El despido de Carmen Aristegui de MVS sigue dando de qué hablar en Twitter. Sin embargo, la discusión ha tomado rumbos interesantes. Lo que inició como un reclamo popular en contra de la supuesta censura presidencial --hasta ahora, no corroborada-- cambió hacia un cuestionamiento más profundo. Después de todo, la misma Lydia Cacho, otra periodista referente en defensa de los derechos humanos, lo mencionó con una atinada frase: "Twitter es espacio para dialogar. No es un medio de comunicación regulado, aquí no se hace periodismo, se comparten ideas libres."

¿De qué va la conversación? Recapitulemos brevemente. La noche del domingo 6, MVS dio el anuncio del despido de Aristegui por una infracción a su código de ética. Dicha sanción se produjo porque la comunicadora cuestionó a la Presidencia de la República sobre el presunto alcoholismo del presidente Felipe Calderón, acusado por la fracción parlamentaria del Partido del Trabajo. Inmediatamente, el caso causó conmoción en Twitter, lo que provocó la reacción tanto de la opinión pública como de diferentes políticos y comunicadores.

Muchos de los periodistas se portaron precavidos y prefirieron no emitir ninguna opinión hasta conocer la versión de Aristegui. Circularon por Twitter un sinnúmero de rumores sobre la presión del gobierno para callar a la periodista, tales como la negociación de las concesiones de banda 2.5 Ghz con MVS o la carta de disculpa pública que se le entregó a Carmen para ser leída al aire. No obstante, otros se mostraron más críticos, preguntándose si Aristegui no debió cuestionar primero a su fuente en lugar de ir directamente con la acusación a la Presidencia.

Entonces el foco giró hacia Gerardo Fernández Noroña, diputado del PT conocido por su oposición contra el gobierno de Felipe Calderón. Desenfadado y confrontativo, Fernández Noroña se ha distinguido por saber capitalizar Twitter como una plataforma de disidencia política, reclamo, queja y burla contra el mandatario. Él forma parte de los responsables de haber colocado la manta que acusa a Calderón de alcohólico -- e incluso, intentó poner otra este martes. La pregunta de los analistas es si no debió Aristegui preguntarle antes al legislador sobre sus fuentes antes de mirar hacia los Pinos.

Si bien es cierto que el rumor del alcoholismo de Calderón existe desde inicios de su gestión, ningún medio se había atrevido a poner el dedo sobre la llaga. Sea por cautela o por oficialismo, la especulación no ha sido ni corroborada ni desmentida. Es claro que ahora cada quién jala para su lado según su orientación política. Yo coincido en que Aristegui sí debió cuestionar también a Fernández Noroña, pero sigo sin ver la transgresión en pedirle una aclaración a la Presidencia. El periodista Jorge Zepeda Patterson lo sintetiza:

Lo que hizo Carmen fue absolutamente pertinente visto desde la ética periodística; en cualquier país democrático los periodistas están en la obligación de plantearse preguntas que son pertinentes para la la vida pública, incluyendo los aspectos personales que influyen en la capacidad de un mandatario para gobernar. (...) Cuando la manta del PT con el texto sobre el alcoholismo presidencial desplegada en la Cámara suspendió la sesión legislativa por el abandono del PAN, el asunto se convirtió en nota periodística. Al terminar la nota Carmen simplemente se hizo la pregunta sobre el contenido de la manta y la necesidad de tener una respuesta oficial sobre el tema, dado que ya se había convertido en noticia. ¿Dónde está la transgresión de la ética?

Sin embargo, ahora la discusión ha tomado otra dirección, mucho más enfocada en el hecho de que Fernández Noroña y la bancada del PT interrumpen constantemente las sesiones del Congreso con reclamos y vituperios. Así, del cuestionamiento a Aristegui sobre la fiabilidad de sus fuentes, se traslada el ojo público hacia el polémico legislador. Ahora se alzan las voces que piden su renuncia a través del hashtag #FueraNorona. El escándalo sobre el despido ha pasado de una discusión sobre la ética periodística y la censura mediática a convertirse en un grito de exasperación por la poca (o nula) capacidad de cooperación partidista en el Congreso.

Al final, cada quien mantiene su opinión. Lo que queda claro es que Carmen pudo equivocarse en las formas, pero no en el fondo. Cuestionar no está prohibido, pero también coincido que era necesario pedir una respuesta de ambas partes. Sin embargo, la censura de MVS --con o sin la venia de la Presidencia-- sí añade otro caso lamentable a la larga tradición de mordazas a los periodistas incómodos, aquellos que sí se atreven a gritar que el Emperador va desnudo. Cierro con otras palabras de Zepeda Patterson:

Cabe cuestionarse la escasa sensibilidad de Los Pinos para quedarse cruzados de brazos por el despido de una de las principales periodistas del país por una crítica al presidente. En el mejor de los casos el empresario concesionario quería congraciarse con Calderón, en el peor obedecía órdenes. (...) Si Calderón no tiene problemas con el alcohol y se trataba de sólo un rumor, ahora se ha convertido en noticia internacional (CNN divulgó el despido y las razones durante el día). Al rumor ahora se añade la censura. Y por el contrario, si no es rumor y en efecto Calderón es candidato para AA, la salida de Carmen es muestra de un autoritarismo salvaje: despedir a los periodistas que digan la verdad. Por los dos lados pierde.**