Ayer por la tarde, el músico mexicano Aleks Syntek declaró que salía de Twitter a causa de la gran cantidad de críticas que había recibido por la canción del Bicentenario de la Independencia. Cansado de recibir mensajes de ofensa, el cantautor decidió tomarse un tiempo libre de la red social. No conforme con su escape, Syntek también decidió cerrar los comentarios en YouTube a su canción. A propósito, hoy por la mañana, el filósofo y académico Ernesto Priani hizo un lacónico comentario que me llamó poderosamente la atención: la realidad como un refugio.
¿Cuántas veces no escuchamos la perorata sobre cómo nos refugiábamos en Internet de nuestra vida cotidiana? Ya saben, el arquetípico caso de esa persona que, incapaz de encarar los retos del mundo real, se protegía bajo una nueva personalidad dentro la red. Después de todo, una de las virtudes de nuestra actividad en línea es que nos permite experimentar otras facetas de la personalidad: aquí los tímidos somos atrevidos, los risueños somos melancólicos, y los feos somos ese paladín salvaprincesas nivel 80 en el World of Warcraft.
Pero, ¿hemos llegado al momento en que las cosas deban ser al revés? ¿Es la realidad ahora nuestro nuevo refugio de la vida virtual? En las redes sociales somos otra persona sin dejar de ser nosotros, una especie de desdoblamiento de la personalidad que nos funciona para socializar. Pero cuando las cosas se ponen peliagudas en el ciberespacio, siempre podremos presionar el botón de apagado del computador, y ¡voilá! Sanos y salvos en el mundo real.
El caso de Aleks Syntek resulta curioso porque, precisamente, evidencia cuál es ahora el peso que tiene nuestra vida virtual en el mundo. Si antes escapábamos hacia ese lugar seguro llamado Internet, ahora esta doble vida (lo menos, que hay quienes tienen más identidades) nos lleva a pasar la barrera conforme nos convenga. Así, como el cantante perseguido, nos refugiamos en donde mejor nos resulte, en esa realidad cotidiana donde podemos dejar de ser el tuitero estrella, el bloguero enardecido, o ese tauren guerrero al que siempre le toca tanquear en la partida.
Les dejo que comenten, que yo voy a refugiarme un rato en mi tarde de viernes.