El término “obsolescencia programada” tiene su origen en la primera mitad del siglo XX. Durante aquellos años surgió una tímida idea entre las industrias más reconocidas del sector: fijar y/o programar el fin de la vida útil de todos los productos fabricados. Es decir: hacer que una televisión, una videoconsola o un smartphone deje de funcionar correctamente pasado un periodo de tiempo concreto.

La obsolescencia programada es uno de los grandes debates alrededor de la industriaLas ventajas de esta técnica, para la industria, son infinitas, aunque la más notable es la constante fuente de ingresos y beneficios. Al gestionar manualmente la vida útil de un producto, se empuja al consumidor a invertir en la compra de un bien con más frecuencia, lo que se traduce, a su vez, en más ingresos y beneficios para el fabricante.

Por ejemplo: una compañía A crea un producto X cuya vida útil será de tres años. Al finalizar esos tres años, el consumidor que compró el producto X tendrá que invertir en un reemplazo o, en algunos casos, en una reparación. Esta aceleración del ciclo implica ingresos más frecuentes para la compañía, generando, por lo tanto, más beneficios y creciendo a un ritmo mayor.

jakkapan |Shutterstock
jakkapan |Shutterstock

En la actualidad, el debate sobre la obsolescencia programada continúa en el aire y rodea toda la industria. Hay quienes afirman que todas las compañías del sector lo aplican indistintamente; otros, en cambio, aseguran que eso es una invención absurda; y el último grupo se posiciona en un lugar intermedio entre ambas posturas.

El sello ISSOP lucha contra la obsolescencia programada y promueve los productos libres de ella

Afortunadamente —desde el punto de vista del consumidor—, comienzan a surgir soluciones que buscan proteger a los clientes ante este tipo de prácticas estratégicas. La **Fundación FENISS (Fundación Energía e Innovación Sostenible Sin Obsolescencia Programada), de origen español, ha creado un nuevo sello conocido como ISSOP (Innovación Sostenible Sin Obsolescencia Programada), el certifica los productos sostenibles libres y libres de este tipo de prácticas agresivas.

Los productos que obtengan este sello cumplen, según fija ISSOP en su propia página web, los siguientes puntos:

1. Priorizar la compra de productos y la contratación de servicios que sean respetuosos con el medio ambiente, fabricados sin obsolescencia programada, y si es fabricante de algún producto, fabricarlo sin obsolescencia programada. Utilizando preferiblemente producto local y el “Comercio Justo”.

2. Contribuir a la mejora energética y a la disminución de emisiones, con el objeto de reducir las huellas de carbono y ecológica corporativa.

3. Realizar la correcta gestión de residuos.

4. Promover la cultura del consumo social y ambientalmente responsable.

5. Apostar por una responsabilidad ambiental y la preservación del Medio Ambiente local.

6. Facilitar el acceso a la formación ambiental y de integración social.

7. Evitar hacer uso de una publicidad engañosa o ambiental y socialmente irresponsable.

8. Promover la igualdad e integración social.

9. Facilitar la conciliación laboral, familiar y personal.

10. Promover y difundir los compromisos adoptados hacia un modelo de gestión más sostenible y responsable. Incluir en sus contratos con terceros cláusulas que impidan la corrupción.

Los puntos establecidos para la obtención del sello ISSOP no solo buscan la ausencia obsolescencia programada, también protegen el medio ambiente y el desarrollo sostenible de los productos, aspectos que también se ven influenciados por estas prácticas que rodean a las industrias tecnológicas.

En la actualidad, es posible encontrar múltiples iniciativas similares a lo largo del mundo**. El alcance de todas ellas es reducido, al igual que el de ISSOP, pero su presencia y su progresivo avance deberían colaborar, en un futuro, a reducir las consecuencias de este tipo de prácticas.