Producida por Christopher Nolan y dirigida por Zack Snyder, Man of Steel no es la típica película de superhéroes que estabas esperando. Es mucho más que eso. El hombre de acero es una reinterpretación sorprendente y extraordinariamente acertada del relato de uno de los superhéroes más conocidos que nos ha dado el universo de DC Comics.Muchos siempre hemos defendido que cualquier remake es innecesario si no aporta nada con respecto a las anteriores versiones de una misma historia. Más todavía en un caso como el de Superman, creado originalmente en 1932 por Jerry Siegel y Joe Shuster, que verían cómo su personaje saltaba del universo del cómic a la radio, para ampliar su alcance a través de la televisión y las diferentes adaptaciones cinematográficas de las que ha sido objeto -por suerte para ellos ya no verían el desastre organizado por Bryan Singer dado que ambos fallecerían en los años noventa. Sin desmerecer en absoluto la aportación de Richard Donner en su versión de 1978, Man of Steel se coloca desde ya como una extraordinaria reinterpretación del personaje, tan original como fascinante. La mejor para un servidor. ¿Superior incluso a la que Chrisopher Nolan hiciera de Batman? Todavía es pronto para afirmarlo, pero si comparamos la película dirigida por Zack Snyder con Batman Begins, el inicio de la trilogía del hombre murciélago, lo siento mucho, pero gana el hombre de acero.
Cinco son los factores que me llevan defender esta afirmación sin ningún tipo de duda: la capacidad del director para navegar en distintos géneros, el estilo visual de la película, el tono de la narración, la reinterpretación de los personajes y el trasfondo de una película ¡¿indignada?! que se responsabiliza de los preceptos que defiende: dando a la educación la importancia que requiere, siempre a favor de la ecología, más cerca del pueblo que de un gobierno que no escucha o unas fuerzas militares que disparan antes de preguntar y totalmente en contra de la eugenesia y de la religión -a pesar de lo que muchos han proclamado. Y todo esto sin tener la sensación de que estás volviendo a ver lo mismo, que es el eterno problema del cine de superhéroes y su necesidad volver a explicar lo mismo a cada nuevo reboot, tal y como sucede en los de Hulk o Spiderman.
Es difícil establecer si la responsabilidad recae en David S. Goyer, guionista de la película, en Chrisopher Nolan, productor e impulsor del proyecto, que generó la idea original en colaboración con Goyer, o del propio Zack Snyder, quien, contra todo pronóstico, se aleja de cualquier cliché que le vincule con el cine de género, o más bien, consigue despojar a su película de una etiqueta que le asocie específicamente con un determinado género, atendiendo siempre las necesidades emocionales específicas en función del relato. Si bien el prólogo de la película, las secuencias referentes a Krypton, nos sumergen en un cine de fantasía -cercano a los universos creados por Edgar Rice Burroughs y Frank Herbert en algunas de sus aventuras distópicas-, una vez el hijo de Jor-El llega a la tierra nos zambullimos en un drama sobre la identidad personal, que se mezcla con un relato de ciencia ficción -con guiños a Alien, The thing o incluso The X-files- en el que la humanidad descubre que no está sola en el universo, y sólo en el último tercio de la película termina por convertirse en una película de acción en toda regla -sin perder de vista sus vínculos con 2001: a space odyssey, pocos pero claros.
Verosimilitud, credibilidad y profundidad psicológica en consonancia con ritmo y acción
Todo esto no impide que Man of Steel tenga un ritmo endiablado y vertiginoso manteniendo la coherencia de su premisa inicial y mantiéndonos atentos durante las más de dos horas que dura la proyección que, en ningún momento queda ensombrecida por estas referencias, sino enriquecido y anclado en una manera diferente de narrar una historia de superhéroes.
De entrada, el estilo visual de Man of Steel es rotundamente visceral. Desde el momento del nacimiento de Kal-El, que quizás llegue con más limpieza que el de los humanos -¿y con los pies por delante?-, pero con el mismo dolor, fuerza e intensidad. Un sencillo detalle que establece ese tono verosímil que se extiende a toda la película. Incluso en detalles tan aparentemente nimios como la manera en la que Clark Kent toma constancia de sus poderes, su adaptación a la atmósfera de la tierra o el importante detalle de que vuela -que se representa con precisión inusitada cada vez que rompe la barrera del sonido- o la precisión con la que se muestra el catastrófico desastre que se organiza coo consecuencia del enfrentamiento de Kal-El con Zod y sus secuaces.
Esta verosimilitud está reforzada por el continuo tono dramático por el que avanza en todo momento el relato, inducido por la fragmentación y esa alteración temporal que nos fuerza a seguir las mismas reflexiones que el personaje sobre su naturaleza y los motivos que inclinan su elección a favor de los humanos y en contra de los de su propia especie. Un factor que contribuye a dotar de credibilidad la historia de un extraterrestre al que sus padres han enviado a la tierra recae en elementos como la fabulosa fotografía naturalista de Amir Mokri o la prodigiosa banda sonora de Hans Zimmer, que, contra todo pronóstico, no se trata de una partitura exaltadora en la línea de aquella que compusiera John Williams para la película de 1978, sino de una música de un sorprendente cariz nostálgico, que si bien puede adaptarse a las secuencias de acción, se mantiene durante la mayor parte de la película dentro de unos parámetros más intimistas que épicos.
