Los socialistas creemos en el gran potencial transformador del conocimiento, en su capacidad para impulsar el progreso y mejorar nuestra calidad de vida. Sin duda hay muchas formas posibles de conocimiento, pero todas ellas son valiosas y encierran respuestas que pueden ayudarnos en los momentos críticos de nuestra historia personal o colectiva. La investigación, como actividad productora de conocimiento científico, tiene por tanto una función central en impulso del avance social y económico.

Vivimos una actualidad marcada por los efectos de la crisis económica, que gestionada con las recetas neoliberales encarnadas en nuestro país por el Partido Popular ha diezmado el empleo, empobrecido a las familias, debilitado el sector público y afectado, muy especialmente, a la sanidad, la educación y los servicios sociales. Los recortes de la inversión productiva han sido drásticos en investigación, desarrollo e innovación y en infraestructuras.

Todo esto sucede cuando están cambiando rápidamente las coordenadas en las que se basaban nuestra comprensión del mundo y nuestra acción sobre éste. Mucho de lo que hasta hace poco parecía sólido e inmutable se debilita o desvanece. Experimentamos un presente que discurre fugaz y en el que se han perdido buena parte de las certezas sobre las que construíamos nuestra visión del futuro.

"La investigación tiene una función central en impulso del avance social y económico"

La actividad científica no sólo contribuye al desarrollo social y económico mediante la producción de conocimiento y, a través de él, de innovación, de nuevos productos, procesos o servicios, o de mejoras sustantivas de éstos, que aumentan nuestra calidad de vida y la competitividad de nuestras empresas. La ciencia contribuye también de manera determinante a aportar las certezas que necesitamos para responder eficazmente a los problemas y oportunidades, a las nuevas realidades que nos presenta un mundo globalizado y cambiante.

Por ese motivo, la ciencia y la innovación aparecen en todos los programas electorales, respondiendo así los partidos políticos al interés que hoy la ciencia tiene para el conjunto de la sociedad, sin duda con intensidades y enfoques diversos. Este hecho debería hacernos reflexionar sobre la gran responsabilidad que todos tendremos de alcanzar un acuerdo social y político que plasme la prioridad de los programas en acción de Estado, que contribuya a hacer realmente de la ciencia una prioridad en España, algo que desafortunadamente no ha sido posible en la legislatura que ahora se cierra.

Estoy convencido de que ese acuerdo tendrá un excelente punto de partida en el que el día 19 de diciembre de 2013 suscribieron todos los Grupos Parlamentarios, salvo el Partido Popular, a propuesta de la comunidad científica.

No es mi propósito hacer de este artículo una presentación del programa socialista en ciencia e innovación. Tampoco pretendo dedicarlo al análisis comparado, salvo para constatar algo que es evidente: los partidos que nunca han gestionado la res publica pueden escribir en sus programas sin que las propuestas puedan verse sometidas al contraste de su gestión; y el Partido Popular promete, también en ciencia, lo contrario de lo que ha practicado durante estos últimos cuatro años.

Alcanzar un acuerdo social y político que contribuya a hacer realmente de la ciencia una prioridad en España

Dejemos que sean los científicos y científicas quienes nos hablen por sí mismos, porque bien han demostrado su capacidad para construir un sistema maduro, internacionalizado y reconocido, un sistema consciente también de sus problemas y debilidades. Ellos son los primeros a quienes debemos escuchar. Los socialistas creemos en la ciencia y confiamos en nuestros investigadores, por eso consideramos que hay que respaldarlos cuando afirman que:

Hemos de hacer de la excelencia nuestra principal empeño, porque la buena ciencia sólo puede aspirar a ser la mejor posible. Necesitamos potenciar y ampliar los espacios de excelencia que hay en España y para ello hay que atender de forma orgánica al conjunto del sistema de I+D, fomentando su desarrollo armónico. No son acertadas las estrategias de excelencia basadas exclusivamente en atraer buenos científicos que hayan obtenido grandes grants europeas. Eso es válido, pero siempre como parte de un esfuerzo sistémico, porque tan importante es que un investigador con un proyecto del European Research Council quiera venir a un centro español, como que los investigadores españoles dispongan de las condiciones para competir con éxito en todas las ligas internacionales de la ciencia. El Plan Estatal de Investigación no cumple actualmente esta función, particularmente en campos como las Humanidades y las Ciencias Sociales.

