Observa con atención al chico aquel. Sí, el de cabello rubio, cejas negras enormes y traje blanco a la Miami Vice. Tal vez no lo sepas, su nombre es Eikichi Onizuka. Parece absorto en una profunda meditación filosófica, ¿cierto? Es como si estuviera por encontrar el Aleph o la respuesta a todos los problemas de la vida. Espera unos segundos más, no quiero que te decepciones. ¿Ya lo viste? Sí, así es, está mirando las bragas de una chica.

Es un buen tipo, en serio. Su sueño es ser profesor. No es que quiera ser guía de generaciones de alumnos, más bien quiere conocer chicas: muchas y si jovencitas, mejor. Sabe bien que los profesores son personajes respetados por la sociedad, así que a pesar de su poco ortodoxa y mínima educación, intentará postular por una plaza en un colegio de verdad.

¿Onizuka tiene las credenciales para ganar la plaza? No, de ninguna manera, por favor. Pero quiero que sepas que eso no es obstáculo para un hombre que fue líder de una banda de pandilleros, domina la técnica del German Suplex y sabe, como nadie, trabajar bajo presión. Déjame contarte algo más de Onizuka-sensei: tiene mucha actitud, demasiada confianza en sí mismo y es valiente donde los demás tienen miedo. Es un buen hombre, ya lo conocerás.

Le tengo un cariño especial a Onizuka. Fue una de las primeras series de Anime que vi en su totalidad (hace no mucho tiempo de eso, por cierto). Mi primera reacción entonces fue de sorpresa y, literalmente, de carcajadas sin parar. Es que los rostros de Onizuka dibujados por Tohru Fujisawa son, estimado lector, de antología y, en lo que a mí respecta, más graciosos que los de cualquiera de esos memes que circulan por la red (#yoconfieso: de GTO es el primer manga que compré).

Ciertamente, algunas situaciones son predecibles, a veces cansinas. Sabemos que Onizuka gana al final del día, que dará lecciones de vida a sus alumnos, que sus enemigos tienen que ser ridiculizados y sus aliados especialmente amables. No obstante, si hay algo valioso en GTO es la capacidad de Onizuka para superar prejuicios ajenos, su humildad, su auto confianza y autencidad, que de manera natural le llevan al auto descubrimiento, y, sin planearlo, al de los demás.

Por supuesto, después de todo lo que acabo de decir recomiendo encarecidamente el visionado de GTO, con mente abierta, claro, para ver más allá de las malas maneras de Eikichi Onizuka y su sobrada actitud cubierta de traje blanco.

¿Recomendaciones? En los comentarios, en la red Hipertextual o en Twitter (@alanlzd; con gusto las recibiré. Pienso que el Anime, como Onizuka-sensei, tiene mucho que enseñarnos.

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