Kleenex, Cremallera, Gelatina, Nintendo, Aspirina, Google. ¿Os suenan estos términos? Pues si no lo sabías, la mayoría de ellos son marcas que debido a su popularidad, se usan para designar productos similares de diferentes marcas. Incluso algunas de ellas han perdido su estatus de marca registrada para pasar a ser de dominio público, provocando grandes pérdidas a sus creadores. Inspirados por Mae Anderson, desde AppleWeblog lanzamos una pequeña reflexión: ¿Puede pasarle esto a Apple con alguno de sus productos?

Generalización de las marcas

¿Quién no ha utilizado Kleenex para referirse a un pañuelo de papel? ¿O Nintendo para una consola? Pues en todos esos términos lingüísticos, estábamos utilizando marcas registradas. Ya sea por inconsciente o por los miles de millones de dólares que se gastan algunas empresas en publicitar sus productos, hay algunas marcas que se quedan en nuestro uso del lenguaje cotidiano. Cuando una marca es tan común que se incluye en varios diccionarios puede abrirse un pleito legal para eliminar los derechos de explotación únicos sobre la misma. Es decir: no hay pagar a su creador por la utilización de la marca en cualquier contexto, aunque sea buscando un lucro.

A lo largo de la historia se han producido muchos de estos casos. En 1920, la empresa Bayer perdió las marcas “aspirina” y “heroína” debido a su excesivo éxito. Algo parecido le pasó a BF Goodrich, que años más tarde no pudo exigir una compensación monetaria por la utilización de la marca “cremallera”. Hay cientos de casos similares, entre ellos algunos muy curiosos como “escalera mecánica”, “termo” e incluso juguetes como “yo-yo”.

¿Misterios de la lingüística? Nada más lejos de la realidad. La generalización de estas marcas se debe a que sus características las hacen prácticamente similares al resto de sus competidores pero se ha invertido mucho más en publicidad hasta llegar a convertirse en las más vendidas de su sector. Otras teorías apuntan a que si una marca es la creadora de ese producto o crea una necesidad inexistente hasta el momento en los usuarios, generará tal impacto en la mente del consumidor que no se olvidará.

iPod y iPad ¿Está Apple en peligro?

En 2001, Steve Jobs presentó el primer iPod. Revolucionó el mundo de la música y por tanto, el de los propios usuarios. Hoy en día millones de personas en el mundo utilizan un iPod y otros muchos más tienen un reproductor MP3. ¿Es iPod una marca de uso lingüístico común? En 2010, otra vez el propio Steve Jobs revolucionó el mundo presentando el primer modelo de iPad. Era una herramienta que llevaba utilizándose años en el mundo industrial, pero solo Apple supo enfocarla al usuario de a pie. Nadie ha conseguido hasta ahora igualar sus características y diseño. ¿Es iPad una marca que se ha generalizado?

La respuesta es rotunda: no. Por mucho que Apple consiga hacerse con una cuota de mercado del 73% de los tabletas digitales mundiales y el iPod siga siendo el reproductor de música digital más vendido del mundo, hay muchos factores provocados e involuntarios, que eliminan la posibilidad de generalizar estos términos. Es cierto que su uso está muy extendido, pero no tanto como para que Samsung o Amazon empiecen un pleito judicial para eliminar los derechos de autor en las marcas como “iPod” o “iPad”.

Apple cuenta con los suficientes “genios” del marketing como para saber donde se encuentra la delgada línea entre un término genérico y una marca registrada. Es más, muchos expertos aseguran que se aprovecha del uso generalizado de sus marcas para trasmitir los valores de sus productos de forma más intuitiva. Cuando una persona va a comprar un teléfono móvil, suele decir “dame un iPhone”. ¿A qué se refiere esta persona? Quiere calidad, diseño, sofisticación, un sistema operativo intuitivo y robusto. No sabe si saldrá de la tienda con un Samsung Galaxy, un Nokia Lumia o un iPhone, depende de la pericia del comercial que lo venda pero está claro que Apple ha conseguido ubicar sus marcas como sinónimo de calidad.

De todas formas, este fenómeno no es raro en el mundo de la tecnología. Actualmente hay un caso que Jessica Litman, de la universidad de Michigan, expone de forma asombrosa. Inconscientemente, las palabras “buscador de internet” han desaparecido de nuestro vocabulario. Utilizando la economía del lenguaje, en vez de utilizar 3 palabras diferentes para expresar un término, preferimos utilizar una marca que ha conseguido posicionarse como el mayor exponente de buscador de internet en el mundo: Google. ¿Será la próxima victima del lenguaje?

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