Leer un libro. Uno de los mayores placeres que tiene el ser humano. Una de las razones de compra del Apple iPad. En realidad, cuando sabe apreciarse, el consumo o disfrute, unido a la valoración de cualquier forma de arte es una de las cosas que más nos definen como especie. Hace siglos, los libros dependían de la profesión del escriba, amanuense o copista. Con una velocidad media de 3 páginas por día, estos monjes o frailes del catolicismo se dedicaban a imitar los símbolos de un libro a otro, aunque en algunos casos ni siquiera sabían leer o escribir (sólo dibujar, de esta manera se podían copiar libros de temas prohibidos como medicina o sexo). La copia de un ejemplar podía llevar fácilmente años, y abadías enteras dedican salas completas (los scriptoriums) a alojar a los más afamados amanuenses que realizaban su labor. El acceso a la cultura a través de este medio era reservado a sólo unos pocos "privilegiados" del clero y gobernantes.
Pero la llegada de la imprenta a occidente en el siglo XV, de la mano de Johannes Gutenberg (como tal, el concepto ya existía en China desde el siglo XI), configuró el comienzo de la industria editorial donde el libro tenía una mayor difusión ya que no era un bien tan exclusivo. Esto supuso un problema para muchos, que vieron mal que la gente tuviera mayor acceso a ellos, sobre todo a libros considerados prohibidos. A pesar de las reticencias, el cambio representó un paso tan importante que nada pudo hacerse por detenerlo. En la actualidad, existe una industria cultural muy importante que genera millones cada año, donde el libro es el protagonista. Los medios se han ido evolucionando y perfeccionando, pero la esencia heredada de siglos se sigue conservando: impresión en papel de textos para lectura.
Pero en 1997, empezó a gestarse lo que sería el cambio de siglos de tradición y donde ahora el texto escrito encontraría un nuevo medio: la tinta electrónica. La semilla de este descubrimiento la encontramos en la necesidad de reducir el consumo de recursos naturales del planeta, generando un nuevo medio más ecológico que permitiera la reducción del consumo de papel que se hace hoy día, sobre todo en medios escritos de destino perecedero, como periódicos o revistas. Por este motivo, un equipo del Media Lab del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), fundó la compañía E-Ink con el propósito de crear un dispositivo que sirviera para sustituir al papel, principalmente para todo aquello que fuera un uso más de consumo casual. No fue hasta 2004 cuando se comercializó el primer ereader con pantalla de tinta electrónica: el Sony LIBre.
Pero este paso de gigante en el medio de consumo no hubiera significado nada si en el año 1971, el visionario Michael Hart, no hubiera fundado el Proyecto Guntenberg. Proyecto creado con el propósito de digitalizar y convertir en formato electrónico obras literarias con el fin de difundirlas. Obras cuyos derechos de autor han expirado, teniendo presente que dichos derechos expiran sobre los 70 años después de la muerte del autor. En la actualidad, este fondo dispone de más de 33.000 obras en diferentes idiomas, y como muchos saben, son accesibles a través de diferentes plataformas como la iBookstore de Apple o Google Books.
La unión de todos estos hechos, desembocó en noviembre de 2007, cuando Amazon presentó al mundo su primer modelo de lector Kindle. Un ecosistema cerrado de lector con capacidades de conexión 3G (sin coste de conexión para el consumidor) que permitía acceder a un enorme catálogo de libros a precios asequibles. Con una filosofía similar a Apple donde el cliente tiene un usuario y contraseña en la tienda asociado a una tarjeta de crédito para los pagos, Amazon Kindle permitía comprar y descargar cualquier libro a precios mucho más asequibles que la versión impresa. En sólo 60 segundos de media, el libro era descargado inalámbricamente a nuestro lector, y podía empezar a ser disfrutado. La filosofía de su éxito: 9,99$ como precio psicológico para la mayoría de los libros, unido a jugosas ofertas de libros de catálogo a precios muy bajos. Podemos borrar los libros que queramos del lector, que estos siempre podrán ser re-descargados una vez ya se pagó por ellos la primera vez.
Tan sólo 4 años después de aquello, tenemos un mercado bastante extenso de lectores de tinta electrónica, multitud de tiendas de libros electrónicos y dos ecosistemas cerrados creados alrededor de lectores: Amazon y Apple. Y es que Apple consiguió lo impensable durante un tiempo: que la gente aceptara leer con retroiluminación. Porque ebooks ha habido hace mucho tiempo, pero muy pocos veían factible leer un libro en la pantalla de un ordenador. Hasta que Apple presentó su tablet, y en ese momento las pantallas LCD se convirtieron en plausibles para este fin. Más de 100 millones de libros vendidos en la iBookstore avalan este hecho, más teniendo presente que Apple no vende en todos los países.
