Fox le ha puesto un ultimátum a The Simpsons, una de las series más queridas (y la más longeva) en todo el mundo. La productora quiere imponer una reducción salarial de 45% a los actores de voz que dan vida a los personajes, aplicable después de la temporada actual. Por supuesto, los histriones se han negado a este recorte, con lo que las negociaciones se han llevado hasta el punto de no retorno. La fecha límite para aceptar el trato es el mediodía de este viernes, día en el que se conocerá el futuro de la serie.
Los recortes aplicarían a los seis principales actores de voz que dan vida a los personajes de la serie. Actualmente, cada uno de ellos se embolsa 440 mil dólares por episodio. Fox considera que este modelo no es rentable, por lo que propone una reducción a 250 mil dólares. Los actores están dispuestos a ganar 300 mil, pero ni un centavo menos. Pero el conflicto va un poco más allá, ya que de darse la renovación, Fox únicamente produciría una temporada más del show. Por tanto, Homer y compañía también pretenden que la cadena les garantice dos años más (con opción hasta cuatro); o en caso de que el programa sea cancelado, se les siga pagado hasta cumplir con ese contrato.
Este tipo de negociaciones son el pan de cada día en los platós de cine y televisión. No obstante, la noticia ha sorprendido porque se trata de una serie otrora intocable, un auténtico baluarte de las series animadas. The Simpsons es, más que un show de TV, un referente cultural a nivel internacional, un fenómeno de masas. Sin embargo, es válido preguntarse si la continuidad del programa sigue tan indispensable como antes, o por el contrario, si la serie ya saltó el tiburón --expresión del argot televisivo, empleado para señalar que la trama de un show ya ha perdido coherencia--.
Durante los años noventa, The Simpsons se convirtió en un ícono que reflejaba la vida del trabajador estadounidense promedio; y con ella, terminó por representar a buena parte de la cultura occidental. Durante un buen tiempo, la serie se distinguió por su capacidad para ejercer una crítica ácida, inteligente y mordaz. El sarcasmo, la parodia y la ironía no sólo dejaban entrever un cuestionamiento ideológico hacia temas como el consumismo, la religión o la corrupción; sino también, lograba conectar con el espectador en un nivel sentimental, con auténticas lecciones sobre la paternidad, la lealtad o la fidelidad.
Con la llegada del nuevo milenio, The Simpsons comenzó a desinflarse. Pionero de ese género humorístico, el show terminó por parodiarse a sí mismo, recurriendo cada vez más al humor físico y a la broma fácil. La sutileza que le caracterizaba quedó atrás, conviertiéndose en un desfile de celebridades, fenómenos pop del momento y chistes gastados. En lugar de proponer, la serie se dedicó a reaccionar. De este modo, terminó siendo superada por propuestas como Futurama, por mencionar un ejemplo. El resultado: The Simpsons ya no es irremplazable de la barra programática.
El pleito laboral obliga no sólo a los estudios a replantear el momento que vive The Simpsons, sino también a la audiencia. Porque, a fuerza de ser sinceros, ¿habremos perdido demasiado si la serie es cancelada? Yo tengo muchísimos episodios en un pedestal, pero francamente, creo que ninguno de ellos se emitió después de la temporada 15 ó 16. Tal vez sea buen momento de darle una despedida digna, de apagar las luces e irse con la cabeza en alto. Porque, admitámoslo, ¿cuántas veces más estamos dispuestos a ver el gag del sillón en nuestra TV?