Si paseamos por los bosques tropicales de las islas de Java o Borneo es posible que veamos bandadas de una curiosa mezcla entre avioneta y mariposa volando entre la vegetación. Sin embargo, esos curiosos avioncitos no son insectos ni artilugios ideados por el ser humano. En realidad, se trata de semillas. Más concretamente de semillas de liana de Borneo (Alsomitra macrocarpa), conocida también como pepino de Java.

Esta planta, de la familia de las calabazas, presenta varias peculiaridades; pero, sin duda, lo que más llama la atención de ella son sus semillas voladoras. Parecen dispositivos de ingeniería, pero en realidad son solo obra de la naturaleza. De hecho, a lo largo de la historia ha ocurrido al revés, pues han sido los ingenieros e inventores los que se han fijado en ellas para intentar emularlas. No es algo aislado. Es más que común la observación de animales voladores para el desarrollo de drones y otros dispositivos de vuelo. En plantas, en cambio, no es tan habitual. 

Lamentablemente, a los científicos que intentaron copiar a la liana de Borneo no siempre les salió bien la jugada. Y es que, por mucho que intentemos imitarla, la naturaleza nos lleva millones de años de ventaja. 

Las curiosas semillas voladoras de la liana de Borneo

La liana de Borneo es característica de los bosques tropicales del archipiélago malayo y las islas indonesias.

Tiene la apariencia típica de las lianas, pero con la peculiaridad de sus frutos, de forma acampanada y el tamaño aproximado de un balón de fútbol. 

La liana de Borneo es característica de los bosques tropicales del archipiélago malayo y las islas indonesias

En su interior pueden contener hasta 400 semillas, que se liberan cuando están maduras. En otras plantas, aquí entran en juego animales, como algunos insectos o pájaros, o fenómenos climatológicos, como el viento, que se encargan de transportarlas.

Sin embargo, la liana de Borneo no necesita nada, ya que son las propias semillas las que se desplazan por el bosque en busca de nuevos lugares en los que germinar. Lo hacen gracias a sus brácteas. Estas son las pequeñas estructuras similares a hojas, que a veces se encuentran rodeando las flores por su parte más externa. En el caso de las semillas de la liana de Borneo, cuando maduran las brácteas se secan y se curvan ligeramente, adquiriendo una forma aerodinámica que las transforma en una especie de alas de avioneta. Así, las semillas pueden planear, detenerse e incluso acelerar, desplazándose a grandes distancias. 

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Inspiración en ingeniería

Algo interesante de las semillas de la liana de Borneo es que, a pesar de no tener piezas móviles, pueden volar de varias formas diferentes. A grandes rasgos presentan dos tipos de vuelo: la caída helicoidal y la oscilación fungoide. Esto último consiste en que las semillas se levantan, se detienen, caen levemente y se vuelven a levantar. Es un proceso que les permite ir ganando aceleración poco a poco y, además, mantenerse más tiempo en el aire, haciendo más eficiente el transporte de semillas.  Finalmente, estas quedan esparcidas en el suelo en un círculo de hasta 6 metros de ancho. 

El proceso de oscilación fungoide ha llamado históricamente la atención de ingenieros aeronáuticos. Por eso, algunos tomaron como modelo las semillas de liana de Borneo para intentar desarrollar naves voladoras.

Las dos formas de vuelo de la liana de Borneo son la caída helicoidal y la oscilación fungoide

Es el caso del austriaco Igo Etrich. En los inicios de la aviación, compró uno de los planeadores desarrollados en el siglo XIX por el alemán Otto Lilienthal. Quedó sorprendido por su capacidad de vuelo, pero también decepcionado por su rápida pérdida de estabilidad frente al viento. De hecho, durante una de las pruebas que realizó con él una corriente de aire le tiró y tuvo que ser ingresado en el hospital.

Tras el alta, decidió buscar métodos de vuelo más estables basándose en la naturaleza. Así fue como llegó hasta una curiosa planta de Indonesia, cuyas semillas, al parecer, eran capaces de volar de una forma muy estable sin ningún mecanismo complejo. Quedó fascinado y puso todo su empeño en hacerse con algunas de aquellas semillas para realizar pruebas. Comprobó que, efectivamente, no importaban las condiciones del viento, cuando se lanzaban realizaban un vuelo en barrena, para luego comenzar a planear y perder altura muy lentamente, sin desestabilizarse. 

Llevado por la misma intuición, otro ingeniero, el irlandés John William Dunne, realizó también pruebas con las semillas de liana de Borneo. Sin embargo, descubrió que sí que tenían una limitación: no se mantenían estables direccionalmente.

En la naturaleza la planta no necesita serlo. Sin embargo, si bien el mecanismo no podía copiarse tal cual, sí que fue una gran inspiración para estos y otros científicos. Del mismo modo que después lo han sido el vuelo de los murciélagos o el de las abejas. Y es que la naturaleza está llena de alas a las que copiar. Lo curioso es que, a veces, están en el lugar en el que menos te lo esperas.