De vez en cuando el ya trillado debate de si la tecnología nos hace o no nos hace más tontos reaparece en los medios y en los mismos siempre encontramos a los expertos de turno dando tropecientas rebuscadas argumentaciones para sostener la postura de que efectivamente la dependencia tecnológica nos hace ser un poco más tontos, con la que obviamente servidor y otros muchos discrepamos.

Personalmente soy de los que opina que es verdad que el ser humano ha perdido ciertas capacidades como consecuencia directa de la tecnología, pero es una cuestión puramente evolutiva y aunque se hayan perdido algunas cosas también se han ganado cosas. Eso por un lado, y por el otro sinceramente creo lo que pongo en el título, que simple y llanamente siempre han existido personas a las cuales “les faltan un par de veranos”, “tienen pocas luces” o como las quiera denominar cada uno. Os pongo un ejemplo ocurrido recientemente para ilustrar esto.

La protagonista de nuestra historia se llama Lauren Rosenberg y estos últimos días ha saltado a los medios ya que le pide a Google más de 100.000 dólares en una demanda. Bueno, realmente la razón detrás de su aparición en los medios no es a causa del dinero que le pide a Google sino por qué se lo pide. Resulta que Rosenberg quería ir de un punto A a un punto B caminando, y como hacen miles y miles de personas, en vez de tirar de mapa convencional cogió su BlackBerry, entró en Google Maps y utilizó la funcionalidad del servicio que permite definir rutas a pie. Una vez Google Maps le indicó la ruta a seguir, en la que claramente había un tramo peligroso para transeúntes, Rosenberg se echó a andar siguiendo al pie de la letra las indicaciones, tanto que cuando llegó a ese tramo peligroso que comentaba en vez de evitarlo -una carretera sin arcenes y aceras-, se metió de lleno en él y pasó lo que era previsible: la atropelló un coche.

Vale que Google tiene que mejorar su servicio y vale también que quizás se merezcan sentencia condenatoria (los mensajes de advertencia que suelta Google Maps en estos casos en la BlackBerry no se pueden leer), pero ¿y si Google Maps en vez de esto la hubiera dicho que para llegar más rápido de un punto A a un punto B lo mejor era tirarse por un puente? pues lo mismo también lo hubiera hecho. Como decía estamos ante un claro ejemplo de que no es que la tecnología nos haga más tontos sino que siempre han existido personas “con menos luces” de lo normal. Google Maps y su funcionalidad para definir rutas a pie es utilizada diariamente por cientos de miles de personas, y qué casualidad que este, al menos que yo sepa, es el primer caso donde alguien termina malparado físicamente.