Se suele decir que al utilizar un f/1 realmente dejamos pasar toda la luz que dispone nuestro objetivo, pero esto no es del todo así. Como ejemplo de ello tenemos a Stanley Kubrick, el cuál empleó una lente Zeiss Planar de 50mm f/0.7 para grabar Barry Lyndon, siendo así la más luminosa de toda la historia. Pero, ¿cómo se pudo crear un objetivo con apertura inferior a 1?
En ocasiones, debido a las facilidades que actualmente nos otorgan, se nos olvida que la fotografía es un fenómeno físico. Tenemos una herramienta de la que nos servimos para tomar imágenes, pero al modificar valores como el diafragma, la velocidad de obturación o la ISO, lo único que realmente controlamos es la exposición de nuestra toma. Es decir, de la manera en la que nuestra “caja oscura” tratará los rayos de luz procedentes del exterior, para que éstos sean finalmente impactados sobre la película o el CCD y creando así la imagen final.
Resulta un poco complejo el entendimiento de algunos conceptos físicos aplicados a la fotografía, pero vamos a tratar de explicarlo de la forma más fácil posible.
Primero, lo que debemos tener en cuenta es lo que realmente significa el número f situado en nuestro objetivo. Todo ello se entiende con la fórmula D=f/N, donde D se corresponde con el diámetro de entrada del objetivo que estemos utilizando (también llamado pupila de entrada). Así, el numero f es la relación entre la distancia focal (50mm, 70mm… etc.) y el diámetro del objetivo. Por ejemplo, para f/1 a 50mm el diámetro sería de 50mm, mientras que para conseguir un f/0,7, la pupila de entrada sería de unos 72mm. El diámetro del objetivo es mayor cuanto más grande sea nuestra apertura.
Debemos recordar, a mayor distancia focal y apertura empleada, el punto de enfoque será cada vez más reducido. Supuestamente, el número f mínimo es de 0,7, ya que si la relación fuera menor, la distancia focal sería demasiado pequeña para ese diámetro del objetivo, por lo que sería imposible enfocar la imagen. Es decir, los rayos de luz refractados al pasar por la lente no terminarían convergiendo en el sensor.
El truco que utilizó Kubrick, es emplear un convertidor anamórfico a 36mm, especialmente pensado para el cine, con el Zeiss Planar 50mm. Esto le permitía modificar el aspecto de la imagen, captando la toma como si tuviese un objetivo de 36mm, mientras se mantiene el diámetro utilizado por la lente de 50mm. Así, el director estadounidense tenía realmente un objetivo de 50mm a f/1, pero cuya apertura se modificó a f/0,7 tras reducir su distancia focal aparente.
Veámoslo con ejemplos, si aplicamos la fórmula que antes hemos mencionado (D=f/N), tendríamos que para 50mm=50/1, mientras que para un objetivo de 50mm con un conversor anamórfico de 36mm, la fórmula sería 50=36/0.7, dando lugar al diámetro de 72mm que anteriormente hemos mencionado para este tipo de apertura.
Espero que la explicación no fuese demasiado confusa, pero a rasgos generales lo que podemos decir es que Kubrick tenía a efectos prácticos un objetivo 36mm con la luminosidad de un 50mm con f/1. Así, el resultado fue el de una lente con una distancia focal milimétrica, pero con una luminosidad que permitiría grabar una película utilizando únicamente la luz de las velas (Barry Lyndon) o incluso ser utilizado por la NASA en el proyecto Apolo para tomar fotografías desde la Luna.
Las lentes internas para conseguir este efecto son algo complejas y caras. Por esta misma razón, son más costosos los objetivos con mayores aperturas, ya que además de la calidad de la lente, toda su construcción interna debe estar pensada para que los rayos de luz converjan y se proyecten de forma adecuada en el sensor.
Resulta asombroso comprobar cómo la fotografía, a pesar de todos los avances sufridos en el sector, en lo más profundo de su esencia sigue siendo un proceso físico y mecánico, que aún no se distancia demasiado de aquella cámara oscura diseñada por Johannes Kepler en 1604 y que sirvió para crear inventos como el telescopio, antecedentes que posteriormente se aplicarían al campo de la fotografía.