No sé si resulta más duro enfrentarse a una nueva película dirigida por M. Night Shyamalan después del descalabro de The Last Airbender, que al carísimo vídeo casero que Will Smith ha diseñado para el lucimiento de su retoño, Jaden Smith. En cualquiera de los dos casos, el resultado es, lamentablemente, el mismo porque After Earth es una película que falla en todos sus propósitos.
Tengo una teoría. ¿Es posible que los responsables de Paramount Pictures hayan reservado los títulos de crédito para el final de After Earth con el propósito de que el cine no estalle en carcajadas ante la idea de que van a ver una película cuya idea original parte de Will Smith? No me entiendan mal. Prefiero la comicidad irresponsable de Independence Day a la moralidad retrógrada de I am legend; así como las reflexiones que se desprenden de I, Robot a la inmediatez más irresponsable de Hancock; y siempre tendré debilidad por Men in black, aunque haya ido perdiendo la fuerza por el camino. Pero aunque la mayor parte de su trayectoria esté formada por películas muy entretenidas, ese pretendido intento de dotar de seriedad a una filmografía a la que la frivolidad le va como anillo al dedo, ha mermado, desde mi punto de vista, gran parte de su encanto.
Jugando a ser un dios creador
Quizás le haya pasado lo que a muchos mortales, que con la llegada de sus retoños, le ha invadido ese sentido de la responsabilidad que le ha llevado a derivar sus propuestas cinematográficas, siempre entretenidas, hacia un tipo de cine cada vez más "responsable" y por extensión retrógrado. De hecho, en el caso de After Earth, no sólo la idea de la película parte de él, sino que desde el principio estaba explícito que la protagonizaría junto a su hijo, Jaden, en la que sería su segunda colaboración profesional, después de The pursuit of happyness -¿es posible que sea la única manera que tienen de pasar tiempo juntos?.
Pero, claro, cuando uno se mete en camisas de once varas corre el riesgo de que se le vea el plumero, por mucho que Gary Whitta -The book of Eli- se encargara de desarrollar un guión que también pasó por las manos de Stephen Daghan o Mark Boal -The hurt locker, Zero dark thirty-, además de las pocas ideas que pudo aportar el propio Shyamalan, la propuesta se quedó en un esqueleto a partir del que se desarrolla la acción, pero sin ningún tipo de dimensión, ya sea filosófica o meramente dramática, como suelen acompañar este tipo de películas de ciencia-ficción. Cierto es que Will Smith ya había coqueteado con la escritura de guión, pero me atrevo a asegurar que sin hoja de papel de por medio, tan sólo soltando sus ideas a quien quisiera plasmarlas. Y dado el éxito comercial de producto que toca, estaba claro que cualquiera compraría esta idea de una padre y un hijo que tienen un accidente cuando van de acampada, teniendo el hijo que buscarse la vida a través de la selva para encontrar ayuda para su padre. Aunque hasta ahora tampoco yo haya explicado mucho de los motivos por los que no he disfrutado nada con After earth.
Padre dentro y fuera de la pantalla
El problema de After earth es que, ya desde un principio, el propio Will Smith se encarga de todo. Tanto de diseñar los productos que van (¿iban?) a ser lanzados junto con la película, incluyendo libros, novelas gráficas y videojuegos, y hasta la posibilidad de sacar secuelas y spin-offs -que espero nunca vean la luz. Sus pretensiones eran de tal magnitud que pudiendo escoger apelativos como guía o manual, escogió denominar 'biblia' al libro que recogería los motivos que llevaron a la humanidad a abandonar la tierra. Y todo para terminar haciendo una película ni medianamente entretenida, cuya premisa pareciera más propia de un episodio de The fresh prince of Bel-Air, pero como si de un training para su hijo se tratara -el momento en que el padre le explica al hijo donde tiene que ir para restablecer la señal que les pondrá a salvo parece más digna de un telefilme de sobremesa que de un videojuego para preadolescentes.
