Si bien desde siempre el ser humano ha aplicado la selección artificial de las semillas en los cultivos (usando las semillas de plantas robustas), en los últimos años hemos asistido a una transformación del sector de la agricultura mediante la modificación genética de plantas como la soja, el maíz, el algodón o la cebada para obtener plantas mucho más resistentes y que ofrezcan mejores cosechas. Además de la tradicional selección artificial y la complejidad de un laboratorio genético, la exploración espacial también ha sido testigo de experimentos relacionados con la agricultura para desarrollar modificaciones en semillas con las que mejorar los resultados de las cosechas en la Tierra. Si bien Estados Unidos y Rusia realizaron experimentos de esta índole (por ejemplo en la MIR), China también habría estado trabajando en este sentido durante los últimos 25 años, desarrollando 120 nuevas variedades de semillas de frutas y verduras mediante la modificación de semillas convencionales en el espacio.
Esta historia que parece sacada de una historia de ciencia-ficción ha sido publicada por China Daily que, a su vez, cita como fuente a un medio del país en el que se habría publicado que, durante los últimos 25 años, China habría estado trabajando en la mejora de las semillas de múltiples plantas mediante su modificación en el espacio. Con esta idea, China habría enviado al espacio, alojadas en satélites que posteriormente fueron recuperados, semillas de unas 400 variedades de plantas, arrancando el proyecto en 1987 con el envío de semillas de maíz.
¿Y para qué enviar semillas al espacio? El objetivo era averiguar cómo podían influir las condiciones del espacio en las semillas, provocar modificaciones en éstas y mejorar el rendimiento de las cosechas puesto que tanto la ingravidez como la radiación cósmica pueden ejercer cambios y modificaciones en la estructura genética de las semillas, provocando mutaciones en éstas. Según parece, aproximadamente el 12% de las semillas enviadas al espacio sufrieron algún tipo de modificación, una tasa que está muy por encima de las modificaciones que se han conseguido realizar investigaciones realizadas en la Tierra.
Estas semillas modificadas no se pueden usar directamente y requieren un proceso de selección artificial y varias cosechas pero, tras este período de guardia, pueden ser utilizadas con fines comerciales en un plazo de apenas 4 años; es decir, que dada la antigüedad que tiene este programa de experimentación chino, algunas variedades de frutas y verduras que se comercializan en los mercados de China que tienen su origen en semillas modificadas en el espacio y, precisamente, ahí radica la polémica porque este tipo de productos no llevan ningún tipo de identificador que sirva para reconocer que proceden de semillas modificadas en un laboratorio o mutadas en el espacio.
Para uno de los países más poblados del mundo depender, como es su caso, de la compra de semillas (más de la mitad) de terceros países es una posición complicada de la que intentan desmarcarse poco a poco, aunque sea mirando al espacio para conseguirlo. De hecho, según la agencia espacial china, para el año 2020 esperan poder desarrollar su propia estación espacial y quizás ahí el país pueda aumentar esta peculiar producción de semillas mejoradas.