Toda censura, sin importar quién ni el lugar desde el cual se ejerza, siempre será negativa, porque cercenar el derecho a la libertad de expresión suele funcionar como punto de partida para limitar otros derechos fundamentales que tenemos como ciudadanos. Sin perjuicio de esto, la decisión de Twitter de bloquear selectivamente los contenidos que se consideren ilegales en determinados países, se ha convertido en un triste baño de realidad sobre lo que ocurre hoy tanto en la red como fuera de ella.

En lo que respecta a fomentar la posibilidad de publicar libremente sin siquiera revelar una identidad real, la red de microblogging siempre ha sido bastante inteligente, y esta no es la excepción. Basta con recordar cuando se comprometió a otorgar determinado plazo a usuarios que fueran objeto de peticiones judiciales, para que tuvieran la posibilidad de preparar su defensa y hasta reclamar la revocación de la medida, antes de que la misma se llegara a hacer efectiva.

En esta ocasión, Twitter simplemente ha dejado bien en claro algo que siempre sucedió, tanto en dicho sitio como en otros igual de populares: muchos gobernantes, preocupados por el poder de la herramienta, han solicitado la retirada de tweets e incluso la eliminación de cuentas, a veces para ocultar realidades que no se hubieran conocido de otra forma. Esto puede verse, por ejemplo, en las más de cuatro mil peticiones de DMCA que recibió durante el último año y ahora publicó como parte de esta nueva iniciativa.

Hacer esto mucho más transparente, en épocas de SOPA, PIPA, ACTA y otras decisiones de la Justicia que ni siquiera necesitan de una sigla, nos muestra que Internet ha cambiado radicalmente a comparación de las épocas donde era casi imposible navegar por la escasa velocidad y debíamos escuchar una serie de sonidos durante varios segundos para poder conectarnos: hoy puede tener un papel importante incluso en la caída de gobiernos, como fue en el caso de Hosni Mubarak en Egipto, y eso molesta.

Por eso, este cambio, aún con el trasfondo de permitir la llegada de la compañía a nuevos mercados donde la libertad de expresión es limitada o nula, también hará las veces de alerta: en lugar de ver simplemente un mensaje de error explicando que la publicación no existe, sabremos claramente quién y por qué pidió eliminar un contenido. De esta manera, tendremos más información para exigir al Estado que respete nuestros derechos. Ya sea por medio de campañas tuiteras, como donde realmente corresponde pedirlo: en la vida real.

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