El capítulo seis de la segunda temporada de La Casa del Dragón deja algo en claro: esta es una guerra que se peleará en dos flancos. Por un lado, el de la estrategia, en la que hombres como Otto Hightower (Rhys Ifans) y Larys (Matthew Needham) tienen un papel importante que desempeñar. Por el otro, el de la fuerza bruta, que se traduce en ejércitos, pero, en especial, en dragones. Las bestias míticas se acaban de convertir en la pieza imprescindible de las facciones Targaryen. No solo por el evidente poder de fuego — eso, ya por descontado — sino por el temor que el mero anuncio de su existencia produce.
Pero hay problemas en los dos bandos. Los Negros tienen dragones pero pocos jinetes. No obstante, también cuentan con una Reina que, a pesar de sus tropiezos, sigue ocupando un lugar de interés en el reino. Los Verdes pueden presumir del gigantesco Vhagar, pero el rey se encuentra herido y ahora la cabeza del Trono de Hierro es Aemond (Ewan Mitchell), quien no solo está convencido de su derecho a reinar, sino de hacerlo de la manera más cruel posible. Todo esto, mientras las Tierras de los Ríos se debaten entre su lealtad a sus señores naturales y a Daemon (Matt Smith), quien todavía está en medio de lo que parece el embrujo de la ancestral Harrenhal.
Es por ello que la guerra todavía se encuentra en el terreno de la estrategia. Tanto un bando como el otro pujan para obtener una victoria, más allá de lo representativo o, en cualquier caso, de la espectacularidad de una batalla de dragones a cielo abierto. Por lo que es la hora de los consejos o, al menos, del conocimiento del pueblo. La Casa del Dragón demuestra otra vez que todo lo que ocurre en su argumento es, en realidad, un cuidado juego político. Pero por primera vez en la temporada deja en claro que eso no es suficiente para la Verdes ni tampoco para los Negros.
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Aemond Targaryen comienza a gobernar
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Para Aemond, la jugada de invalidar a su hermano es lo suficientemente provechosa como para obtener el control momentáneo del reino. Si la semana pasada Alicent (Olivia Cook) comprobó en carne propia la forma en que el poder trata a las mujeres en Poniente, ahora no tiene dudas de que sus días de ser escuchada han terminado. La Casa del Dragón, recuerda de esta forma que todo el conflicto se remonta a más allá de cualquier decisión de la reina viuda. Por lo que tiene más relación con el hecho en cómo el continente percibe a sus figuras femeninas influyentes.
El caso es que Aemond es mucho más directo que todos al manifestarle a Alicent que sus días de consejera han terminado. Y hasta le da una recomendación: que vuelva a sus labores domésticas. Con una simple frase, el príncipe regente pone en evidencia varias cuestiones. Primero, que está dispuesto a gobernar solo o con la menor influencia posible. Segundo, que considera a su madre una enemiga o un obstáculo a vencer, como mínimo.
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Por lo pronto, Aemond también tiene unas otras preocupaciones: los Lannister se niegan a avanzar sin la protección de Vhagar. Una ironía sutil con respecto a lo poco que necesitan al príncipe. Por lo que este, enfurecido, decide enviar a Ser Criston Cole (Fabien Frankel), cuyo cargo como Mano parece encontrarse en entredicho, a poner orden entre los aliados de la corona.
Claro que llegar a Roca Casterly implica una movilización complicada. De nuevo, el argumento de La Casa del Dragón juega con los tiempos de traslado por tierra. Algo más visible cuando las órdenes de Aemond se resumen en que todos los ejércitos marchen al oeste y después a la ancestral Harrenhal. Un plan, al menos de momento, lo bastante aceptable como para ser un hilo sólido que lleve al continente el mensaje que la corona — y su poder — todavía se encuentran en La Fortaleza Roja.
Un rey en la cuerda floja en La Casa del Dragón
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Mientras Aemond toma la cuestionable decisión de hacer una alianza con la Triarquía — las Ciudades Libres de Lys, Myr y Tyrosh — para romper el bloqueo marítimo, algunas cosas ocurren a su alrededor. Una de ellas es que Aegon II (Tom Glynn-Carney), comienza a recuperarse. Pero la mejoría del monarca es una mala noticia para el regente, quien no tarda en ir a los aposentos de su hermano y recordarle el peligro que corre. Esto confirma que Aemond estuvo a punto de matar deliberadamente al rey. Esto marca una importante separación con el libro Fuego y Sangre (2018) que es el que adapta La Casa del Dragón.
