Los conciertos de Taylor Swift en Madrid han estado repletos de bailes, risas y lágrimas. Muchas lágrimas. Dicen que Taylor tiene una canción para cada emoción o incluso para cada momento de tu vida. Así lo ven los swifties y lo cierto es que posiblemente esa sea la clave de su éxito. Por eso, no es extraño que buena parte de su música nos haga llorar. Ocurre con sus temas, pero lógicamente también con los de muchos otros artistas.

¿Quién no tiene esa canción de confianza que le arranca las lágrimas cuando nada más puede hacerlo? Esto es algo bastante subjetivo. No todo el mundo llora con las mismas canciones. Pero, por lo general, hay ciertos rasgos comunes que hacen que la música nos haga llorar. Tanto a nivel de la melodía como de nuestra propia personalidad.

Ahora bien, ¿es bueno escuchar música que nos haga llorar? La ciencia también ha ahondado en eso y, como anticipo, la respuesta es que sí.

¿Por qué la música nos hace llorar?

La música nos hace llorar porque es arte y una de las principales funciones del arte es arrancar nuestras emociones. Estas pueden ser de alegría, de tristeza, de miedo o de cualquier otro tipo. Pero si el arte no te genera ninguna emoción posiblemente no sea bueno.

En 2018, un equipo de científicos de las Universidades de Carolina del Norte y Sydney llevó a cabo un estudio dirigido a analizar las emociones que genera la música. Encuestaron a un total de 892 personas, de las cuales el 89,8% reconocieron que alguna vez la música les hizo llorar. Después, se les preguntó sobre 16 emociones distintas que podría generar la música. Estas iban desde la ansiedad hasta la felicidad, pasando por la euforia, el asombro o la tristeza, entre otras. Las dos últimas fueron las que se relacionaron generalmente con las lágrimas.

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La música puede hacernos llorar sobre todo por asombro o por tristeza. Crédito: Olly (Pexels)

Un 63% de los participantes señalaron que la música les hace llorar por tristeza y un 36,7% lo veían más bien como una cuestión de asombro. 

Llegados a este punto, los autores querían saber si esas diferencias tan marcadas tenían que ver con rasgos de personalidad. Por eso, realizaron un test psicológico a los voluntarios, en el que se clasificaban según uno de estos rasgos: neuroticismo, extraversión, apertura a las experiencias, amabilidad o conciencia. Curiosamente, quienes señalaron llorar por tristeza se clasificaban mayoritariamente como neuróticos y quienes lo hacían por sorpresa eran más tendentes a la apertura a las experiencias. Cabe destacar que el neuroticismo suele tener muchas connotaciones negativas, pero que en realidad no es algo necesariamente malo. Simplemente es un rasgo psicológico que hace referencia a personas con un sistema nervioso muy reactivo, por lo que reaccionan de forma emocionalmente muy intensa ante estímulos externos. En este caso, la música sería uno de esos estímulos.

Este estudio tenía limitaciones, como una mayoría de mujeres o todos los participantes estudiantes. No había mucha variabilidad. Sin embargo, los resultados son bastante interesantes, al menos para esos grupos poblacionales.

¿Es malo que la música nos haga llorar?

Podríamos pensar que el hecho de que la música nos haga llorar es malo. Si ya en la vida pueden pasarnos cosas tristes, ¿qué necesidad tenemos de sentir tristeza con la música? No obstante, los estudios señalan que, en realidad, esto es algo positivo.

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Escuchar música que nos haga llorar puede ser muy relajante. Foto por Alice Moore en Unsplash

En 2017, dos científicos japoneses analizaron la respuesta fisiológica de un grupo de personas frente a canciones que les generaban distintas emociones. Así, se vio que cuando la música les hacía llorar, la respiración se hacía más lenta, incluso si los latidos del corazón se aceleraban. Esto indicaba que a pesar de la excitación, las melodías tenían un efecto relajante. Al final, se sentían relajados y con un gran placer. Y es que se ha comprobado que la música que nos hace llorar también activa los sistemas de recompensa cerebrales, por lo que se libera más dopamina y, consecuentemente, sentimos más placer. 

¿Hay trucos para componer melodías lacrimógenas?

No sabemos si Taylor Swift compone sus canciones buscando las lágrimas de sus fans. Lo que está claro es que con algunas lo consigue. Las letras tienen mucho que ver, desde luego. Pero la melodía de una canción también es esencial para que la música nos haga llorar.

Suelen utilizarse lo que en música se conoce como acordes menores. De hecho, en 2022 se demostró la eficacia de los acordes menores con un estudio muy curioso. Se pidió a un grupo de compositores que escucharan los llantos de varios bebés y los transofrmasen en acordes. Curiosamente, la mayoría de ellos eran acordes menores. El llanto de un bebé es uno de los fenómenos que más emociones despiertan a los seres humanos. Al fin y al cabo, evolutivamente sirven para que nos preocupemos por ellos y les cuidemos. Por eso, si la música imita ese llanto, consciente o inconscientemente, será más probable que nos haga llorar.

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Hay varios trucos que pueden hacer que una melodía despierte más ganas de llorar. Crédito: Eve Frank (Unsplash)

Pero eso no es todo. En una entrevista para NPR, un profesor de psicología de la Guildhall School of Music and Drama de Londres, John Sloboda, explicó que para que una melodía nos haga llorar normalmente debe incluir, además de  los acordes menores, dos factores. Por un lado, algo conocido como appoggiatura o apoyatura. Esto consiste en una o varias notas rápidas que se tocan alrededor de una nota central y que no forman parte del cómputo total del compás. A veces pueden crear incluso disonancias, pero se trata de disonancias agradables de escuchar. Una de las grandes compositoras de música lacrimógena, Adele, las usa mucho.

El factor sorpresa es esencial

Además de todo eso, es importante el uso de progresiones de acordes inesperadas, que se salgan de la estructura normal de la melodía. Esto va en consonancia con aquel estudio en el que el 36,7% de los participantes reconocieron llorar por asombro.

Sea como sea, que la música nos haga llorar no es malo. A veces, puede ser relajante y liberador. Posiblemente, quienes hayan llorado en el concierto de Taylor Swift, saliesen de allí en plena catarsis y sintiéndose mucho mejor. Eso forma parte de la magia de la música. 

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