Los rincones de nuestro planeta, aún los más escondidos e inimaginables, tienen mucho por mostrarnos. La vida encuentra terreno fértil en recovecos insospechados, ahí donde la existencia misma es puesta a prueba por la temperatura, la presión o la falta de oxígeno. Estos organismos que resisten ante toda adversidad, los extremófilos, son capaces de habitar ambientes inhóspitos. Tal es el caso del Halicephalobus mephisto, un gusano recientemente descubierto en las profundidades de una mina en Sudáfrica.

Este hallazgo resulta significativo porque se trata de un organismo multicelular, un tipo de vida bastante difícil de encontrar en condiciones tan extremas. Todo comenzó en 2008, cuando un grupo de investigadores halló una especie de bacteria en esa mina, a tres kilómetros de profundidad. Después de examinar, notaron que estos microorganismos creaban comunidades en las grietas de las rocas; esta observación los llevó a pensar que debía existir algún organismo superior que se alimentara de estas bacterias.

En efecto, su búsqueda los llevó al descubrimiento del Halicephalobus mephisto, bautizado de esta forma para hacer referencia a las condiciones infernales en las que sobrevive. No fue fácil de encontrar: los investigadores abrieron hoyos en la mina y empezaron a filtrar miles de litros de agua para analizarla. Al final, encontraron ADN de una especie completamente nueva de nemátodo. Para corroborar que se trataba, en efecto, de un organismo endémico de la mina, sometieron el agua de la muestra a un examen de carbono-14. El resultado arrojó cantidades mínimas de este isótopo, lo que implica que los animales no habían tenido contacto con el aire en cientos de años.

Además del asombro que nos produce este descubrimiento, también abre las puertas para futuras investigaciones en terrenos inhóspitos similares, pues estas comunidades de bacterias extremófilas podrían significar la presencia de otros organismos más complejos. En el caso de este gusano, se ha adaptado perfectamente a las condiciones severas de su ambiente, demostrándonos una vez más que la vida puede proliferar aún en las entrañas de la Tierra.