Cuando Terminator 2: Judgment Day llegó a las pantallas de cine en el año 1991, fue un inmediato éxito de crítica, público y taquilla. No solo se trató de uno de los escasos veces en la que una secuela cinematográfica supera al material original, sino que su elevadísimo coste —en su momento se le consideró la más cara de la historia— se invirtió de forma integral en construir un ejemplo de entretenimiento puro que sorprendió, además, por su calidad argumental y buen hacer cinematográfico. En conjunto, la obra de James Cameron fue la frontera entre un tipo de cine que hoy consideramos normal y una vuelta de tuerca definitiva a la ciencia ficción en la gran pantalla, un logro que a la distancia todavía resulta sorprendente.

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Hagamos un poco de contexto: durante los primeros años de la última década del siglo XX, la repercusión de internet era mínima y las posibles filtraciones de argumentos, escenas o lo que ocurría en el plató de cualquier película eran toda una rareza que se capitalizaba con habilidad. Cameron usó esa salvedad a su favor y envolvió a la filmación en un secretismo profundo que acrecentó la expectativa sobre lo que estaba ocurriendo en la nueva versión de ese pequeño clásico de la ciencia ficción como lo fue Terminator.

Estrenada en 1984, la historia original imaginada por Cameron asombró por su capacidad para unir los mejores elementos de una película de acción con un hilo conductor emocional, que brindó sustancia a una historia extravagante. El director tenía la idea de filmar lo que después llamaría “la película definitiva sobre Robots” y hubo rumores que el guión fue obra de la envidia de Cameron por el éxito y la complejidad del argumento de la saga Star Wars de Lucas, algo que rodeó el mito del film como parte de un fenómeno mucho más grande incluso antes de su estreno.

De hecho, uno de los grandes logros de Cameron y su equipo, fue que un proyecto modesto despertara el interés de medios y críticos: para el momento de estreno, los comentarios sobre arriesgadas tomas, asombrosos efectos especiales y sobre todo, un nuevo enfoque sobre la obsesión nuclear, llevaron a Terminator a recaudar la suma de 78 millones de dólares, una fortuna apreciable en mitad de la década de los ochenta.

Un intrigante secreto

Casi diez años después, Cameron se encontró con la privilegiada oportunidad de utilizar las expectativas. Podría hacer cualquier cosa con el concepto del argumento de Terminator, además de contar con mayor presupuesto y efectos especiales para despertar un considerable interés sobre la película. Se trató de un golpe de efecto, que aseguró la curiosidad del público y buena parte de la industria. La cual no comprendió demasiado las decisiones de Cameron alrededor de la producción, pero que terminó por aceptar que se trataba de una estrategia por completo nueva. Desde las primeras noticias sobre la filmación —y a pesar que se trataba apenas de algunas decisiones de guión, locaciones y casting— todo lo que ocurría alrededor de Terminator 2: Judgment Day se debatía con interés en círculos especializados y después, en medio de una creciente expectativa del público.

Stephanie Austin, de la compañía productora Carolco y por entonces parte del personal de confianza de Cameron, descubrió que las precauciones del director no eran solo un intento de mantener la confidencialidad de un proyecto aún incompleto, sino de una estrategia publicitaria bien pensada: “La gente se sorprendió por el nivel de confidencialidad y secreto que se produjo durante esa producción”, comentaría Austin años después. “No estoy segura de otras películas, pero todos pensaron que estábamos locos. Cada guión estaba codificado y con marca de agua. De hecho, tenía en oficina [en aquel entonces] una trituradora solía destruir todos los guiones que se emitieron, debido a la necesidad de mantener el secreto”, añadió.

Con un astuto sentido de la oportunidad el director no permitió que ningún medio o crítico, pudiera ver la película antes de su estreno, a pesar que la decisión le acarreó una profunda desconfianza de la prensa especializada. Fue la primera vez que un director tuvo semejante control en la publicidad en torno a un film y también, el primer paso hacia el secretismo y sorpresa que suele marcar el tono de cualquier éxito taquillero actual. Para bien o para mal, la forma en que conocemos los grandes blockbuster comenzaría con la filmación de Terminator 2: Judgment Day.

Una apuesta a futuro

El proyecto para una secuela inmediata de Terminator pasó una buena cantidad tiempo en el nada deseable limbo de los procesos inconclusos. Sería en el año 1990, cuando finalmente el productor Andrew Vajna se comunicaría con James Cameron para explicar que su compañía no solo tenía los derechos de la franquicia, sino que además estaba muy interesada en una posible secuela, a estrenarse el año siguiente. El director aceptó de inmediato, a pesar de tener el tiempo en contra para un proyecto de la envergadura que imaginaba.

Cameron de inmediato se puso en contacto con guionista William Wisher, quien ya le había ayudado a escribir la primera película y tenía algunas ideas para una posible secuela. “Hay buenas noticias y malas noticias”, cuenta Whisher. Por supuesto, las malas eran el tiempo muy corto para escribir, producir y llevar a la pantalla una historia que aún no se había escrita y que además requería de una serie de efectos especiales “que aún no existían” contaría después Wisher.

