La serie de Alan Ball se despide hasta el año que viene con unos buenos datos de audiencia, la season finale, Save Yourself reunió a cinco millones de espectadores, el mejor dato de este año aunque está un poco por debajo de las cifras que cerraron la cuarta temporada. Para aquellos que aún no lo sepan Alan Ball se despide de True Blood, parece que el showrunner se ha cansado de las historias de vampiros y se va con sentimientos encontrados hacia su esperpéntica criatura. Ball deja la serie en manos de Mark Hudis para poder explorar nuevos horizontes creativos, eso si, seguirá participando como consultor y productor ejecutivo.
Centrémonos en la temporada que acabamos de despedir, doce capítulos que, para bien o para mal, no dejan a nadie indiferente y es que True Blood es una serie de extremos, o la amas o la odias. No hay términos medios en Bon Temps.
No seré yo quien rompa una lanza en favor de True Blood, entiendo que haya mucha gente que no disfrute con las aventuras de Sookie Stackhouse y el mundo plagado de vampiros, cambiaformas, hombres-lobo, hadas, etcétera, en el que vive. No obstante, yo si disfruto, cada verano me sumerjo en Bon Temps para deleitarme con esta gamberrada llena de acción, sexo y sangre; y aderezada con muchos WTF y los one-liners de Pam.
Entiendo que para ver la serie hay que hacer un enorme esfuerzo de aceptación, hay que aceptar la premisa de que los vampiros y todo tipo de seres sobrenaturales existen; hay que aceptar que Sookie es un ser irresistible aunque muchos no lo entiendan; hay que dejarse llevar por el desmadre sexual provocado por una ménade; hay que aceptar el terrible castellano de Lafayette y Jesus; hay que creer en el incombustible atractivo de Alcide... creo que la idea ha quedado clara. Si no somos capaces de escapar de la lógica no podremos entrar en True Blood y entenderla por lo que es: una frivolidad exquisita que rezuma sexualidad y modernismo en el contexto clasista, tradicionalista y segregacionista del sur de los Estados Unidos.
A partir de aquí spoilers.
La quinta temporada ha tenido, como de costumbre, varias líneas argumentales diferentes que, con el tiempo, tienden a converger en un clímax final. El aspecto negativo de esto es que hay personajes con historias interesantes y otros que se arrastran y regodean con tramas absurdas que ralentizan los capítulos, y por ende, la temporada completa. Ejemplos:
Sam haciendo de rastreador de la policía para encontrar a los tiradores que abatieron a Luna poco interesa. Este personaje lleva cinco temporadas pasando sin pena ni gloria, sus tramas nunca aportan nada pero reconozcamos que han sabido sacarle la vis cómica a su condición de cambiaformas.
Terry Bellefleur y su viaje en busca del espíritu que le persigue. Esta historia realmente no aportó nada a la temporada pero nos permitió disfrutar de esa grandísima secundaria que es Arlene, la camarera del Merlotte's.
Y la pequeña historia del sheriff Andy, su novia y el hada que preñó.
Alcide y su lucha por hacerse con el control de la manada.
El demonio de Lafayette, menos mal que luego derivaron esa historia y trajeron de vuelta a nuestro Lala, más grande, más bitch y más divertido que nunca.
Las dos grandes líneas argumentales fueron la búsqueda de los Stackhouse del vampiro que mató a sus padres, una trama que queda abierta de cara a la sexta temporada y que termina relacionada con la gran historia de este año, La Autoridad Vampiríca y Lilith.
Toda la historia religiosa en torno a Lilith, los sanguinistas y las maquinaciones de Bill y Salomé se hizo un tanto cansina pero contó con varios puntos a su favor como la presencia de Christopher Meloni interpretando a Roman, el jefe de la Autoridad; o el poder ver a Tina Majorino como vampiresa ultramoderna con iEstacas; reencontrarnos con Steve Newlin convertido en vampiro y asignado como relaciones públicas de la Autoridad y volver a ver a Russell Edgington en acción. Eso si me pareció fatal la forma en la que se deshicieron de Russell, a ver que es un vampiro de tres mil años de edad, y uno de los personajes más carismáticos de la serie. Lástima quedarnos sin él y sin toda la Autoridad porque no sobrevivió ninguno.
El final nos deja con Bill convertido en Lilith, la cruel y vengativa diosa vampírica. ¿Hay esperanzas para este personaje? ¿Conseguirá Eric – el héroe de la quinta temporada – proteger a Sookie? ¿Quién será Warlow? ¿Acabará Jason matando a alguno de sus amigos vampiros? El vídeo es un pequeño adelanto.
Dame Pam y dime tonto
Tara: Pensé que estabas enfadada. Pam: No me conoces tan bien. Mi cara enfadada y mi cara feliz son la misma.
Uno de los giros argumentales más interesantes de este año fue la conversión de Tara en vampiresa gracias a la divina intervención de la divina Pam. Una relación de odio que se transformó a base de palos, regalos inesperados, sacrificios personales y asesinatos en amor. Tara, personaje que había perdido interés y que deambulaba por la serie sin mucho que hacer, ha encontrado su razón de ser.
Este año hemos visto – por fin - como se conocieron Pam y Eric, un viaje al pasado en el que también participaron Bill y su creadora, Lorena. Ya entonces Pam era una mujer con las ideas muy claras, tanto es así que coacciona a Eric con su propia vida para que la transforme. Una unión para toda la eternidad aunque él la haya liberado recientemente y es que están atados por un lazo que no se puede romper, la familia. Y hablando de familia, Eric puede estar satisfecho porque además de reencontrarse con su hermana Nora y de volver a ver al fantasma de Godric, resulta que ahora es algo así como el abuelo de Tara ¿no?.
Momentos para el recuerdo
Si por algo podría destacar la serie, además de por el sexo, es por el buen uso que hacen de los cliffhangers. Cada capítulo, y cada temporada, se cierra con uno provocando en el espectador una ansiedad que solo puede ser paliada con otra ración de True Blood. También son especialistas en crear escenas y momentos delirantes, de esos que se quedan en la memoria pasados los años. Este año hemos tenido varios:
La reacción de Sookie al descubrir que Russell sigue vivo
El parto de Maurella, el hada, seguido de cerca por tres vivarachos y sorprendidos espectadores.
La escena de sexo animal entre Alcide y su novia, una mujer-lobo.
La Autoridad, Bill y Eric, en Nueva Orleans colocados por la sangre de Lilith.
La triste despedida de Hoyt, quien sin poder superar la ruptura con Jessica y la traición de Jason, le pide a la vampiresa que le borre los recuerdos de ambos para que así pueda irse de Bon Temps sin acritud. Una triste pero necesaria despedida.
Admitámoslo, en True Blood puede pasar de todo que las hadas tengan un burdel a lo Moulin Rouge; que los asesinos de cambiaformas sean liderados por una mujer llena de ira abandonada por su marido, que un hada se ponga de parto en el Merlotte's, que Jason vea y hable con sus padres muertos, que Sam mate a una vampiresa desde dentro... no hay un minuto de descanso. Por eso vale la pena dejarse llevar y disfrutar de las aventuras de la dulce, irritante y luminosa Sookie Stackhouse.