La primera escena de La casa del dragón, se asegura de dejar claro el lugar narrativo del cual proviene. La sombra de Juego de tronos es alargada y el punto inicial, es aclarar la línea de tiempo. La nueva serie de HBO Max, que explora el mundo de George R.R. Martin es consciente de sus antecedentes y los celebra sin disimulo.
De inmediato explica que lo que se contará a continuación, es la historia que, para bien o para mal, dio pie a la tragedia de Daenerys Targeryen. La Reina, que al final, quedó marcada por el destino y la herencia familiar, es ahora un punto de referencia a futuro. De modo que se aclara como hecho de interés: 172 años antes del nacimiento de la última miembro de la casa, ocurrió un cataclismo.
Eso, a pesar de que, en el sentido estricto, La casa del dragón es una precuela de todo lo acontecido en su predecesora. Pero el nombre de Daenerys tiene un peso considerable. Y mucho más, lo poco que conocimos sobre su familia a través de sus recuerdos y contexto. En esta ocasión, todo lo que la Reina que resucitó a los dragones recordaba como un pasado glorioso, cobra vida. Todo ocurre en el escenario del poder de los Targaryen, los gobernantes con fuego en las venas. Una genealogía brutal, retorcida y fascinante que llega a la pantalla chica en todo su esplendor.
La Casa del Dragón es la nueva serie del universo de Juego de Tronos
De regreso a tierras en llamas
La Casa del dragón deja claro lo anterior de inmediato. La sucesión Targaryen es tumultuosa, complicada y como no, arrasada por una herencia fatídica. La sangre, el fuego y la locura se conjugan en una combinación volátil, siempre al borde del estallido. Y Viserys I (Paddy Considine), asciende al trono con la consciencia que no solamente tendrá que lidiar con siete reinos hostiles. También, con los enrevesados conflictos de su propia parentela.
Es un rey elegido, lo cual es una rareza para el tronco central de la obra de Martin. Se trata de un hecho que enfatiza en que la serie manejará un discurso distinto. Votado como el hombre más apto para gobernar, Viserys deberá tomar decisiones que impliquen el orden del reino y, a la vez, debe demostrar su poder. Su condición de líder nato en una época levantisca y brutal.
Solo que, la princesa Rhaenys (Eve Best), prima de Vyseris, tenía un reclamo mucho más directo. Y en otras circunstancias, habría terminado en el Trono de Hierro. Pero es una mujer y en Westeros la mera idea que gobierne, engendra inestabilidad. De modo que Viserys asciende al poder con la sombra de cierta ilegitimidad a sus espaldas. Por supuesto, ni él ni su consejo le llama de esa forma.
Eso, a pesar de que lleva a cuestas la percepción que ejerce un derecho robado, fatídico y que de una u otra forma, no tendrá un buen final. La serie comienza su narración con la certeza inquietante que el reino — la paz precaria que disfruta — pende de un hilo. Tan delicado y frágil que debe ser custodiado desde una perspectiva cuidadosa y maquiavélica.
Una línea de fuego en la historia de Westeros
El primer episodio demuestra las ambiciones de La Casa del Dragón. El apartado visual es mucho más rico, detallado y radiante de lo que nunca fue en Juego de Tronos. Y quizás, la salvedad, haga que la inmensa riqueza de los Targaryen sea un punto al que se haga énfasis con un esplendor medieval de oro y piedra.
Pero, el mayor punto de interés, son los dragones. Si hasta ahora, el mundo de Martin en televisión los había mostrado con discreción, ahora son magia pura reconvertida en presencias temibles. Los Targaryen y sus míticas criaturas legendarias son uno solo. Y el programa lo muestra en una sucesión de escenas brillantes.