No obstante, el equipo no se amilanó y por semanas, se dedicaron en exclusiva a escribir la historia, que desde el comienzo se enfrentaba a un gigantesco obstáculo: el villano principal, interpretado por Arnold Schwarzenegger y base angular de la popularidad del film original estaba muerto. Se trató de un reto que los guionistas solventaron desde lo obvio: narrar la historia a partir de la perspectiva de los sobrevivientes. “Nos dimos cuenta, que ella (el personaje de Sarah Connor) probablemente corrió a decir a todos que el fin del mundo estaba muy cerca y que se prepararía para eso, sabiendo que su hijo tendría que convertirse en el líder de la resistencia humana. Todo lo anterior, seguramente le habría llevado a una institución mental “, explicó Wisher.

A partir de allí, la historia fluyó con facilidad y sobre todo, la decisión que en esta ocasión, el jovencísimo John Connor, tendría que tener un protector. ¿Y quién mejor que Arnold Schwarzenegger? La decisión para ambos guionistas fue obvia, aunque no del todo sencilla. El actor se había convertido en uno de los malvados preferidos de la cultura pop y además, que se encontraba tan vinculado a su papel en Terminator del ’84, que cualquier cambio podría acarrear el fracaso de la película.

“Al principio estábamos un poco nerviosos por tomar a Arnold, quien había sido el mayor villano del mundo, según algunas listas en ese momento, y romper eso”, contó Wisher. “Entonces hablamos con Arnold, le dijimos lo que queríamos hacer, y él aceptó". Tenía buenas ideas para el personaje”. Terminator 2: Judgment Day y el mayor giro de guión del género de acción, acababa de ocurrir.

El mal y la tecnología

Lo demás, fue relativamente sencillo. O todo lo que puedo serlo en los planes de una película imposible de filmar que debía completarse en menos de un año. Para el nuevo rostro de las máquinas asesinas viajeras del tiempo, el equipo decidió que tomaría el mismo concepto de la película original, pero llevándolo al otro extremo. El T — 1000 se convirtió en una versión muy avanzada del modelo de androide encarnado por Schwarzenegger. Por supuesto, ya era obvio que se necesitaría algún tipo de efecto especial aún por probar para encarnar lo que Cameron tenía en mente. Pero aún así, el director siguió adelante.

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El guión —que se sigue considerando una muestra de ingenio y que utiliza el manido argumento de los viajes en el tiempo con enorme propiedad— logró sorprender a la productora, que aceptó financiar el proyecto por la cifra récord de 100$ millones de dólares. La para entonces descomunal suma asombró a críticos, expertos y público aumentó hasta convertir a Terminator 2: Judgment Day en el estreno más esperado de las últimas décadas. Y aunque la prensa criticó y también cuestionó lo que podría significar una cantidad de dinero semejante para el futuro de las películas de acción, Cameron estaba dispuesto a demostrar que la inversión valía la pena.

La labor de crear al malvado T—1000 fue a parar a manos de la empresa Industrial Light and Magic de George Lucas. Se trataba de un reto que debía mejorar — depurar y llevar a otro nivel — lo que entonces había hecho Cameron con su anterior película, The Abyss. No obstante, la movilidad, dinámica y alcances del T — 1000 — o la forma en que lo imaginaba Cameron — hacían que se tratara de un reto que, por momentos, pareció insuperable.

El equipo ganaría un Oscar por T — 1000 pero seis meses antes del estreno Terminator 2: Judgment Day, parecía que las posibilidades de lograr un éxito semejante serían más bien pocas. Stephanie Austin de Carolco recordaría después que hubo momentos en que se creyó que el proyecto jamás llevaría a buen término. “Nadie sabía cuánto tiempo tomaría renderizar todas estas cosas”, comentó Austin. Industrial Light and Magic tuvo que esforzarse por reducir los tiempos de trabajo y encontrar un método para crear no solo un tipo de efecto visual desconocido, sino, además, en un tiempo limitado.

100 años de efectos visuales en películas

Y lo logró. Para los primeros meses de 1991, el rumor de la película con “los mejores efectos especiales” de la historia estaba en todas partes. Y también, algunas escogidas imágenes que mostraban al T—1000 en toda su gloria.

Un final feliz

En una de las escenas finales de Terminator 2: Judgment Day, Sarah Connor atraviesa una oscura carretera en compañía de su hijo y el personaje de Arnold Schwarzenegger. El futuro está a punto de cambiar y Connor lo sabe. “Hacíamos historia a cada paso” dice la voz en off del personaje.

La frase podría aplicarse a la repercusión de la película en la actualidad. No solo se convirtió en un gigantesco éxito de taquilla, sino que revolucionó el cine de acción y de ciencia ficción a un nivel que aún es notorio. Con la primera proyección de la película, fue obvio que Cameron, también estaba cambiando el porvenir del género de acción. Con sus extraordinarios efectos visuales, trama consistente y un elenco de enorme química, Terminator 2: Judgment Day fue un éxito instantáneo.

"Hubo una gran ovación que duró unos 12 minutos”, contó Austin. “La gente realmente estaba experimentando una emoción visceral al ver esta película”, narró acerca del estreno de un proyecto imposible, que, en circunstancias menos afortunadas, quizás nunca se hubiera filmado. Toda una travesía cinematográfica que convirtió a la obra de Cameron en una referencia sobre la tecnología al servicio de las buenas historias. Una lección perdurable que aún es vigente hoy en día.

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