El atasco es monumental, y uno avanza lentamente por su carril. ¿Un accidente o simplemente la hora punta? Difícil de saber, pero en la pesada espera uno recorre mentalmente las cosas que tiene todavía que hacer antes de que termine la jornada. Y de repente, un vehículo se cuela con una rapidez vertiginosa en el escaso hueco que habíamos dejado con el de delante. Frenazo brusco y el correspondiente susto mientras notamos cómo la ira va creciendo en nosotros. ¿Quién se ha pensado ese desaprensivo que es? Difícil seguir como si nada hubiera pasado mientras dura la retención, y de hecho, arrastramos el cabreo hasta bien finalizada la jornada. Pero... ¿por qué? Hay una poderosa explicación psicológica para ello: nuestra voz interior vive condicionada por los elementos externos y ellos la distorsionan. Dicho de otra manera, es fácil que vivamos una realidad falsa con la que además, sufrimos innecesariamente.
los efectos sanadores de escribir a diario sobre lo que nos preocupa son inmediatos. Si volvemos al incidente de tráfico con el que hemos abierto el artículo, la lectura de nuestra cabeza está llena de ira, rencor y deseamos todo el mal a este desconsiderado conductor. Si lo piensas bien, la primera (y única) víctima de ese mal rollo interno es uno mismo y los síntomas son evidentes: irascibilidad, susceptibilidad, y en los casos más extremos, la somatización con síntomas físicos. Pero ¿y si escribimos el suceso al llegar a casa y en un momento de relajación? Lo mejor es que cada uno lo pruebe a modo de experimento, pero es fácil que al redactarlo la rabia se fuera diluyendo y nos centráramos más en nuestra reacción desmedida, o por qué no, en la lástima que podríamos sentir por ese conductor que sin duda ha actuado así por estar lleno él mismo de rabia.
El poder sanador de la escritura
Como puedes ver, nuestro yo interno es muchas veces un saboteador que no resiste a la objetividad de la escritura y esta anécdota personal que he descrito, está comprobada científicamente. Tara Parker-Pope firma un artículo para el New York Times gráficamente titulado "Escribe el camino a la felicidad" en el que se explica esta extraña correlación sanadora entre la escritura y la aparente resolución de problemas. Y lo hace explicando diversos estudios que se han llevado a cabo en esta dirección. En todos ellos se instaba a los participantes a explicar de viva voz una circunstancia que les afligía (piensa en una dificultad en el trabajo o personal, por poner algún ejemplo), y luego se les pedía que la escribieran. Pues bien, atentos al resultado porque hay sorpresas.
En todos los estudios, la gran mayoría de los que dejaron constancia por escrito de su problema, lo habían resuelto pasado un tiempo (o bien lo habían suavizado por completo), mientras que aquellos que únicamente lo habían explicado de forma oral habían abandonado a sus parejas o trabajos víctimas de la situación. Dicho de otra manera, que el simple hecho de describir por escrito de forma objetiva una situación determinada era suficiente para comenzar a solucionarla, o como explica Timothy D. Wilson, responsable de uno de los trabajos de campo llevados a cabo, "escribir lleva a la persona de una actitud derrotista a pensar de una manera más optimista que le da poder". Y claro, con este último llega la victoria en la mayoría de los casos. ¿Qué poderosa clave se activa en nuestro cerebro para lograr resolver problemas de una manera tan sencilla? Parece que todo pasa por restar el poder de las emociones en el asunto que nos preocupe.
De esto suelo ser testigo a menudo cuando escribo mi diario cada noche: algo que realmente nos preocupa, al ir detallándolo por escrito, pierde poco a poco fuelle hasta quedarse en una situación prácticamente anecdótica. Y no sólo conseguimos cambiar nuestra perspectiva y la sensación de derrota, sino que además las preocupaciones y sentimientos de agobio se desvanecen a medida que vamos escribiendo y siendo testigos de cómo ese monstruo que nos atormentaba en realidad no tiene ninguna importancia. Llegados a este punto habrás comprendido por qué las personas que son fieles a su diario lo serán para siempre, y es que al final se trata de una poderosa herramienta que da clarividencia a quien la alimenta. O si quieres verlo de una manera más científica, desde un punto de vista psicológico, al escribir te obligas a analizar el porqué y los cómos de muchas situaciones, paso previo sin duda a su resolución.