo? ¿No está dibujado el personaje de John Carlyle (William Fichtner) en función de muchos grandes empresarios —en la línea de, por ejemplo, Sheldon Adelson— que no les importa en absoluto los daños colaterales de sus negocios con tal de seguir haciendo caja? ¿Acaso no representa el personaje interpretado por Jodie Foster un perfecto alter ego de Esperanza Aguirre —azote de la privatización a toda costa en la política española? Sí, algunos dirán que lo personalizo con figuras de mi entorno, pero convencido estoy de que cada cual podrá buscar los equivalentes al suyo. Al fin y al cabo, (casi) todos estamos gobernados, de una u otra manera, por el mercado económico, más que por los gobiernos que "hemos sido obligados a escoger".

Jodie Foster en Elysium

Activismo desencantado

Por último, destacar la coherencia en la resolución de la película, que no terminando mal, tampoco se ajusta exactamente a los finales convencionales made in Hollywood, reforzando la verosimilitud de su mensaje. Quizás un servidor hubiera preferido que la película fuera más activista. Que incitara con más fuerza a un despertar del ciudadano, al menos una vez establece que la metáfora se refiere a la crisis económica a la que nos ha llevado la corrupción política y la tiranía del vil metal. También es posible que la última parte de la película resulte algo condescendiente con esa verosimilitud que ha mantenido con bastante coherencia a lo largo del relato, pero el hecho de que el perfil de Max se aleje nuevamente del típico héroe del que habrían abusado en un blockbuster al uso, redime al director de cualquier concesión al espectáculo y la exhibición gratuita, que son contadas y perfectamente digeribles.

Conclusión

Neill Blomkamp repite su fórmula ofreciendo una película de acción y ciencia-ficción, tras la que no esconde otra cosa que una metáfora contra los gobiernos que nos han llevado a la recesión económica. Los que no vean la metáfora no se sentirán en absoluto defraudados, dado que consigue articular esta premisa a través de un relato sencillo, pero perfectamente coherente, emocionante y contundente. Y los que esperaban algo más que un relato distópico también podrán discutir y reflexionar con las premisas que plantea un título que acaba constituyéndose como una perfecta muestra de cine indignado.