Para reforzar los conceptos de verosimilitud y credibilidad sólo nos faltaba la psicología de los personajes. Y permítanme decirles que han acertado de lleno al despojar de cualquier tipo de sentido heroico a Kal-El dado que, tal y como su madre biológica predice, vivir en la tierra con todos esos poderes no le convierte en una persona especial, y que, como su padre adoptivo le explica, serán sus actos los que le harán encontrar su lugar en el mundo. De esta manera consiguen un superhéroe humilde, entrañable, simpático y perfectamente merecedor de todas las cualidades que le atribuyen en la película. Si bien es cierto que la historia se desarrolla en los Estados Unidos, ese tono humanista y casi existencialista evite que identifiquemos la película como otra pieza de propaganda estadounidense, como fueran creados en un principio algunos de estos personajes de cómic, y que a veces se impregna en este tipo de cine. Si hablan de América y los Estados Unidos es más porque son ellos los que han hecho la película, que porque no pudiera haber sucedido en otro lugar, pero en todo momento queda clara la condición de extranjero-extraterrestre de Supermán (aquí con tilde porque aludo al personaje no a la película de 1978, y porque así aparece escrito en los subtítulos de la película en España, siguiendo los preceptos de la RAE con respecto a la manera de tildar extranjerismos que, de no hacerlo irían en cursiva o entrecomillados).
Un reparto a la altura de las expectativas
Qué duda cabe que la eficacia de este tono de vocación realista recae en el poderoso reparto de la película, comenzando inevitablemente por Henry Cavill, que tiene la suficiente presencia tanto para llevar el traje como para sujetar el peso dramático de la película, pero que quizás no hubiera conseguido el objetivo de no contar con una colección de secundarios extremadamente eficaces. Comenzando por Amy Adams, que nos da un versión de Lois Lane perfectamente ajustada a la realidad contemporánea, pero sobre todo por las aportaciones de Kevin Coster y Diane Lane como sus padres adoptivos y Russell Crowe y, en menor medida, Ayelet Zurer, como los biológicos. El contraste que se ofrece entre las dos parejas, sirve para explicar el dilema al que se enfrenta el protagonista, que debe escoger entre ser Clark Kent o Kal-El… al menos hasta que sepa encontrar un punto intermedio.
Otras presencias estimables son las de Laurence Fishburne o Christopher Meloni, que consiguen aportar en sus breves intervenciones la credibilidad y presencia que requieren sus personajes. Quizás quien me haya defraudado sea Michael Shannon, que ofrece ese perfil de villano más habitual de las películas de superhéroes, pero que quizás hubiera necesitado una aproximación menos exagerada y más cercana al tono de sus compañeros de reparto. Cierto es que la posición de su personaje es diferente pero, de cualquier manera, resulta menos convincente.
Una doble lectura que se puede malinterpretar
Por último está el trasfondo, lo que se esconde detrás de la historia, pero que, mal que a muchos les peses, también forma parte de lo que los artífices de la película querían contar. Si bien es fácil encontrar las claves que determinan el cariz ecológico de la película y la defensa que hace de la importancia de la educación, quizás plantea más confusión el hecho de que algunos signos hayan interpretado que el hombre de acero pueda ser un nuevo mesias. ¿Me están diciendo realmente que según esta lectura la estrella que guió a los reyes magos al pesebre podría haber sido un platillo volante como el que trae a Kal-El a la tierra y que aquel que colgaron en la cruz era un extraterrestre que se volvió después a su planeta? Como teoría me encanta, pero me da la impresión de que no. Que Man of Steel quiere decir, precisamente lo contrario.
No hay ningún elemento en los habitantes de Krypton que les lleve a considerar la existencia de una fuerza superior que haya sido responsable dl cataclismo de su planeta. Ellos solitos se han cargado su ecosistema y han llevado su planeta a la destrucción. Supongo que hasta aquí todos estamos de acuerdo. Que haya coincidencias con esa sangrienta historia de ficción que cuentan en la biblia sobre Jesucristo, como que Kal-El tiene 33 años cuando se ve forzado a dar la cara, o que solicite el asesoramiento de un cura, no indica otra cosa que el cariz primitivo de los humanos que necesitan de creencias y el "acto de fe" para explicar su propia existencia y afrontar la muerte de una manera menos dramática. El azar es lo que se ofrece como alternativa a la eugenesia, sin mentar en ningún momento la influencia de Dios en ninguno de los acontecimientos que tienen lugar en la película. Que algunos predicadores estadounidenses fomenten la película en sus sermones, tan sólo es el síntoma de su desesperación ante la falta de feligreses, de que no hayan visto realmente la película, o de que quizás estén tratando de llamar la atención de los más jóvenes...
Conclusión
Man of Steel consigue contar la historia del niño extraterrestre que vino de Krypton y se convirtió en Supermán de una manera totalmente nueva y diferente. Zack Snyder dirige una película más cercana al tono dramático del cine independiente que a un típico blockbuster. David S. Goyer demuestra que es mucho más válido que Damon Lindelof. Christopher Nolan consigue extender el virus de la reinterpretación de los superhéroes para acercarlos al mundo terrenal. Y todos los espectadores podemos disfrutar con una película que consigue tanto entretener a los que sólo quieren pasar un buen rato, como reflexionar a los que buscan algo más en el cine. Una obra, que no un producto, del que al menos un servidor, ya está deseando descubrir si en la siguiente entrega se atreven a ofrecernos una versión igual de alternativa de Lex Luthor.