Si en I am legend Will Smith deja clara su fascinación por Shrek, parece claro que lo mismo le sucede con The lion king, dado que, en esencia, After earth no es más que una versión futurista y ligeramente alterada de las aventuras de Simba, salvo que aquí su padre es lo suficientemente irresponsable como para desatender los consejos de los propios profesores de su hijo y llevárselo de paseo por el universo, pasando lo que pasa -raro que no le pusiera a pilotar la nave. La intención de armar un aparato visual que llame la atención más por su tirón visual que por el emocional me parece evidentes desde el momento en que la película comienza con un flashforward que apenas tiene sentido dramático, dado que ni hay un antes ni un después determinante tras ese momento cuando lo vemos insertado en su línea temporal.
No hay sitio para Shyamalan después de Will Smith
Si pensar en una película con dos Smith juntos ya era suficiente complicado para algunos, unirles a un cineasta tan controvertido como Shyamalan -cuyos seguidores de sus pelíulcas pares nunca se ponen de acuerdo con los de sus películas impares- termina por complicar una ecuación que no tiene solución. Está claro que la responsabilidad del descalabro es entera del actor afroamericano, porque además de ser suya la idea original e imponer a su hijo como antagonista y a su esposa como una de las productoras de la película, él mismo se encargaba de buscar al director de su película, para que se limite a hacer la planificación y sacar adelante el rodaje. Pocas, o casi ninguna, seña de identidad de Shyamalan podemos encontrar en After earth, salvo la variedad étnica del reparto y que la banda sonora de la vuelve a tener la falta de personalidad que acusan todas las que James Newton Howard ha compuesto para casi todas sus películas.
Fabulosa es la fotografía de Peter Suschitzky, como no podría ser de otra manera si tenemos en cuenta que estamos hablando del director de fotografía habitual de David Cronenberg y que también lo fuera de películas como The Rocky horror picture show y The empire strikes back. También el diseño de producción de Steven Rosenblum, responsable de títulos como Dracula, Braveheart o Apocalypto, está muy conseguido. Lástima que pequeños detalles de ambientación arrojen toda la credibilidad de la dirección artística por los suelos, como esas máscaras de oxigeno que parecen (son) de juguete, ese vestuario que a veces parece un pijama, que el único arma de que disponen sea tan parecida a la doble espada láser de Darth Maul -salvo que sin láser-, o esa patética imagen de Jaden Smith buscando la señal que les salve la vida como si fuera un alpinista que se ha quedado atrapado en una montaña cualquiera y estuviera buscando cobertura para su móvil. En esencia es lo mismo, pero dado que tienen esa tecnología de la hostia, el resultado visual resulta bastante patético.
Tampoco pudo hacer mucho M. Night Shyamalan con respecto la dirección de actores, puesto que si bien no iba a conseguir de Will Smith los mismos resultados que obtuviera de Bruce Willis, Samuel L. Jackson o incluso Mel Gibson y Mark Wahlberg, tampoco debe haber tenido muchas oportunidades con Jaden Smith, que se nota se limita a poner las (malas) caras que su queridísimo papá le ha indicado, de la misma manera que en la película sigue sus instrucciones todo el tiempo. Y ¿qué me dicen de ese rollo militar que contamina en todo momento la relación padre e hijo?. Lástima que papá no le prestara atención a su vocalización, más cercana a la de un pandillero que a la del hijo de un militar educado. Poco más puedo decir del resto del reparto, prácticamente inexistente dado que en esta tierra no había sitio para nadie que no fuera de la familia.
Conclusión
After Earth es el lamentable ejemplo de lo que un padre es capaz de hacer con tal de que su hijo se convierta en una copia calcada de sí mismo. Ni mejor ni peor, sino exactamente igual, aunque sin la evidente capacidad de su padre para comunicar emociones. Un héroe para las nuevas generaciones, que no para las que le han visto crecer a él. Una operación de promoción que fracasa tanto como película de entretenimiento, como en el intento de crear un universo distópico en el que los humanos se han visto obligados a abandonar la tierra, igual que muchos querrían haber abandonado la sala sin salir defraudados al no haber encontrado otra de esas películas místico-mágicas con las que M. Night Shyamalan ha trazado el grueso de su trayectoria profesional. Aunque, claro, quizás podríamos entender esto último como el único aspecto positivo de la película.