La película de la que hablaremos hoy, que lleva el título de The Perks of Being a Wallflower, es una obra estrenada en 2012, que sirve de adaptación del libro del estadounidense Stephen Chbosky. En la versión cinematográfica, protagonizada por Logan Lerman y Emma Watson, Charlie va narrando en forma de cartas a un destinatario desconocido, buena parte de su adolescencia.

Personalmente, la película me sorprendió mucho, ya que no narra la adolescencia desde los típicos y tan manidos tópicos. Se acerca a esta época de nuestra vida con un tacto inusual, abordando temas complejos (y más para cualquier adolescente), como el amor, los conflictos entre familia y amigos, el sexo o las drogas.

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Hoy vamos a utilizar como pretexto Las ventajas de ser un marginado para contaros un tema curioso de la ciencia. Y es que a lo largo de la película (y del libro), Charlie cuenta sus vivencias con su familia y amigos y en diversos ámbitos de su día a día (como el instituto), dejando entrever que hay recuerdos de su infancia que en cierta manera le atormentan.

Para no desvelaros nada más del guión de Las ventajas de ser un marginado, no hablaremos sobre qué asuntos del pasado revolotean en la cabeza de Charlie, y cómo le influyen en su conducta adolescente. Sin embargo, hoy queremos explicar cómo se forman los recuerdos, y en especial aquellos que tienen que ver con algún episodio traumático de nuestros primeros años de vida. Y es que en parte quienes somos y seremos en un futuro, está condicionado por nuestras vivencias de la infancia y más tierna adolescencia.

¿Cómo se forman los recuerdos?

En este artículo publicado en Nature Reviews Neuroscience hablan de la complejidad que entraña tratar de entender cómo funciona nuestra memoria. Y es que en nuestro día a día, vamos almacenando recuerdos, tal y como le sucede a Charlie, pero parafraseando a George Orwell, todos las vivencias son iguales, pero unas más iguales que otras.

La cuestión es que no todo lo que nos ocurre queda almacenado en nuestro cerebro, o al menos, no podemos rescatar todos nuestros recuerdos de forma consciente. Siguiendo las ideas propuestas en el mencionado artículo, existe una teoría acerca de la formación de la memoria, en la que se habla de la relación entre el sustrato físico de las trazas de recuerdos que guardamos y la alteración de la eficacia de las sinapsis, dentro de los propios circuitos neuronales.

En otras palabras, la memoria no se basa solo en fabricar recuerdos, sino que estos han de ser consolidados para que puedan guardarse en nuestra cabeza. Dentro de la consolidación, e incluso de la reconsolidación (el proceso que tiene que ver con la actualización de vivencias almacenadas), se dan procesos celulares y moleculares específicos, relacionados por ejemplo con la activación del hipocampo y las neuronas neocorticales.

Tal y como indican en este otro trabajo, publicado en el Annual Review of Psychology, la memoria, además de formar recuerdos y consolidarnos, debe hacernos plenamente conscientes de haberlos vivido. En otras palabras, al almacenar las vivencias en nuestra cabeza, también ha de darse un proceso simultáneo relacionado con la autopercepción. Tendríamos, por una parte, la memoria episódica, y por otra, la memoria autobiográfica, que es la que experimenta Charlie en Las ventajas de ser un marginado.

Cuentan en ese artículo que, mientras estamos dentro del útero materno, somos capaces de distinguir voces y diferenciar la de nuestra propia madre. Y aunque durante el primer año de vida, nuestra memoria se hace más permanente, lo cierto es que pasados esos doce meses, es cuando realmente se observa que nuestro comportamiento puede ser debido a la experiencia previa, que hemos ido acumulado mediante el almacenamiento de recuerdos (aunque no seamos capaces de percibirlos).

En la película Las ventajas de ser un marginado, Charlie alude a que hay ciertos episodios de su pasado que le atormentan, sin que sepamos cuáles son hasta el final de la película. Hoy sabemos, gracias a la ciencia, que los recuerdos traumáticos se guardan en nuestra cabeza gracias, por ejemplo, a situaciones muy estresantes, condición conservada en la mayoría de vertebrados.

El estrés influye, y mucho, ya que provoca la liberación de noradrenalina y corticosteroides, tal y como apuntan en este artículo, en una región del cerebro denominada la amígdala. Pero no debemos relacionar una situación estresante con un episodio negativo, sino que a veces incluso resulta positivo. Recordar experiencias que nos llevaron a vivir momentáneamente dicho estrés es un factor evolutivo importante, necesario para estar preparados ante cualquier situación.

Una vez almacenados estos recuerdos estresantes, la amígdala sigue jugando un papel importante en su consolidación. De hecho, algunas investigaciones, han tratado de utilizar ratones transgénicos y técnicas inmunohistoquímicas para desvelar qué neuronas juegan un papel clave en el almacenamiento de este tipo de recuerdos.

Aunque no todos los recuerdos traumáticos causan luego problemas en la época adulta, lo cierto es que un porcentaje importante, en torno al 10%, provoca el desarrollo de patologías como el trastorno por estrés posttraumático, que mucho tiene que ver con el archivo de este tipo de vivencias, a medio camino entre el estrés y situaciones dolorosas y negativas en niños y adolescentes.

Pero lo cierto es, que igual que vemos reflejado en Charlie durante la película, conocer científicamente cómo se guardan los recuerdos en nuestro cerebro, especialmente aquellos que nos hayan marcado por una razón u otra, sigue siendo un importante desafío para la neurociencia. Quizás en el futuro, cuando veamos de nuevo Las ventajas de ser un marginado, sabremos cómo funciona la cabeza de Charlie para recordar esas vivencias que condicionan en buena parte su día a día.

2 respuestas a “¿Qué hay de cierto científicamente en The Perks of Being a Wallflower?”