Lo que está claro, y cada día más, es que hay un enorme mercado de clientes ahí fuera que quiere comprar literatura en formato electrónico. Y ya sabemos qué pasa cuando a alguien no se le da algo por un canal cómodo y asequible: lo busca por otros medios. Pero tenemos cientos de millones de pruebas que demuestran que la gente quiere pagar por sus libros y quiere leerlos cómodamente. Pero la divulgación de la cultura en este momento, si la industria quiere seguir viva, pasa por una reducción drástica de los precios. Y el que no se suba a este tren, se verá abocado a su propio fin. A día de hoy, nada justifica que un ebook valga más de 10€, salvo la mentalidad editorial de: si vendo 10 a 20, y ahora lo vendo a 10, seguiré vendiendo 20 y ganaré la mitad. A estas alturas, esos algoritmos matemáticos provocan la risa.
Dice la industria: ante el gratis no puede hacerse nada. Totalmente falso. El gratis no tiene calidad y no es cómodo. Si damos calidad y comodidad a un precio asequible, el gratis desaparece como opción y entramos en el modelo que ha vendido millones de libros cada día fuera de España. El modelo que en estos momentos vende más libros en formato electrónico que físico, con un aumento del 115% de las ventas comparando enero de 2010 con enero de 2011. En España aún un lector de libros electrónicos (bien de tinta o un tablet) están a un precio demasiado elevado, pero con el tiempo irán bajando progresivamente dichos precios, y cuanto más bajen, más gente lo comprará y querrá tener contenido. Si Amazon desembarca finalmente en España en verano, su Amazon Kindle 3 (para mi, el mejor ereader del mercado) podría costar alrededor de 125€, un precio mucho más que atractivo y asequible a casi cualquier bolsillo.
Pero en España aún tenemos ese problema de base llamado precio. He tenido la ocasión de analizar el modelo de negocio de Libranda (la plataforma de distribución de libros digitales española, que pronto desembarcará en el mundo iPad) y puedo decir sin temor a equivocarme que es un modelo bien pensado. En un principio creí que no era así, pero me equivoqué. Libranda es una gran idea, bien desarrollada, de forma que permite a una multitud de tiendas ya establecidas, tener un ecosistema de venta con poco esfuerzo e inversión tecnológica. Tiene el problema de la complejidad de uso de Adobe Digital Editions, pero entiendo que esto se irá solucionando en sucesivas versiones, además que no todo lo que Libranda vende es protegido con DRM. El editor puede elegir qué libro irá o no protegido contra copia, y el formato de venta (ePub o PDF).
Pero Libranda tiene un fallo inherente que no es su culpa: el editor en España sigue pensando que su producto vale mucho más de lo que en realidad vale. Es el editor, y no otro, quien establece el precio de la obra. Y dicho precio es respetado en toda la cadena hasta la tienda final. Por lo tanto, el problema es del editor que no quiere vender su libro a 8€ y lo vende a 18€. Es así de sencillo. Me equivoqué al creer que el problema estaba en el canal, el problema está en quien surte a ese canal. Razón aparte lo absurdo de una Ley, que dice que para poder gravar con un IVA reducido del 4% al libro, este ha de ser vendido en soporte físico. Por lo tanto, un libro impreso es cultura y se grava al 4%, pero un ebook no lo es; es un producto de lujo y se grava al 18% de IVA.
Nos estamos enfrentando a un problema de base, porque en España no vamos a mejorar más o menos, por el hecho que Amazon o Apple desembarquen aquí. Seguiremos igual porque el editor querrá seguir cobrando excesivamente por un contenido que, además, le supone un coste casi 0. A mi no me puede hablar hoy día un editor del coste de digitalización, porque cualquier escritor hoy día hace sus libros en Word o parecido. Que no me hable de coste de marketing cuando Internet es la fuente de este más grande jamás creada y las redes sociales una de sus más potentes herramientas. Que me hable de la reducción de costes de logística, tiendas, impresión, papel, etc y que el acceso a la cultura es un bien universal, pagando por ella un justo y asequible precio. Un precio que permita al comprador comprar, al vendedor vender y vivir de lo vendido, al editor vivir de sus ediciones y por encima de todo: al autor vivir de sus obras.
El mercado tendrá que hacer más asequible el producto, se venderá mucho más y se impondrá la división conceptual de consumo y coleccionismo. Consumiremos literatura y cuando veamos un producto especial, querremos pagar algo más por tenerlo físicamente. Pasa con el cine, pasa con la música, y ahora pasará con la literatura. Ese es el futuro, y quien no quiera verlo seguirá luchando contra molinos de viento mientras se prepara para que su negocio se vaya a pique. Forma parte de la evolución humana: los modelos cambian y evolucionan, y quien no sigue el ritmo, quien no se adapta a los cambios, desaparece. Es una lección que nos ha dado nuestra propia Historia.