Simone de Beauvoir

"Simone de Beauvoir fue una reportera de guerra". Con esas palabras finalizaba ayer su charla en el Caixa Forum de Madrid Geneviève Fraisse, historiadora y filósofa francesa especializada en el pensamiento feminista. La conferencia forma parte del ciclo *Ni ellas musas ni ellos genios, organizado por la Asociación Clásicas y Modernas y la Obra Social La Caixa, que tiene como objetivo dar a conocer el papel creativo e intelectual de las mujeres, más allá de su papel como "figuras que inspiran".

El próximo 14 de abril se cumplen tres décadas desde la muerte de Simone de Beauvoir, la filósofa que pretendió escribir sobre sí misma. Para reflexionar sobre la singularidad, la intelectual eligió hablar sobre la globalidad del *feminismo*. No se entendería de otro modo el comienzo de El segundo sexo*, una obra que, según Fraisse, fue "un auténtico bombazo".

Si quiero definirme, estoy obligada antes de nada a declarar: «Soy una mujer»; esta verdad constituye el fondo del cual se extraerán todas las demás afirmaciones. Un hombre no comienza jamás por presentarse como individuo de un determinado sexo: que él sea hombre es algo que se da por supuesto.

La introducción de El segundo sexo fue redactada entre 1948 y 1949. En el inicio de la obra, la filósofa apunta que "durante mucho tiempo dudó en escribir un libro sobre la mujer. El tema es irritante, sobre todo para las mujeres; pero no es nuevo. La discusión sobre el feminismo ha hecho correr bastante tinta; actualmente está punto menos que cerrada: no hablemos más de ello. Sin embargo, todavía se habla. Y no parece que las voluminosas estupideces vertidas en el curso de este último siglo hayan aclarado mucho el problema. Por otra parte, ¿es que existe un problema? ¿En qué consiste? ¿Hay siquiera mujeres?" No hay duda: las palabras de la intelectual francesa siguen plenamente vigentes casi setenta años después de su publicación.

"El segundo sexo representó una violencia histórica", sostiene Geneviève Fraisse, quien se muestra sorprendida por la fuerza que sigue teniendo el texto décadas después de su publicación. "Mi generación no necesitó leer el libro, ya que estábamos imbuidas en el movimiento de la liberación de la mujer", añade la historiadora y filósofa francesa. El éxito de la obra, según su opinión, "es que trasciende de una época a otra". Para escribir el texto, la propia Simone de Beauvoir tuvo que mantenerse al margen. "Un soldado que lucha no puede escribir sobre la batalla", explica Fraisse. "Sin embargo, un corresponsal de guerra está y no está en la batalla", añade. Beauvoir actúa como si fuera una reportera, evitando así posiciones conflictivas para hablar del feminismo al mantenerse ligeramente al margen. "Lo que no significa que no estuviera comprometida", puntualiza Fraisse.

Y, en primer lugar, ¿quiénes somos nosotros para plantearla? Los hombres son juez y parte; las mujeres, también. ¿Dónde hallar un ángel? En verdad, un ángel estaría mal calificado para hablar, puesto que ignoraría todos los datos del problema; en cuanto al hermafrodita, se trata de un caso muy singular: no es a la vez hombre y mujer, sino más bien ni hombre ni mujer.

Para entender la relación entre Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre, Fraisse recurrió ayer a dos conceptos: la simetría y la disparidad. Ella y él se reconocieron como "iguales" a nivel intelectual. Y lo que es más importante: así se lo hicieron saber al mundo. Los dos pensadores reflexionaron y debatieron sobre el existencialismo desde diferentes puntos de vista. Sartre concebía al intelectual como un "técnico del saber" que debía meterse en lo que "no era asunto suyo", porque concebía su trabajo como uso público. Una declaración de intenciones similar a la de Beauvoir que, sin embargo, sí decidió abordar un tema "que sí era cosa suya", el feminismo.

Beauvoir y Sartre decidieron realizar un compromiso elegido libremente. "Así hicieron un gesto público ante la Historia con mayúsculas", señala Fraisse. La filósofa hablaba de "camaradas" -más allá del concepto político- para lograr un "trato de igual a igual". "Se leían, se legitimaban, se validaban", explicó durante la charla en Caixa Forum. Era una forma de mostrar la simetría de una relación de intelectuales, más allá de la mera calificación de "genio" y "musa". Beauvoir también utilizó el término "disparidad" para recordar que ambos no eran desiguales, sino que "no hacían exactamente lo mismo". Ambos se consideraron como "amores necesarios" para diferenciarse también de los "amores contigentes" que mantuvieron a lo largo de su vida.

Simone de Beauvoir

Fraisse sostiene que Simone de Beauvoir, como filósofa existencialista, no trabajó "para decir quién tiene la verdad, sino para admitir que es juez y parte". De nuevo rechazó entrar en la batalla, sino que se mantuvo al margen para reflexionar sobre el feminismo. Unas reflexiones que, a juicio de Fraisse, mostraron "una increíble capacidad de síntesis". Solo así se entiende que en algunas frases y fragmentos de textos de Beauvoir se citen a treinta o cincuenta referencias intelectuales. Su trabajo la convirtió, junto con Poullain de la Barre y Stuart Mill, en una de las autoras más destacadas del feminismo. Un papel no siempre reconocido, y quizás ensombrecido en ocasiones por su relación con Sartre, que merece la pena rememorar tres décadas después de su fallecimiento.

He dicho que hay problemas más esenciales, lo cual no impide que este conserve a nuestros ojos cierta importancia: ¿en qué habrá afectado a nuestra existencia el hecho de ser mujeres? ¿Qué oportunidades, exactamente, nos han sido dadas y cuáles nos han sido negadas? [...] Pero, sin duda, tal vez sea imposible tratar ningún problema humano sin tomar partido: la manera misma de plantear las cuestiones, las perspectivas adoptadas, suponen jerarquías de intereses; toda cualidad implica valores; no hay descripción supuestamente objetiva que no se levante sobre un segundo término ético.