Desembarco del Rey — el único escenario, que de momento se analiza — es una ciudad en la que los mitos conviven con el pueblo. Hay estatuas de dragones, ornamentos de flamas de fuego. Y el estandarte Targaryen es un punto de belleza en medio de las grandes murallas de mármol blanco. Es notorio que la producción apostó a una suntuosidad que deja claro que este es un período dorado. Muy lejos de las precariedades de Daenerys. Un período en la que la posibilidad que un Targaryen perdiera un dragón en una batalla, era algo impensable. El punto se refuerza en la medida que la serie analiza como la influencia de la familia real es total, está en todas partes. Es, sin duda, más corrosiva, pesada y cruel de la que nunca será en el futuro la de la casa Baratheon o la Lannister.
HBO analizó todas las posibilidades para traer de regreso al universo de Juego de Tronos. Y sin duda, la exploración de la casa Targaryen es una decisión que deja entrever que la mitología de la historia se expandirá. ¿Hacia dónde y en qué sentido? En el primer episodio de La Casa del Dragón está claro que hay cientos de narraciones al contexto. Que se interconectan entre sí y sustentan, la que por ahora estará en pantalla. Los Targaryen —su historia, su brillante sentido del mito— parecen ser el paso inicial hacia algo más elaborado, transgresor y brutal de lo que podría esperarse.
Y entonces, el fuego reinará en Westeros
Como si toda la presión que el Rey lleva a cuestas no fuera suficiente, el primer capítulo de temporada, cuenta su dilema más complicado. Viserys sufre un revés considerable a la vista de un Westeros mucho más salvaje y violento. Su heredera es Rhaenyra (Milly Alcock), por lo que su derecho al trono, también podría estar en disputa.
El primer capítulo la muestra extraordinaria, una joven mujer con ímpetu y sin duda, el símbolo dorado de su extraña casa familiar. El personaje recuerda en más de una ocasión —y deja la duda si se trata de un hecho casual— a Daenerys. Pero también hace algo más: muestra la plenitud de los Targaryen. Su estrato de influencia y cualidad semidivina.
Sin embargo, Rhaenyra sabe que tendrá que enfrentar un país que jamás la aceptará como Reina. A pesar de sus buenas intenciones y su decisión de ejercer su derecho. La serie tiene el buen tino de detallar en su primer episodio que no es codicia lo que mueve a la princesa. Más bien, se trata de un substrato intuitivo sobre su capacidad para el liderazgo. Y es esa perspectiva, lo que establece un sentido del honor y la trascendencia que enaltecen el personaje.
A la sombra del trono de hierro
Para Viserys, el tablero de poder se hace cada vez más duro y angustioso, cuando enviuda —en una de las escenas más duras del capítulo— y debe tomar una decisión. Apuntalar el poder de la jovencísima Rhaenyra y enfrentar al Reino o contraer matrimonio de nuevo para intentar tener un heredero. Por último, está la opción más peligrosa: la de nombrar a Daemon (Matt Smith), su brutal hermano, como su sucesor. Pero tanto el monarca como Ser Otto Hightower (Rhys Ifans), saben que el hermano despótico en el trono sería un problema imaginable. O en el peor de los casos, una tragedia a largo alcance que intentarán evitar.
Entre tanto, Alicent Hightower (Emily Carey), hija de La Mano del Rey, es una presencia reconfortante. O al menos, una que comprende a la joven princesa desde cierta idea de igualdad. También es hija de un padre viudo con ambiciones. Pero Alicent tiene un lugar reservado a no tardar. Y de hecho, el argumento deja claro de inmediato que será una pieza clave en lo que sea que ocurra en el resto de la temporada. Por ahora, es la escucha fiel y atenta de la princesa. También, su más cercana compañera.
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El primer capítulo de La Casa del Dragón deja claro la necesidad de expandir y crear nuestros estratos en un universo rico en detalles. Miguel Sapochnik (showrunner y guionista) es consciente de eso y es obvio que esta elegante visión del poder retorcido, solo es un abreboca. Uno que elevará la apuesta a medida que transcurra la historia y conduzca al centro mismo de su núcleo en llamas. Los paisajes familiares de Westeros están de regreso, pero el horizonte es mucho más despiadado y cruel de lo que nunca fue. Lo que puede ser —según avance la narración— una buena o una mala noticia.