Contar una historia sórdida sin caer en sus puntos más oscuros reviste de una considerable dificultad. Pam & Tommy, la primera serie original enfocada al público más adulto de Disney+ lo intenta y aunque el resultado es satisfactorio, no siempre es uniforme. Mucho menos cuando su argumento, basado en el vídeo sexual de Pamela Anderson y Tommy Lee, roza la polémica pero no llega a mostrar sus puntos más duros. Lo mismo ocurre con la estética y las actuaciones.
La historia del sex tape más vendido de la historia es también la de la celebridad fugaz y superficial. A la vez, es una mirada poco convincente acerca de los difusos y peligrosos límites entre lo íntimo y lo privado en nuestra época. Todo, con un toque de extravagancia y exuberancia despreocupada que brinda a la serie sus mejores momentos.
No obstante, Pam & Tommy no logra profundizar en lo que parece ser su punto más urgente. O mejor dicho, recorrer los lugares más complicados de un escándalo que mostró el poder real de internet. Y, más allá, la forma en que la fama sustentada en el escándalo puede ser un monstruo en sí mismo. La serie, producida por Craig Gillespie y con el showrunner Robert Siegel a la cabeza, trata de mantenerse dentro de ciertos límites. Lo hace, además, a través de un recorrido incómodo por el mundo de los excesos.
'Pam & Tommy', el escándalo que ya es un mito
Esa conciencia de la frontera que no se puede transgredir convierte la audacia en pequeños destellos de ingenio. Pero, en conjunto, la promesa de narrar un hecho resonante de la cultura pop, con todos sus detalles perversos, nunca se cumple en Pam y Tommy. No sólo la producción se mantiene a distancia de sus personajes, también de la historia.
Como un observador sin mucho que decir, el guion va y viene mientras deja en claro los puntos más obvios de un escándalo convertido en hito. Pero es evidente que tanto el guion como la puesta en escena necesita cuidar ese espacio intangible que evita tocar. Y el resultado es una singular mirada pulcra a un suceso conocido, precisamente, por sus espacios oscuros.
Con la promesa de narrar minuciosamente el robo y comercialización del vídeo sexual de Pamela Anderson y Tommy Lee, la serie comienza por lo básico. Sus primeras escenas muestran la enorme mansión de la pareja y la sensación de caos decadente que acompañó su corta, intensa y disparatada relación. Es evidente que el guion quiere dejar claro que la relación de Anderson y Lee era un espacio complicado desde el principio. Lo era en su bulliciosa y extraña concepción sobre el amor, la intimidad y la fama. Pero también, por el hecho que ambos eran carne de cañón para un desastre inminente. La cámara sigue a sus personajes con atención, los estudia e intenta no brindar conclusiones inmediatas. Pero resulta complicado no hacerlo, mientras el guion de Pam y Tommy acentúa el aire de desastre casi inofensivo que no se termina de resolver completamente.
Una Pamela Anderson que no está hipersexualizada
Uno de los puntos álgidos de la serie de Disney + es la caracterización inteligente de Sebastian Stan como Tommy Lee y de Lily James como Pamela Anderson. Ambos actores evitan con habilidad la caricaturización y brindan un vivo retrato de sus personajes. Juntos, componen un reflejo de la fama bullicioso y casi ingenuo. El resultado de Pam y Tommy es una mirada consistente al mundo de una pareja convertida en símbolo de la década. También en una muestra de la celebridad fatua, que se alimentó del mero hecho de ser deslumbrante y atractiva.
La Pamela Anderson de James es una mujer llena de ambiciones y también aturdida y fascinada con el fenómeno a su alrededor. La actriz evita hipersexualizar a su personaje y, gracias a eso, el argumento tiene una oportunidad mucho mayor para explorar sus matices. Por su lado, el Tommy Lee de Stan es la encarnación de la figura escandalosa por excelencia. Con el cuerpo lleno de tatuajes y una risa desordenada, es una figura feliz y despreocupada, siempre al borde desastre.
La serie se toma con paciencia el presentar a sus personajes y, sobre todo en su segundo capítulo, brindarles verdadera humanidad. Pero lo hace con tanto cuidado de evitar rebasar límites, que termina por parecer pulcro en exceso. En algunos puntos, Pam y Tommy es una producción muy consciente sobre sus propias debilidades. El hecho que jamás podrá mostrar lo más extraño y agresivo de una historia incómoda.
La reflexión que no deja 'Pam y Tommy'
No obstante, el guion es lo suficientemente consistente para narrar la historia con propiedad, aunque pierde la oportunidad de ser más contundente. Una vez que estalla el escándalo, la trama va de un lado a otro sin saber en qué punto concentrarse en realidad. Lo hace con una complicada condición de mostrar por primera vez cómo afectó a Pamela Anderson un tipo de fama violenta e incontrolable. Pam y Tommy está lo suficientemente comprometida con el tema como para dedicar una buena cantidad de tiempo a su análisis. Pero no encuentra la dimensión real para dirimir la cuestión más complicada. ¿Cómo pudo lidiar la pareja con un escándalo inédito, sin otro referente que el de su instinto?
La serie muestra los errores, el miedo de ambos y, al final, la forma en la que la difusión del vídeo sexual terminó por destrozar a la pareja. A pesar de que más de 20 años después la experiencia pueda resultar insustancial en comparación a otros escándalos, la serie deja en claro el hito que marcó. El argumento explora la celebridad, los peligros de la ruptura de la intimidad y la ausencia de límites. Pero, de nuevo, evita los cuestionamientos más duros en favor de un cierto sesgo reflexivo sobre la crueldad cultural.
El vídeo ya es historia... ¿ahora qué?
Desde las primeras escenas que muestran a Rand Gauthier (Seth Rogen), responsable del robo y venta del video, la serie deja claro cuál será el desenlace. Intenta sorprender al tomar una dirección por completo distinta. No obstante, al final, Pam y Tommy tiene más ambición que recursos para narrar una historia complicada sin un final feliz.
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En sus últimas secuencias es evidente que en la serie hay una barrera invisible que no pudo cruzar. Y aunque cumplió su cometido de la mejor manera que pudo, la sensación es que no es suficiente. O al menos, que pudo ser más ingeniosa que un mero recuento de hechos. Quizás, la manera de narrar un escándalo tan perverso sea su punto más bajo y, como consecuencia, una de las producciones de este calibre que llega con menos sorpresas a la pequeña pantalla.