Aegon sabe a lo que se enfrenta, por lo que insiste en que no recuerda nada. Pero es evidente que el joven monarca sabe que está al borde de ser asesinado o morir. Lo que establece un nuevo escenario: un enemigo interior con el que habrá de lidiar de alguna forma. Se trata de un recurso que La Casa del Dragón utilizará varias veces a lo largo de este capítulo. En especial, porque el posible triunfo parece más cercano para el que obtenga victorias políticas antes que en el campo de batalla. Esto se debe a que los protagonistas parecen tener dificultades para enfrentarse en los diferentes flancos del continente.
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Eso, queda mucho más claro, cuando ocurre uno de los giros cruciales del capítulo seis de La Casa del Dragón. El bloqueo a Desembarco del Rey provoca hambre y escasez. Por lo que, a órdenes de Mysaria (Sonoya Mizuno), barcas con el estandarte de los Negros llegan a las orillas de la capital. Todo combinado con los rumores de que dentro de la Fortaleza Roja hay un despilfarro de alimentos mientras el pueblo sufre de hambre. Así se desatará una de las peores situaciones que los Verdes hayan enfrentado hasta ahora: una rebelión bajo su propio techo que es alentada por el hambre y el miedo.
Hambre, guerra y fuego en La Casa del Dragón
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En Harrenhal, Daemon sigue enfrentándose a visiones, sueños inquietantes y lo que parece una larga pesadilla. Allí se incluye una revisión de la relación que sostuvo con su hermano Viserys I (Paddy Considine) en una serie de desordenados flashbacks. Otra vez, la subtrama que explora el misterioso enclave y lo que ahí sucede es lo más flojo de la producción. Por no decir el peor escrito. Más allá de la poca información que aporta al escenario central, el mismo comportamiento errático y sin sentido de Daemon hace cada vez más inexplicable su reclusión en el castillo.
Pero quizás, su ausencia del primer plano del argumento, es lo que lleva a La Casa del Dragón a regiones todavía más interesantes. En un intento por retomar el control de la guerra, Rhaenyra (Emma D’Arcy) cumple con lo prometido a Jace (Harry Collett) y trata de encontrar nuevos jinetes de dragón. Sin embargo, el primer intento resulta desastroso.
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En una impresionante escena en la que se muestra los abismos al pie de Rocadragón, Ser Steffon Darklyn (Anthony Flanagan), elegido por la reina por sus imprecisos lazos de sangre con la corona, intenta lo imposible. A saber: lograr que Bruma le obedezca. El experimento termina en tragedia y para Rhaenyra todo se vuelve más complejo. No tiene dragones ni tampoco el apoyo de Daemon. Apenas cuenta con Corlys Velaryon (Steve Toussaint), ahora su Mano y de los señores incondicionales. Pero, ¿eso es suficiente?
Turbulencia en Rocadragón
El tramo final del capítulo seis de La Casa del Dragón demuestra que todo se acerca a una inevitable batalla que demostrará el verdadero valor de los combatientes. Pero todavía hay unas cuantas victorias que contar. Una, la que permitió las intrigas de Mysaria en la Capital.
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Hambriento y enfurecido, el pueblo se levantó en revuelta. Esto llevó a la Reina Viuda y a Halaena (Phia Saban) a sufrir un atentado directo y brutal. La sangre de los Verdes corre por primera vez y es algo que seguramente exponga sus consecuencias en los dos capítulos restantes.
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En Rocadragón, Rhaenyra y Mysaria protagonizan el momento más singular e inesperado de la serie hasta ahora. Un beso erótico, solitario y angustiado. Puede parecer un recurso sencillo para explorar en la soledad de la reina, pero, sin dudas, es algo más. Aislada, la soberana tiene pocos aliados y ello podría determinar su futuro.
Con el dragón Bruma escogiendo a su jinete, el capítulo cierra con un mensaje: esta guerra se batirá en el aire y con fuego. Todo parece anunciar una batalla que está por llegar y que destruirá a todos por igual. La Danza de Dragones está cada vez más cerca.