M3GAN 2.0 es en muchas formas, un homenaje a la ciencia ficción contemporánea. En especial, porque el director Gerard Johnstone explora en el regreso de la muñeca original, con referencias a varios clásicos a la vez. Por lo que hay mucho de Terminator 2: El juicio final (1991) de James Cameron, en el regreso con intención de redención de un villano. También, guiños a Black Mirror— imposible no pensar en el episodio Rachel, Jack and Ashley Too al ver la primera aparición de la nueva M3GAN — y otros tantos, encajados a la fuerza en la trama. Pero lo cierto es que la intención del guion — que también escribe el director — es obvia y sin mucha gracia. Convertir a su personaje en un héroe de acción.

Y lo logra, con la decisión radical de olvidar cualquier relación con el género de terror y lanzarse de lleno a la acción futurista. Un giro que, si bien brinda a la película una rarísima personalidad, no es lo suficientemente inspirado o sólido para ser atractivo. La mayoría del tiempo, M3GAN 2.0 está más cerca de una comedia oscura con poca gracia que el argumento frenético que pretende ser. Mucho menos, cuando la historia mezcla desde un escenario camp de colores brillantes y música pop, con parlamentos zalameros y sensibleros. 

Lo cierto es que M3GAN 2.0 es un experimento a todo nivel. Que sería exitoso, si el director se tomara menos en serio su premisa y sus múltiples giros. Pero tanto el guion como la forma de enfocar la atención de la película en su robot (Amie Donald) intentan brindar una capa de heroísmo a escenas extravagantes o solo risibles. En especial, al dejar bien en claro, que su heroína usará todos los beneficios del conocimiento que la tecnología puede brindar para salvar el mundo. O lo va a intentar en cualquier caso.

Una continuación entretenida sin más

La película transcurre dos años después de los narrados en la original y se apresura a unir todas las piezas de su escenario con una explicación insípida. La tecnología detrás de la M3GAN no es inocua. Mucho menos doméstica y, para sorpresa de nadie, en las manos equivocadas se convierte en un arma a temer. El resultado es AMELIA (Ivanna Sekhno) una versión futurista de la antigua muñeca robot. Además, con un parecido más que sospechoso con la recordada Alita: Ángel de combate de 2019.

Sekhno, a la que vimos en la primera temporada de Ahsoka como la aprendiz Shin Hati, hace un buen trabajo al imprimir dureza y habilidad física a su personaje. Pero la historia es tan inepta al brindarle personalidad, que su esfuerzo se resume a una serie de primeros planos estáticos y a su agilidad asombrosa. De hecho, la cinta pierde mucho tiempo en seguir las avanzadas y prácticamente invencibles habilidades de AMELIA sin reparar en ningún matiz o profundidad. Por lo que para las primeras escenas algo queda claro. La villana robot en plena rebeldía contra el control humano, es poco más un objeto descontrolado y violento. 

Por lo que se echa, de menos, alguna alegoría o al menos, un intento de ser algo más que un ingenioso juego de referencias cruzadas del cine de ciencia ficción de 1990. En especial, porque la primera película usó el terror para explorar en temas actuales como la bioética, la irresponsabilidad en el manejo de la inteligencia artificial y la avaricia corporativa. Al contraste, M3GAN 2.0 abandona cualquier intento de hacerlo y busca solo ser más ruidosa, violenta y explícita en la violencia que la cinta original. 

Buenas y malas decisiones en ‘M3GAN 2.0’

Lo anterior pudiera funcionar de haber un hilo conductor. Pero más allá de la ambición de llevar el tema del abuso tecnológico a terreno militar, hay poco aporte en cualquier punto de vista. De hecho, esa cortedad de intenciones es muy notoria en la forma de abordar a Gemma (Allison Williams) y su definitivo talento para la robótica. Dando un paso atrás en su desarrollo, el personaje se vuelve simple, preocupado por implicaciones morales y muy poco, por el real centro del problema. El hecho de que la tecnología que creó ya existe y por tanto, debe lidiar con sus consecuencias.

Al contrario, el guion la hace más pesimista y cuidadosa. No ayuda demasiado su pareja, el activista de la tecnología segura, Christian (Aristotle Athari), una especie de consciencia recordando machaconamente los peligros al acecho. El único personaje en que tiene un relativo desarrollo es Cady (Violet McGraw). Pero la trama no parece decidir si se trata de los naturales cambios de la adolescencia o algo más sofisticado que eso. 

Por supuesto, el centro de toda la trama — y quizás el motivo por el que se preste tan poca atención a cualquier otro detalle — es M3GAN. Luego de un breve interludio en que se le muestra atrapada en un dispositivo doméstico, la otrora muñeca aterradora regresa mucho más avanzada. Eso, bajo la excusa de proteger a Gemma y Cady de un posible ataque de AMELIA. Pero en realidad, es evidente, que toda la película se basa en sacar al jugo a la maliciosa ironía y retorcido sentido del humor de su personaje central. 

De hecho, los mejores tramos de MEGAN 2.0 son los que permiten que la película sea absurda, extraña y frenética. Pero el director mete con calzador escenas de cariño y una que otra frase sensiblera, para justificar que M3GAN, a pesar de los cambios, es la misma de siempre. O al menos, en lo tocante a su devoción por Cady y todo lo que está dispuesta a hacer para protegerla.

Referencias, acción y buena música para una secuela que se queda corta

Para su segunda mitad, la película olvida cualquier intento de una historia coherente y se sumerge del todo en la exageración. Eso, a través de un tipo de acción que mejor dirigida, sería interesante de ver. Pero el realizador tiene reales inconvenientes para hacer algo más que seguir a su personaje con cortes pocos inspirados y monótonos. A pesar de eso, el diseño de M3GAN — con influencias directas del anime japonés — brilla incluso en las tomas más torpes, como algo digno de verse.

Sin duda, uno de los grandes problemas de la película, es que la incapacidad para encontrar un tono o un ritmo. La trama avanza con rapidez, pero en medio de todo tipo de secuencias, a mayor gloria del recién descubierto heroísmo de M3GAN sin orden ni un tema que las una. A la vez, también, intenta tener momentos de drama. Y hacia el final, hay incluso guiños a Ghost in the Shell y otras obras mayores, protagonizadas por robot.

Con un cierre que anuncia secuela — no podía ser de otra forma —, la película sorprende por su audacia desordenada. Pero no tiene ni la suficiente energía o sustancia para ser algo más que un pasatiempo. Eso sí, uno muy divertido al ritmo de Oops!…I Did It Again de Britney Spears. Un guiño para los fanáticos de la cinta original que no complace y sabe a poco, con respecto al resultado total. 


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