Por el mes de mayo del año pasado, como seguramente muchos recordarán, la publicación guatemalteca El Periódico liberó en Internet un vídeo grabado por el abogado del mismo país Rodrigo Rosenberg en el que este acusaba directamente de su asesinato a Álvaro Colom, el presidente de Guatemala, a su esposa y a otras personas. El mentado vídeo rápidamente se convirtió en viral y provocó que miles de guatemaltecos se volcaran en Internet a protestar por la ola de violencia y corrupción que asola el país.

Al tiempo de que apareciera el vídeo en la red, las autoridades del país fueron esclareciendo los hechos de todo este truculento caso. El Ministerio Público y la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), tras realizar diversas investigaciones, concluyeron que ni Colom ni el resto de personas a las que Rosenberg acusaba de su muerte tuvieron nada que ver y que el propio abogado había orquestado su asesinato. Ese fue el primer gran movimiento y el segundo llegó este mismo jueves al conocerse que el Tribunal Primero de Alto Riesgo de Guatemala ha condenado ya a los autores materiales del crimen (en unas semanas tendrá lugar el juicio contra los autores intelectuales).

Después de conocer esta última sentencia y las investigaciones y conclusiones del CICIG una cuestión me asaltó: “¿cuántos a nivel general, al igual que yo hasta hace unas horas, no se habrán enterado de nada de esto?” Estoy seguro de que muchísimos, y esa conclusión, entre otras cosas, es la que me ha llevado a escribir el post.

Independientemente del caso en sí mismo y de que te creas o no te creas las conclusiones del CICIG y el Tribunal, estamos ante otro claro ejemplo de las graves consecuencia que tiene en el siglo XXI menospreciar la red de redes y no “entender” -o querer entender mejor dicho- su funcionamiento. En un primer momento, cuando el vídeo golpeó la red, decía más arriba y era de esperar ante semejante documento, miles de guatemaltecos arremetieron contra el Gobierno utilizando Internet como principal canal, a lo que el mentado Gobierno respondió con sucias estrategias como por ejemplo detener a un twittero. ¿Y qué consiguieron? Pues lo esperable por cualquier que sepa un poquito de Internet, un aumento en el número y ferocidad de las críticas.

Es decir que la idea que probablemente ha quedado en la cabeza de muchos ciudadanos del mundo es que Álvaro Colom y sus adláteres son una panda de corruptos (sea o no verdad) y represores por no saber utilizar Internet y todo su poder de difusión en su propio beneficio, lo que claramente es negativo no solamente para Colom sino también para el Guatemala en general. En un primer momento, cuando el vídeo apareció, podrían haber utilizado este medio para sembrar la calma y la prudencia y evitar así las movilizaciones y mitigar las críticas, y en un segundo momento para extender todo lo posible las conclusiones del CICIG y la ley del país.

Para finalizar comentar que soy de los que opina que les está bien empleado y no me dan ninguna pena (ellos, las consecuencias para el pueblo de Guatemala sí que me importan). No es normal que en pleno siglo XXI los poderes políticos -en general- sigan sin entender que Internet ha cambiado sustancialmente las reglas del juego y las estúpidas estrategias del pasado, por suerte, ya no son efectivas, o al menos no tanto, como antes. El que quiera entenderlo que lo haga, y el que no que se atenga a las consecuencias.

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