Necesitamos resolver urgentemente el problema del envejecimiento de las plantillas de personal investigador, que amenaza con hacernos perder impulso y capacidad y arriesga el mantenimiento de las capacidades existentes. Tenemos que recuperar el talento que hemos perdido en los últimos años y facilitar el retorno de prometedoras carreras científicas que han tenido que abandonar la investigación o marcharse fuera de España. Y también necesitamos atraer nuevo talento, ser capaces de incorporar, sin las dificultades actuales, a buenos investigadores procedentes de otros países. Debemos internacionalizar nuestro sistema científico, pero no sólo nuestra actividad. Ya hemos conseguido estar presentes en muchas partes, pero ahora debemos lograr tener auténticas plantillas internacionales.

Hemos de recuperar lo antes posible los niveles de financiación que teníamos antes de la crisis para reparar los daños que ésta ha provocado en todos los niveles del sistema, y retomar la senda de convergencia con los países que cuentan con los sistemas de ciencia más avanzados. Necesitamos también poner fin a las estrategias de microfinanciación, que limitan las posibilidades de nuestros grupos y les fuerzan a centrar buena parte de su tiempo y esfuerzo en la búsqueda de recursos, aumentando aún más la carga administrativa de la investigación.

Tenemos que establecer un marco estable en el que los instrumentos de financiación de la investigación, formación de personal científico o incorporación de investigadores, sean transparentes, previsibles y regulares, para facilitar con ello la programación a medio plazo. Es necesario también reforzar la coordinación, cooperación y complementariedad entre políticas autonómicas y estatales, así como entre sus respectivos instrumentos.

Necesitamos mayor flexibilidad para poder competir y responder activamente a los retos que se nos plantean. El peso de la burocracia obliga a los investigadores a dedicar a ella una parte significativa de su tiempo. Hay que terminar con esta situación, que responde a unos procedimientos administrativos obsoletos que desconocen la singularidad de la actividad científica, y al grave déficit de personal de administración y gestión especializado. Las unidades y centros de investigación, cuando menos aquellos que han demostrado ser más dinámicos y estar dispuestos a asumir la responsabilidad, necesitan disponer de una mayor autonomía de funcionamiento.

Precisamos instituciones fuertes, porque ellas son las que con su peso específico permiten dar mayor visibilidad a la ciencia española y al quehacer de su personal. Por eso es preciso establecer fórmulas de financiación estructural de universidades y organismos públicos de investigación, para que puedan desarrollar sus propias estrategias científicas y no dependan exclusivamente de las convocatorias de proyectos. Pero además, el engarce dentro de las instituciones de sus grupos, unidades, centros e institutos de investigación ha de ser abordado de un modo innovador.

Hemos de asegurar que tanto en los centros e instituciones, como en la administración, y por supuesto en el funcionamiento de la Agencia Estatal de Investigación, se cumple con los procedimientos estrictos, públicos y transparentes de designación, evaluación externa independiente y rendición de cuentas han de regir en todos los niveles de la ciencia. La elección de los responsables y cargos directivos no puede apartarse de las normas de mérito y capacidad que orientan el funcionamiento normal del sistema de ciencia.

Debemos establecer nuevas políticas de nombramiento de los cargos de responsabilidad en los organismos públicos de investigación, que han de ser dirigidos por científicos prestigiosos que sean capaces de mantener su independencia y la de los organismos que dirigen.

He escuchado a muchos de nuestros mejores científicos compartir estos puntos. Lo hacen desde la plena consciencia de la función social de la investigación, del reto de construir la ciencia que hoy puede responder mejor a las necesidades de la sociedad: integrada e integradora, inter y transdisciplinar; orientada a problemas, como el cambio climático, el envejecimiento o la convivencia en sociedades multiculturales, y no según campos o disciplinas científicas convencionales.

Comprometida con el acceso abierto a los resultados de la investigación financiada con recursos públicos; consciente de su valor para nuevas formas de transferencia e innovación que atiendan no sólo a las empresas sino a todos los agentes sociales que pueden beneficiarse de ella; involucrada con las múltiples y novedosas formas de participación social en la ciencia, y engarzada con la plena incorporación de la ciencia a nuevas narrativas y prácticas emancipadoras.

Los socialistas vamos a estar junto a los investigadores e investigadoras en el logro de estos objetivos, junto a una ciencia que habla desde la responsabilidad y de este modo. Es nuestro compromiso como Partido, el que recoge nuestro programa electoral, y también mi compromiso personal.


Esta es una tribuna escrita por el presidente de España, Pedro Sánchez, para Hipertextual, sobre sus propuestas de campaña en materia de ciencia e investigación.