Las cámaras Leica son sin lugar a dudas una de las mejores cámaras fotográficas, elegida por los mejores fotógrafos profesionales. Es una cámara difícil y exigente pero en su sencillez obliga al trabajo duro y los resultados espléndidos.

Pero fuera de la historia de la compañía Leica y sus máquinas y objetivos, también jugó un rol poco conocido durante la segunda guerra mundial.

La compañía de ópticas de Ernst Leitz en Wetzlar en Alemania tenía un tradición de dar trato justo a sus trabajadores: pensión, seguro médico, etc. muchos de los cuales eran judíos. Cuando Adolf Hitler fue nombrado canciller de Alemania en 1933, el hijo del fundador de la compañía Leica empezó a recibir llamadas de asociados judíos pidiéndole ayuda para salir de Alemania. La familia Leitz era cristiana e inmune a la ley de Nurenmberg pero no se quedó con los brazos cruzados.

Para ayudar a sus colegas y empleados establecieron lo que llegó a conocerse como “The Leica Freedom Train”. Vendedores, socios y empleados de Leica así como sus familias e incluso amigos de estos fueron “asignados” a oficinas de venta en Francia, Gran Bretaña, Hong Kong y los Estados Unidos.

Los refugiados desembarcaban en sus nuevos destinos y recibían un estipendio hasta que pudieran conseguir un nuevo trabajo, muchos de ellos terminaron como técnicos, vendedores y escritores para el mercado de la fotografía. El Tren, funcionó hasta la invasión a Polonia en 1939 cuando Alemania cerró sus fronteras.

A pesar de estas actividades Leitz fue reconocida como una marca importante para el Reich. La compañía produjo telémetros militares y otros sistemas ópticos para el ejército alemán (como la cámara en la cabezera del artículo), y se convirtió en una importante empresa que traía divisas internacionales para Alemania. A pesar de eso la familia de Leitz sufrió por sus buenas intenciones. Uno de los ejecutivos Alfred Turk fue encarcelado, y la hija de Leitz, Elsie Kuhn-Leitz fue descubierta por la Gestapo cuando la descubrieron en la frontera ayudando a mujeres judías a cruzar hacia suiza. Eventualmente fue liberada después de un dura experiencia en la prisión nazi. También despertó sospechas intentando mejorar las condiciones de vida de los 800 obreros esclavos provenientes de Ucrania que les fueron asignados para trabajar en la planta en 1940.

Pero esta historia sólo fue conocida por aquellos hombres y mujeres que salvaron su vida gracias a la compañía. La historia sólo se hizo pública después de que el último miembro de la familia Leitz muriera. La única prueba de su trabajo la tenían los judíos que lograron salir de Alemania. Desembarcaron en su nuevo destino cargados todos ellos con una cámara Leica que se convirtió en el símbolo de su libertad

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