Los efectos del cambio climático que primero nos vienen a la mente al pensar en él tienen un carácter ambiental. Como su propio nombre indica, el clima cambia y las temperaturas se vuelven más extremas, las precipitaciones son escasas o demasiado abundantes, los casquetes polares se funden, el nivel del mar asciende, aumentando los casos de inundaciones… Pero también sabemos que hay otros efectos menos conocidos, como la desigualdad en el reparto de recursos, el resurgimiento de enfermedades casi desaparecidas o la extinción de animales. También puede tener efectos perjudiciales sobre la salud de las personas. Algunos son más bien directos, como los derivados de un golpe de calor. Pero otros se van gestionando de una forma mucho más sibilina, sin ser vista. Estos son, por ejemplo, los cambios producidos en nuestro cerebro. 

Recientemente, un equipo de científicos, dirigido desde la Universidad de Viena, pero procedente de otros muchos centros, ha llevado a cabo un estudio con el objetivo de estudiar estos efectos. Con él, se busca cumplir cuatro misiones. Para empezar, investigar el impacto negativo del cambio climático en el cerebro humano. A continuación, identificar formas de adaptarse, pero también comprender los sustratos neuronales de las decisiones con resultados proambientales y dañinos. Y, por supuesto, crear conocimientos basados en la neurociencia sobre estrategias de comunicación e intervención que tengan como objetivo promover la acción climática.

En definitiva, con este estudio se busca observar cómo afecta el cambio climático al cerebro y, a su vez, ver cómo puede ayudar la comprensión de la mente humana a buscar medidas para paliarlo. Los resultados, básicamente, apoyan lo que ya han demostrado otras investigaciones anteriores. Que el cambio climático está moldeando nuestro cerebro poco a poco y que, desde luego, es otra razón imperiosa para intentar pararlo.

Los desencadenantes y los efectos del cambios climático sobre el cerebro

Al hablar de los factores relacionados con el cambio climático que afectan al cerebro debemos separarlos en dos grupos. Por un lado, aquellos que, en realidad, son desencadenantes del cambio climático. Y, por otro, los que surgen como consecuencias del mismo.

El doble peligro de los desencadenantes

En el primero tenemos los efectos de la contaminación del aire. Esta afecta a la salud humana a muchísimos niveles y, por supuesto, también tiene efectos sobre el cerebro. 

Por ejemplo, en 2015 un equipo de científicos de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Boston señaló con un estudio que los niños que viven a menos de 50 metros de una carretera principal tienen un cociente intelectual más bajo. Esta puede ser una medida bastante controvertida, pero también observaron que tienen una menor capacidad para realizar tareas que requieran la coordinación mano-ojo. Todo esto se hizo en comparación con niños que viven a 200 metros de las carreteras y que, por lo tanto, están expuestos a niveles más bajos de partículas contaminantes en el aire. 

Por otro lado, se ha visto que la exposición a estas partículas contaminantes aumenta la probabilidad de desarrollar enfermedades neurodegenerativas, como el alzhéimer, Otras, como el párkinson, no parecen estar vinculadas directamente a la contaminación del aire, pero sus síntomas sí pueden verse exacerbados.

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Los niños y los ancianos son los más afectados por estos efectos del cambio climático. Crédito: Johnny Cogen (Unsplash)

Los efectos del cambio climático

En cuanto a los efectos del cambio climático, el calor es sin duda uno de los que más pueden afectar a nuestro cerebro. 2023 ha sido un año clave para que los escépticos entiendan de una vez por todas que estamos expuestos directamente al cambio climático. Durante todo el año, pero especialmente en verano, se han batido récords de temperaturas, con una ola de calor detrás de otra. Esto es perjudicial para el cerebro, ya que se ha visto que las temperaturas altas aumentan las probabilidades de aparición de accidentes cerebrovasculares, así como otras formas de deterioro neurológico.

Y lo peor es que todo esto da lugar a un peligroso círculo vicioso. Las temperaturas extremas empeoran los síntomas de las enfermedades neurodegenerativas. Entre estos, está precisamente la capacidad para evaluar el ambiente que nos rodea. Una persona con una de estas patologías puede tener más problemas para darse cuenta de que hace demasiado calor y, por lo tanto, no tomar cartas en el asunto. Como resultado, los efectos de ese calor sobre su salud serán aún peores. Y vuelta a empezar. 

El papel de la ecoansiedad

Otro de los grandes efectos del cambio climático es la ecoansiedad. Cada vez son más las personas que sufren ansiedad por el ritmo vertiginoso al que avanza el calentamiento global, sin que la población pueda hacer prácticamente nada. Si los gobiernos y las grandes empresas no toman cartas en el asunto, la población mundial no tiene mucho que hacer. 

Esto está calando muchísimo en la salud mental de la población. Tanto como para que se haya comenzado a usar este nuevo término. Es uno de los factores que se han tenido en cuenta en el estudio internacional publicado en Nature Climate Change, ya que es otra forma en la que se está afectando al cerebro de los seres humanos.

Por lo tanto, los efectos del cambio climático van mucho más allá de lo evidente. La salud de nuestro cerebro, el de los pequeños de la casa y el de nuestros mayores está en juego. Y también afecta al cerebro de políticos y empresarios. Por eso, sobran los motivos para que todos, sobre todo ellos, tomemos cartas en el asunto. Aún estamos a tiempo. 

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