Si eres aficionado a la ciencia ficción, tienes claro que cuando ves una película de género, los sonidos que oyes son inventados. No existen las pistolas láser, ni las naves espaciales, y los robots del cine hacen mucho más ruido que los de verdad. Y qué decir del cine de terror, donde oímos los quejidos de los zombis o el exagerado sonido de un cuchillo destripando a su víctima. Sin embargo, no es tan frecuente saber que hasta un simple disparo o el cierre de una puerta en una escena dramática han sido creados, probablemente, en una sala de grabación estanca.
En el cine hay un equilibrio interesante entre la imagen y el sonido. El campo del sonido, a su vez, se divide en varios compartimentos, algo que explica muy bien el documental de 2019 Making Waves: The Art of Cinematic Sound y que en español se ha traducido como La magia del sonido en el cine. En dicho documental se hace una gráfica división del trabajo de grabación, edición y postproducción asociado solamente al sonido. Por una parte, la música. Luego tenemos las voces de los actores. Y, en último lugar, los efectos de sonido.
Y es en este apartado, en el de los efectos de sonido, donde se mezclan la tecnología y el arte para ofrecer una experiencia impensable si viéramos la grabación de una película sin haber sido editada posteriormente. Las voces de los protagonistas demasiado bajas, las constantes interrupciones de los sonidos ambiente… O sonidos flojos o inexistentes al suceder algo en pantalla que debería hacernos dar un salto en el asiento. Los efectos de sonido tienen una dura misión: realzar ciertos sonidos para que los escuchemos, anular otros para que no interrumpan y, en tercer lugar, crear sonidos de la nada.
Precisamente, dentro de los efectos de sonido existe un área muy concreta, los efectos de sala o efectos foley. Foley en honor a su inventor, el estadounidense Jack Foley, que ahorró millones de dólares al cine gracias a la grabación de efectos de sonido dentro de una sala de grabación en lugar de salir ahí fuera a intentar captarlos. El arte de generar un disparo, una explosión o un puñetazo de la nada, con ayuda de objetos que nunca asociarías a ese sonido.
La necesidad de reproducir el sonido real
Primero se oyen unos pasos. A lo lejos. Se van acercando. Luego un golpe en lo que imaginamos es una puerta. Oímos el pomo de una puerta girando y el característico gemido de una puerta mal engrasada abriéndose. Esta escena clásica que habremos visto en infinidad de películas en blanco y negro también se repitió innumerables veces en la radio.
En Estados Unidos, desde los años 30 del siglo pasado eran muy populares las radionovelas, en las que se representaban escenas donde no faltaban los efectos de sonido, muchas veces creados en directo. Personajes populares gracias al cine como Batman o Superman tuvieron sus propias radionovelas. En ellas, los efectos de sonido recreaban lo que hoy son básicamente efectos visuales generados por ordenador, pero donde también tiene su papel los efectos de sonido. Y si nos remontamos más en el tiempo, el teatro mismo fue pionero en recrear sonidos, como un trueno o el galopar de los caballos, algo imposible de generar dentro de un teatro si no era con efectos de sonido.
Cuando llegó el cine sonoro, era inevitable que los efectos de sonido fueran parte importante del metraje, ya que no siempre era posible captar el sonido ambiente o determinados ruidos que eran claves para la trama argumental. Aquí entraban en escena, o mejor dicho, detrás de ella, los efectos de sala, que con el tiempo han pasado a llamarse efectos foley en honor a uno de sus principales impulsores, Jack Foley. Y a quienes realizan esos sonidos se les conoce como artistas foley. El apellido Foley hasta se refiere al lugar donde se graban estos sonidos, salas de efectos o en inglés foley-stage o foley-studio.
Muchos hemos jugado a crear efectos de sonido o lo hemos visto en películas o en televisión. Golpear unos cocos vacíos para imitar el galope de un caballo, hacer explotar un globo para imitar una explosión o un disparo, agitar papel de aluminio para reproducir el sonido de la lluvia o arrugar una hoja de papel para simular el crepitar de una hoguera. Hay infinidad de combinaciones, algunas de ellas visibles en vídeos de YouTube o en películas como Berberian Sound Studio, de 2012, protagonizada precisamente por un ingeniero de sonido dedicado al arte de los efectos foley.
Jack Foley en los efectos de sonido
Aunque no fue el primero en su haber, sí fue quien dejó una mayor marca en el cine. Más que nada porque Jack Donovan Foley estuvo allí desde el primer momento. En concreto, empezó a trabajar para Universal Studios en 1914, cuando el cine era mudo. Pero en cuanto se estrenó el primer título sonoro, todos los estudios vieron que era necesario subirse a ese tren.
El cantante de jazz, de 1927 y producida por los hermanos Warner, es considerada la primera película sonora de Hollywood. Dos años más tarde, Universal convertiría la película muda Show Boat a sonora. Es más, acabaría siendo un musical. Tras este primer trabajo sonoro de Jack Foley, llegarían muchos más. Y con la dificultad de grabar todos los efectos del tirón mientras se proyectaba la película en una pantalla. Por suerte, con el tiempo se podrían grabar los efectos de sonido por separado y luego montarlos junto a la imagen.
Si echamos un vistazo a su ficha de IMDb, veremos que no es muy extensa. Lamentablemente, la tarea de efectos de sonido no aparecía acreditada, algo que tardó mucho en corregirse. De ahí que veamos pocos títulos en su haber, aunque de la talla de Drácula de 1931, protagonizada por Bela Lugosi, o Spartacus de 1960, protagonizada por Kirk Douglas y dirigida por Stanley Kubrick.
Con todo, en la actualidad los efectos foley son imprescindibles en cualquier película, ya sea de superhéroes, ciencia ficción, terror, una comedia o un drama. Además, el proceso se ha digitalizado y modernizado. Al igual que en la radio se popularizaron las cintas con efectos grabados, hoy sonidos precargados que se lanzan en antena con un simple botón, el cine cuenta con catálogos ingentes de efectos de sonido que pueden rescatarse desde un buscador y aplicar a la pista de audio correspondiente en cuestión de segundos. Una tarea que se ha automatizado en gran parte pero que en pasado tuvo a grandes artistas recreando sonidos durante horas.
Otro gran artista foley conocido también como diseñador de sonido, director y doblador es Benjamin Burtt, Ben Burtt. A él le debemos los más de 800 sonidos necesarios para dotar de realismo al universo Star Wars desde su primera película, en 1977. Luego vendrían Invasion of the Body Snatchers (1978), la trilogía de Indiana Jones iniciada en 1981, E.T. (1982) o la más reciente WALL-E de 2008.
Pero su principal labor fue con la trilogía original de Star Wars, marcando las pautas a lo que vendría después. Con su trabajo de recrear sonidos imposibles de criaturas, naves y armas inexistentes, influyó a las películas que se rodaron en adelante. Sin embargo, técnicamente no podemos considerarlo un artista foley, pues su tarea de crear efectos de sonido partía de grabar sonidos de aquí y de allá. Con todo, sigue siendo parte de un colectivo que destaca en pantalla por su sonidos pero de quienes sabemos más bien poco.