Mil colmillos, de Guillermo Escalona y Jaime Osorio Márquez, sorprende desde sus primeras escenas. La primera producción colombiana para HBO Max tiene un especial interés en dejar claro que se trata de un recorrido hacia lo tenebroso. Lo logra, además, con una serie de recursos ingeniosos que dejan muy claro la ambición del guion.

Con sus amplios planos, la mirada hacia la selva misteriosa y la conclusión de que el peligro acecha (y uno inesperado), la serie toma decisiones inteligentes. La más evidente es que hace referencia a varias de las grandes películas sobre acción y terror de las últimas décadas. 

La otra: crear un entorno tenso cuya atmósfera se hace más enrarecida a medida que avanza en una dirección singular. Esta versión a pequeña escala de Depredador (1987) de John McTiernan es una conjunción de ideas peculiares.

En primer lugar, utiliza el trasfondo de la selva amazónica como un enemigo silencioso. Uno que además tiene reglas propias y se vuelve más hostil a medida que el grupo de soldados que se internan en ella avanzan. En segundo, la capacidad del argumento para confundir el inevitable trasfondo social y local con algo más amplio.

Si algo sorprende en Mil colmillos es la decisión de enhebrar varios conflictos a la vez y asumir el sustrato de producto específico. Esta es una historia colombiana, contada por colombianos. Pero también, es un tránsito hacia algo más lóbrego que se manifiesta con una rapidez desconcertante. El guion escrito a cuatro manos por el dúo de directores es directo y preciso. Pero no por eso, menos denso. Esta marcha hacia la muerte, llena de una extrañísima belleza ritual, es también un mito dentro de un mito. Un misterio venenoso que extiende sus filamentos en todas direcciones a partir de un hecho en apariencia vulgar. 

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Para el argumento es esencial dejar en claro que lo que se narrará en pantalla es frenético y duro. Que provocará sobresaltos y apelará al miedo primitivo a lo desconocido. Pero a la vez, que se trata de un relato acerca de la condición humana. Entre ambas cosas y con una raíz profunda en producciones que mezclan el terror y la acción, Mil colmillos es un diálogo con el miedo. Uno inteligente, bien construido y con las suficientes aristas para volverse más interesante por momentos. 

En la selva acechan los monstruos y los secretos impensables

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Es todo un acierto que Mil colmillos utilice el contexto colombiano para mostrar lo que será después una incursión al miedo sobrenatural a toda regla. La serie comienza por establecer los parámetros usuales de una historia al estilo. Un grupo de soldados deberán cumplir una misión en apariencia rutinaria y para eso deberán enfrentar al Amazonas. 

El guion toma la curiosa decisión de convertir a la selva en un enemigo a tener en cuenta. Uno que además tiene secretos que guardar y algunos de ellos peligrosos e impredecibles. Desde sus primeras secuencias, Mil colmillos toma la amenaza a lo desconocido como una eventualidad. También como un recorrido minucioso a través de un estrato que pondrá a prueba a los personajes. La selva no solo es un lugar, es una presencia caníbal y demoledora que espera, que se nutre del miedo y que aplasta la voluntad. 

Pero con un  homenaje obvio a Aliens (1986) de James Cameron, Mil colmillos también plantea peculiares interrogantes. Mientras la cámara sigue con atención a sus personajes y muestra su debilidad bajo la aparente fortaleza, también hace algo más. Demarca el camino a seguir, insiste en la concepción que la oscuridad de la selva (ese enigma mudo), es peor que cualquier riesgo mundano. Y cuando finalmente la amenaza aparece (en una de las mejores secuencias de la serie), lo hace con una brutalidad escalofriante. 

Mil colmillos es consciente que la fórmula que utiliza ha sido versionada una y otra vez. Pero eso no impide que logre encontrar puntos originales para narrar el ataque imprevisto de lo sobrenatural. Lo que espera en la selva no es solo un monstruo. También tiene habilidad, agilidad y está dispuesto a luchar. Una vez que mostró el centro de su dilema, la serie entonces avanza hacia la oscuridad. ¿Qué aguarda entre los árboles con un apetito inhumano? 

'Mil colmillos' y lo aterrador

Mil colmillos además, narra en paralelo el contexto histórico de lo que ocurre. Pero el viaje al pasado no hace más que acentuar la idea que lo que acaece en el futuro es inevitable. Pero en lugar de utilizar maniqueísmos o fórmulas simples para definir a sus héroes y villanos en realidad plantea la cuestión desde lo inminente. Todos los personajes deberán luchar para sobrevivir. Todos lo harán con las armas a su disposición. Y esas no siempre serán éticas, correctas o moralmente comprensibles. 

La serie colombiana de HBO Max es un mapa de ruta hacia lo sobrenatural desde un punto de vista moderno. En sus puntos más altos, la introspección que el guion brinda a sus personajes avanza en todo sentido y nivel. En los bajos, resulta un poco confusa en medio de los ataques brutales que deberán enfrentar. Pero entre ambas cosas, Mil colmillos tiene la audacia y el instinto suficiente para conocer sus límites y enaltecer sus fortalezas. 

Con su aire profano, levemente tétrico pero sin duda, poderoso Mil colmillos es una propuesta de consistente calidad. Una versión del miedo que utiliza lo que le rodea para nutrirse pero a la vez, no olvida de dónde proviene. Quizás, los momentos más brillantes de su propuesta. 

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