Estoy seguro de que muchos de vosotros tenéis en estos momentos los mismos sentimientos que yo: rabia, frustración, un poco de resentimiento y sobre todo mucha desesperación al ver como el gobierno aprueba, pasándose por la olímpica las opiniones de sus ciudadanos, leyes que no sólo son injustas sino que además vulneran derechos tan fundamentales como la libertad de expresión. A mí personalmente una de las cosas que más me fastidia es el sentimiento continuado de que mis acciones, mi legítima protesta, no tienen efecto alguno sobre mis políticos, que se mueven en una órbita completamente ajena, una órbita sólo susceptible a los poderes y las presiones de lobbys de la "cultura" y de las discográficas o de países lejanos como EEUU, desde luego mucho más poderosos e influyentes que yo, un simple ciudadano.
Ayer, después de mucha negociación (y algunos favores que no dudo y que desconocemos) el PP se puso por fin de acuerdo con el PSOE para apoyar la Ley Sinde después de haber estado muchísimo tiempo en contra e incluso de haber llamado a González-Sinde el "Gran Hermano de Internet" algunos meses atrás para luego doblegarse ante ella por puros intereses políticos. No voy a hablar más de ello, sobre lo injusta, lo prevaricada y lo manipulada que ha sido esta ley ya hay mucho y muy bien dicho, de lo que quiero hablar precisamente es de la importancia de castigar con el voto, de castigar con el voto a dos partidos llenos de sinvergüenzas que hacen que la palabra 'político' tenga hoy por hoy y por desgracia una connotación negativa en este país.
Y lo digo porque olvidamos muy rápidamente, y dentro de un año y medio cuando haya elecciones generales (aunque las autonómicas sean en mayo dentro de muy poco) cuando la Ley Sinde haya fracasado estrepitosamente, no dudéis que lo hará, y los subnormales de turno ya estén buscando otras alternativas legales para criminalizar al usuario no dudo que serán muchos los que ya se hayan olvidado de lo que pasó con todo esto e irán de nuevo inconscientemente a depositar su voto en las urnas para uno de estos dos partidos. Yo no soy quién para decir a quién debe votar cada uno, y la triste realidad es que en estos momentos ni siquiera lo sé, pero lo único que tengo bien claro es que voy a usar mi voto, mi arma legítima para castigar, con todo el peso de la palabra, a semejante grupo de incompetentes sin un mínimo de vergüenza ni decoro profesional.
Ya no se trata de PP y PSOE, de izquierdas o de derechas, se trata de que la clase política en este país es mayoritariamente, una jodida vergüenza, lo que hacen estos señores es el equivalente a si yo, como futuro médico, me lío a repartir recetas sin haber hecho un diagnóstico antes, como si un profesor de matemáticas se pone a enseñar lengua, como si un bombero hace de policía o un conductor de ambulancia de taxista, lo que hacen estos señores no es política, no es mínimamente decente, es marrullerismo y amiguismo remunerado, es bajarse los pantalones ante una serie de potencias y factores externos que, desde luego, ni somos los ciudadanos ni comparten los intereses de la mayoría. A mí juro que se me caería la cara de vergüenza si algún día me atreviese a hacer lo que ellos han hecho, someter mi voluntad, traicionar mis principios (porque seguro que muchos lo han hecho), pasarme por el forro la confianza depositada por millones de ciudadanos con el fin de hacer lo que a otros, a otros, no a esos mismos ciudadanos, les conviene.
No me canso de leer en Twitter que tenemos la clase política que merecemos, y es verdad. Hay que tener clara, muy clara, una cosa: a lo único que tienen miedo los políticos es a las urnas, a perder el poder que ingenuamente les otorgamos cuando depositamos nuestro voto en ellas. No dejéis de insistir, de proclamar en Twitter, en Facebook, en vuestra casa, con vuestros amigos, que un partido político que se opone a la amplia voluntad de sus ciudadanos no es un partido político, es otra cosa que se aproxima a la tiranía, y que ayer, por apoyar la Ley Sinde tanto el PP como el PSOE perdieron probablemente cientos de miles de votos, esperemos que sean muchos más. Esperemos que lo que pierdan también sea la herramienta más auténtica de un político, la dignidad, la dignidad y la confianza de unos ciudadanos que los castigan con su voto.
Foto: XabierPita