Se ha convertido en un peligroso juego. Uno entra en Facebook o Instagram por la mañana y lo primero que hace es fijarse en las notificaciones: ¿ha tenido éxito mi foto o comentario? ¿Qué le habrá parecido a la gente? Nuestra entrada en los perfiles de las redes sociales suele ser un poco angustiosa para muchos: tener pocos ‘me gusta’ o directamente ser totalmente ignorados puede provocar una auténtica tragedia personal con serias consecuencias para los más vulnerables. Y cuando hablamos de un sector de la población más sensible al escrutinio público nos referimos a adolescentes e incluso niños que ya acceden a estas redes. Pero… ¿En qué medida nos afecta realmente el resultado de nuestras entradas?

El programador Ben Grosser vivió de primera mano esta sensación de agobio al comprobar que sus entradas habían sido ignoradas, o bien de euforia descontrolada al ver que alguna había despuntado a límites insospechados. Algo iba mal ahí. Estaba claro que el impacto de nuestras entradas entre nuestros seguidores nos afectaba pero… ¿podía llegar a condicionarnos? Lejos de especular, Grosser se dispuso a averiguarlo de forma empírica, creando Demetricator, una extensión del navegador que acaba con todas las notificaciones en forma de etiqueta de Facebook. Es decir, una vez la hayamos instalado, no sabremos si nuestra entrada ha tenido muchos ‘me gusta’ o no, y de hecho, borra todas las métricas de la red social que puedan llevarnos a competir, hasta el número de amigos.

La autoestima en juego

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La curiosa herramienta ha sido utilizada por cerca de 5.000 voluntarios durante meses y las conclusiones son francamente clarificadoras. Los que han probado la herramienta durante todo este tiempo han dividido sus impresiones en dos grandes grupos: unos, los que no comprenden su utilidad al considerar que precisamente la única gracia de Facebook está en las notificaciones y la rivalidad, y los segundos, los que se han sentido ‘menos presionados’ a la hora de escribir en la red. Realmente, los que interesan son los segundos, porque de alguna manera los primeros aceptan implícitamente su condicionamiento. Dicho de otra manera, los segundos se han sentido completamente libres para expresar lo que quisieran en la red social y su mensaje nunca ha estado condicionado.

De alguna manera, los usuarios de Facebook o Instagram esperamos resultados del mensaje o foto publicados, y esta expectativa llega a condicionar el comportamiento. Pero el impacto de los ‘me gusta’ va mucho más allá de lo que imaginamos. Los psicólogos y antropólogos llevan ya tiempo midiendo el impacto que tienen los votos en nuestra psique, y atentos porque es brutal: nuestra autoestima puede depender directamente de ellos. Algunos expertos sugieren además que este intercambio de ‘likes’ hace que la gente se sienta más querida y lo que es más importante, menos sola. Curiosamente, el usuario que hace un ‘me gusta’ de alguna manera envía afecto a través de un cómodo botón que no le cuesta nada pulsar. Se trata de alguna manera de halagar a otro, pero… ¿por qué halagamos?

Facebook sabe mucho de nosotros

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Entramos ya de lleno en aspectos puros de psicología, pero los expertos han encontrado un comportamiento en las redes sociales muy similar al que tenemos en la calle: uno halaga a otro porque tarde o temprano, quiere algo de él. Hace ‘me gusta’ es fácil y gratis, pero... ¿realmente es así? Ni mucho menos: los que saben del asunto llevan tiempo advirtiendo que Facebook cuenta con una colosal base de datos sobre nosotros, y los ‘likes’ son oro puro puesto que dibujan a la perfección nuestra personalidad. Es decir, la red social de Zuckerberg tiene detalles de nosotros que ni los amigos más íntimos conocen. Como puedes ver, este juego de ‘me gusta’ y rivalizar en el número de seguidores es un auténtico filón para las redes sociales, que siguen engordando su base de datos con nuestro comportamiento.

Pero hay mucho más sobre este asunto: si los ‘me gusta’ imprimen un carácter positivo al mensaje publicado y el posterior ‘subido’ del usuario, un mensaje abiertamente negativo, la crítica o la ausencia de votos pueden resultar devastadores para los más jóvenes. Y lo peor del asunto es que en las redes sociales todo es público, el elogio, pero también el castigo. Al final es inevitable que nuestra vida se divida entre la real y la 2.0, pero con la segunda hay que tener cuidado a la hora de entregar nuestras emociones y relativizar tanto los éxitos como los fracasos.

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