Ayer, el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, anunció su decisión de prohibir fumar en la calle y espacios públicos cuando no se pueda mantener la distancia de seguridad. Esta decisión, tan celebrada como criticada, pone de nuevo sobre la mesa un tema que se ha hablado mucho desde los inicios de la pandemia: ¿puede transmitirse el coronavirus en el humo del tabaco?
Si bien conocemos al SARS-CoV-2 mucho más que cuando se dio a conocer al mundo, el pasado mes de diciembre, son muchas las incógnitas que siguen surgiendo a su alrededor. Las propias vías de transmisión están cada vez más claras, pero aún no del todo. Se sabe que lo más común es el contagio a través de las pequeñas gotículas emitidas por las personas enfermas al toser, estornudar, hablar o respirar. También parece muy probable que se contagie por contacto con superficies contaminadas, si después las manos se llevan hacia las mucosas. No obstante, el tiempo que dura en estas superficies no está del todo claro. A todo esto se sumó hace poco la posibilidad de que también se transmita por aerosoles.
De ser así, el peligro en sitios cerrados sería mayor de lo que se supone e incluso la distancia de seguridad establecida hasta el momento podría ser insuficiente en algunos casos. Con esta teoría, nace también el debate del tabaco. Ahora bien, ¿qué datos ha aportado la ciencia sobre este tema hasta el momento?
No es lo mismo contagiar que enfermar
Fumar, en cualquiera de sus versiones, es terrible para la salud. Esa es la única gran verdad de la que disponemos con seguridad. Y no es ninguna minucia.
El tabaco está detrás de enfermedades como el cáncer del pulmón o la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, consideradas como factores de riesgo para las personas que contraen la COVID-19.
Un pulmón dañado resistirá peor una infección de este tipo y si hay algo que “se le da bien” a los cigarrillos, es sin duda dañar los pulmones.
Aparte de esta obviedad, existen diversos estudios y artículos en los que se analizan estos riesgos. Por ejemplo, hace apenas un par de días, un científico del Centro de Investigación y Educación para el Control del Tabaquismo de la Universidad de California, Stanton A. Glantz, publicaba un texto en el que analizaba cómo el tabaco puede afectar a la inmunidad pulmonar.
Este se une a las evidencias de trabajos anteriores, como uno publicado en febrero en The New England Journal of Medicine, en el que se describe cómo los fumadores con coronavirus tratados en un hospital chino habían tenido más probabilidad de requerir UCI o incluso de morir. Un mes después, en Journal of Clinical Medicine, se publicaba otro que establecía que fumar aumenta la cantidad de receptores por los que el coronavirus se une a las células.
Además, esta misma semana otra investigación apuntaba al vapeo como factor de riesgo de desarrollo de síntomas en jóvenes y adolescentes. En realidad ninguno concluye que se pueda transmitir el coronavirus en el humo del tabaco, pues las evidencias sobre esto son más escasas.
Coronavirus en el humo del tabaco: ¿qué sabemos al respecto?
El pasado mes de abril, un equipo de investigadores, procedentes de las Universidades de Cincinnati y San Diego, publicaba una carta al editor de Environmental Science and Technology en la que exponía la necesidad de estudiar la posibilidad de transmisión de coronavirus en el humo del tabaco.
Describen cómo las partículas virales del SARS-CoV-2 presentes en aerosoles podrían adherirse al humo de los cigarrillos o vapeadores, pudiendo así viajar a más distancia que si se emitieran directamente. Además, explican que al depositarse este humo sobre las superficies podría convertirlas en un medio de contagio, del mismo modo que ocurre con las gotículas. Esto, según los autores de la carta, sería un peligro especialmente en lugares cerrados. De cualquier modo, en ningún momento se aportan pruebas experimentales sobre sus teorías. No es la intención del artículo, que no es más que una carta en la que se reivindica la necesidad de estudiarlo. Y desde luego, sí que es algo necesario.
Más humo
La posibilidad de que el coronavirus se transmita a través del humo no se ha estudiado solo para el caso de fumadores.
De hecho, en mayo se publicó un trabajo en el que se estudiaba si podría transmitir mediante humo quirúrgico, procedente de intervenciones como las laparoscopias.
Es importante tener en cuenta esta posibilidad, dada la gran cantidad de personas asintomáticas que existen para este virus. En muchos países los protocolos actuales incluyen la realización de PCRs a pacientes que vayan a someterse a cualquier operación, salvo que su gravedad lo impida, pero aun así es importante saber mediante qué vías podría generarse el contagio.
Varios estudios publicados anteriormente analizan cómo el humo quirúrgico puede transmitir virus como el del papiloma humano, el del VIH y el de la hepatitis B.
No se sabe aún si podría ocurrir lo mismo con el SARS-CoV-2. No obstante, los autores de esta publicación sostienen que, por si así fuera, es importante que los equipamientos de protección de los sanitarios contemplen esta posibilidad.
Eso precisamente es lo que ocurre con los cigarrillos. No hay evidencias científicas de que se pueda transportar el coronavirus en el humo del tabaco. Sin embargo, hay motivos para contemplarlo como una posibilidad. De cualquier modo, la nueva norma gallega prohíbe fumar en lugares abiertos “si no se puede mantener la distancia de seguridad”. Si una persona no está suficientemente alejada, el tabaco es lo de menos. No debería estar sin mascarilla. Solo por eso, la iniciativa ya puede considerarse justificada. Al fin y al cabo, está claro que el tabaco mata. Si se prohíbe a una persona fumarse un cigarrillo en una situación concreta, en el fondo se está velando por su salud. Y eso es lo que todos queremos, con pandemia o sin ella.