Hay un cierto mito alrededor del streaming que nos hace pensar que las series que se ofrecen en Netflix, HBO, Amazon Prime o silimares son, por norma, de mayor calidad que las que se emiten de forma tradicional en televisión. Esto tiene que ver, primero, con la reputación que Netflix se granjeó en sus primeros años con Orange is the new black, House of Cards y otras del estilo, pero también con el sentimiento de superioridad que nos embarga al acceder al contenido de pago. Con más de ocho millones de usuarios en España, lo cierto es que la plataforma no es un símbolo de exclusividad y, aún así, consigue que sus productos tengan, por lo general, más reconocimiento que los que se ofrecen en abierto.

Es una realidad innegable que se demostró de forma inequívoca con el caso de La casa de papel, prácticamente ignorada cuando se emitía en Antena 3, y fenómeno internacional cuando se pasó a Netflix. Sin embargo, no todo lo que la plataforma produce es oro, y The I-Land es ejemplo de ello. La serie se une al extenso catálogo de ciencia ficción de Netflix para bajar el nivel. Este grupo tiene algunas apuestas que, si bien no serán un éxito de masas, tienen muchas características admirables y se puede pasar un buen rato viéndolas, como es el caso de Otra Vida, el regreso de Katee Sackhoff, o la original rusa Better Than Us. Pero The I-Land tiene poco que salvar.

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The I-Land parte de la premisa de que diez personas se despiertan en una isla desierta sin recordar nada sobre ellos mismos o cómo han llegado allí, y emprenden una misión de supervivencia para escapar. Sin embargo, empiezan a descubrir objetos extraños escondidos en la isla y otros detalles que les revelan que todo podría ser una maniobra orquestada por alguien que quiere mantenerlos allí cautivos. Hasta aquí no hay nada de malo. Es una trama que ya hemos visto otras veces, pero con potencial para convertirse en una serie entretenida.

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Sin embargo, ese potencial se pierde por el camino y lo que nos encontramos es una historia que va dando tumbos sin rumbo fijo durante siete episodios. El misterio se desvela demasiado pronto y de forma abrupta, sin que haya dado tiempo realmente para que el espectador se meta de lleno en el relato o se encariñe con los personajes, de modo que es fácil perder el interés antes de llegar al ecuador de la serie. De todas formas, nada de lo que pasa tiene mucho sentido. Da la sensación de que los creadores han intentado hacer cuatro o cinco series en una, por lo que tenemos una trama de imitación a Perdidos, otra de conspiraciones políticas en Texas, otra de simulaciones tecnológicas con reminiscencias a Matrix y caníbales, por algún motivo. Todo ello se mezcla con asesinatos, psicópatas, traiciones y líos amorosos hasta formar una maraña de enredos que te dejan confuso y más perdido que los protagonistas en la isla.

No nos equivoquemos, hay un sinfín de series con propuestas manidas y que podrían considerarse objetivamente “malas”, pero que aún así son entretenidas y disfrutables, sobre todo para vivir unas horas de desconexión del mundo. The I-Land es una serie que nunca llega a encontrarse a sí misma. Es cierto que hay una ligera crítica al sistema penitenciario, puede que alguna defensa de la redención, pero terminan tan diluidas que, en el último episodio, es difícil distinguir si están argumentando a favor de la rehabilitación de los presos o en contra. No dejan de sumar variables para que el resultado final sea incomprensible, aburrido y confuso.

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Por otro lado, las actuaciones no son nada destacable. La protagonista, interpretada por Natalie Martinez, es correcta en todo momento y no demasiado exagerada; nos permite entrar en la psique del personaje, pero nada más. Un trabajo estable, pero mediocre, que se une al del resto del reparto. Cabe mencionar la participación de Kota Eberhardt (X-Men: Fénix Oscura) y Alex Pettyfer, quien fuera el protagonista de algunos títulos adolescentes de la época de los romances paranormales, como Soy el número cuatro y En el corazón de la bestia, un retelling de La Bella y la Bestia. Ninguna de las interpretaciones es exageradamente mala, pero los personajes carecen de ese punto de atracción que deberían tener para enganchar a la audiencia. De hecho, podrían tener bastante potencial como antihéroes que habitan en un área moral ambigua, pero se estropea en la mayoría de los casos con motivaciones poco claras o contradictorias.

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¿Cuál es el estándar de Netflix?

Viendo este panorama, es inevitable preguntarse qué clase de proyectos son los que rechaza Netflix. La plataforma está plagada de películas pastelosas de Navidad y comedias románticas a las que nadie les pide más que lo que son. En Un príncipe por Navidad, Cambio de princesas, Amor en obras o la reciente Tall Girl es más que aceptable que la trama sea meramente superficial, porque quien consume esa ficción solo busca una premisa sencilla con final feliz. En este grupo se cuelan muchos más productos de listón bajo, pero incluso estos títulos requieren algo de trabajo y coherencia por parte de directores y guionistas, un mínimo de calidad que las convierta en dos horas entretenidas y no en dos horas perdidas.

Cuando nos vamos al campo de la ciencia ficción, uno espera que, al menos, la parte técnica compense una trama floja. Si The I-Land ha pasado el corte de Netflix, ¿cómo serán los proyectos que no han obtenido el “sí”? ¿Cómo podemos seguir defendiendo ciegamente los originales de Netflix? Por parte de la audiencia, va siendo hora de desmitificar los contenidos de la plataforma y, por lo que a esta respecta, tal vez sea el momento de elevar un poco el listón.

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