Hace 10 años, una fotógrafa que recién comenzaba a sacar fotos a sus 30 años se encontró con un grupo de niños realizando acrobacias sobre unos colchones sacados de la basura. La mejor de sus imágenes muestra a un niño casi levitando en primer plano, mientras otro ríe con un puño frente a su rosto a un costado de la escena. Ambos se encuentran enmarcados por el rojo vivo de una pared de ladrillos. Se trata de una escena callejera del sur de Filadelfia, un área económicamente deprimida y violenta, pero con momentos de absoluta felicidad como este.

Aquella fotógrafa comenzaría un proyecto llamado Under I-95 en el que anualmente expone fotografías bajo los pilares que soportan la autopista del mismo nombre. La idea es acercar el arte a aquellos que no tienen acceso a este. Las fotografías muestran lugares comunes y muchas veces pasados por alto, pero redescubiertos por la clara mirada de la fotógrafa. Reproducciones a 5 dolares podían conseguirse en este museo a cielo abierto.

Diez años después, la fotógrafa Zoe Strauss es considerada una de las grandes figuras de la fotografía norteamericana, con exposiciones en los más importantes museos, y una retrospectiva en el Philadelphia Museum of Art con la ahora ya célebre imagen recibiendo a los visitantes.

Pero hay un lado amargo en la historia. El niño de la fotografía de Strauss apodado Boo, aquel que ve la acción desde un segundo plano con una inocente sonrisa escapándosele del rostro, murió el 17 de junio de 2007. Seis años después de que su sonrisa se convirtiera en una obra de arte.

Boo murió asesinado a tres cuadras de donde aquel verano se divertían con su primo haciendo acrobacias sobre unos colchones viejos. La primera bala atravesó su estómago, la segunda su rodilla. Fue uno más de los casi 400 asesinatos que Filadelfia sufrió aquel año. Sólo tenía 19 años.

Strauss no supo de esta historia hasta hace muy poco tiempo. Casi al mismo tiempo la familia de Boo descubría esta fotografía gracias a un amiga de la familia. La bibliotecaria de una pequeña biblioteca y que había crecido en el mismo barrio donde la fotografía fue tomada reconoció a Boo en un libro de arte para niños donde. La madre de Boo encontró por sorpresa en esta imagen a su hijo que para siempre juega una tarde de verano con una sonrisa en el rostro.