Érase una vez, en un reino no tan lejano, una princesa que vivía con su príncipe. Un buen día, el príncipe llega al palacio y abre la nevera para coger una cerveza, pero lo que se encuentra es a la princesa, desmembrada y apelotonada entre el estante de las verduras y el de la carne. El príncipe sabe que el autor de tan atroz crimen es su archienemigo, el malvado brujo, que ha atacado a lo que más quería para hacerle daño. Como venganza, el valeroso príncipe cabalga hasta la cueva del brujo y lo mata junto a todos sus compinches, convirtiéndose en el mayor héroe del reino. La princesa, mientras, sigue en la nevera. Este cuento de terror se repite tanto en la cultura popular que ya lo hemos normalizado.
El ejemplo más reciente lo encontramos en The Boys. Esta serie se ha convertido en la más vista de Amazon Prime Video y ya ha sido renovada para una segunda temporada que promete ser aún más fuerte. Lo cierto es que la adaptación ha suavizado en gran medida la historia original de los cómics. Aún así, hay una buena cantidad de violencia y los personajes femeninos son su objetivo principal en esta retorcida —y patriarcal— visión de los superhéroes. En el primer capítulo, vemos cómo la novia del protagonista es asesinada en un accidente provocado por uno de los superhéroes, lo que motiva al personaje para tramar su venganza contra ellos. Su novia no tiene otro peso en la trama que el de servir como motor emocional para que todo comience. No es la única que corre ese destino. Poco a poco descubrimos que la obsesión de uno de “los chicos” por acabar con Los Siete se remonta a la violación y posterior asesinato de su mujer a manos de uno de ellos; incluso otro de los súper pierde de forma violenta a su novia durante la serie, lo que lo lleva a pasar por un enorme bache emocional que pone en peligro su propia vida. Las chicas en The Boys corren el riesgo constante de convertirse en “mujeres en la nevera”.
Llegaron los chicos malos: ‘The Boys’ se estrena en Amazon Prime para luchar contra la moral impoluta de Marvel
Este concepto lo acuñó por primera vez la guionista de cómics Gail Simone en 1999, después del número 54 de Linterna Verde (1994), en el que el superhéroe vuelve a casa y se encuentra a su novia, Alexandra DeWitt, descuartizada y metida en la nevera. El artífice era uno de sus enemigos, Major Force, que, en lugar de atacarle a él directamente fue a por lo que más quería —¿os suena ese argumento?—. La estrambótica forma de presentar el asesinato fue lo que motivó a Simone a bautizar esta tendencia como “mujeres en la nevera”.
Actualmente, el término se extiende a todo aquel personaje femenino al que matan, violan o despojan de sus poderes para dar impulso a la trama del héroe masculino, cuya pena lo convierte en un arma de venganza imparable. Este cliché se conjuga con el de la damisela en apuros en un doble combo de personajes femeninos que son atacados para beneficio del arco argumental del hombre. Aunque Linterna Verde fuera la inspiración de este tropo, no es, ni de lejos, el único cómic que reproduce esta narrativa. La página web creada por Simone, Women in Refrigerators, recoge a más de cien superheroínas que encajan en esta descripción, como Batwoman, Elektra o Bruja Escarlata.
Ellos también sufren
Por supuesto, esto no significa que los personajes masculinos lo pasen mucho mejor, especialmente los grandes héroes. Ellos también sufren grandes dosis de violencia y traumas personales. El mejor ejemplo, quizá, sea el de Batman. En Knightfall, Bruce Wayne recibe una brutal paliza que le destroza la espalda y lo deja paralítico. Este arco es uno de los más conocidos del personaje, ya que supone un importante escollo en el camino del vigilante de Gotham. Sin embargo, Wayne consigue sobreponerse del golpe y resurge mucho más poderoso. Ahí es donde radica la diferencia entre la violencia contra los héroes masculinos y los femeninos, según la teoría de las mujeres en la nevera.
Los héroes masculinos siempre vuelven con las energías renovadas y nuevas habilidades especiales. La tragedia los convierte en una versión mejorada de sí mismos. Por el contrario, cuando las heroínas sufren este tipo de ataques por parte de los villanos no corren la misma suerte. En paralelo con Bruce Wayne nos encontramos a Barbara Gordon, Batgirl, que en La broma asesina recibe un disparo en el abdomen que también la deja relegada a una silla de ruedas. La diferencia con su compañero masculino es que ella no se recupera de la lesión, sino que queda paralítica de por vida y nunca puede volver a ejercer de vigilante.
Women in Refrigerators recoge algunas reacciones de fans y entendidos del mundo de los cómics, entre ellas, el ensayo Dead Men Defrosting (“hombres muertos descongelándose”) de John Bartol, en el que se expone este paralelismo entre el destino de las superheroínas frente al de los superhéroes, también cuando les llega su final. En las escasas ocasiones en que un superhéroe fallece, su muerte es un espectáculo heroico o un acto de sacrificio, y casi siempre tienen a alguien que los releve. En ningún caso acaban descuartizados en un frigorífico.
Por ejemplo, en Crisis en las Tierras Infinitas, Barry Allen muere salvando el mundo del cañón de antimateria de Antimonitor, al no poder soportar el haz de energía que desprende. Más tarde, su sobrino, Wally West, toma el papel de The Flash en su lugar. Por otro lado, a Spider-Man le sucede de todo: clones, problemas familiares, enemigos imbatibles… Sin embargo, él siempre vuelve, siempre consigue sobreponerse. No podemos decir lo mismo de la suerte que corren las mujeres de su alrededor, como la innecesaria muerte de Gwen Stacey para darle a Peter Parker un arco de personaje más interesante.
La maldición de salir con un superhéroe
La lista de Gail Simone solo incluye superheroínas, pero lo cierto es que esta es una constante que sufren una gran parte de los personajes femeninos que, precisamente, carecen de poderes especiales. Son las novias, madres, esposas e hijas de los héroes las que reciben peor tratamiento con el objetivo de impulsar la trama de ellos y darles algo de profundidad psicológica. Las adaptaciones al cine de los cómics beben mucho de este tipo de tropos. Por ejemplo, el arco de Magneto en la trilogía de los jóvenes X-Men se basa casi por entero en la pérdida de las mujeres de su alrededor, desde la muerte de su madre cuando era un niño, hasta el asesinato de su mujer e hija en X-Men: Apocalypse, cuando había conseguido rehacer su vida. Todas estas pérdidas lo llevan a convertirse en el villano que conocemos en la saga original, ya que el personaje siempre está motivado por la venganza y la tragedia personal.
Nunca te enamores de un Vengador: los desastrosos romances del Universo Cinematográfico de Marvel
Un comportamiento similar podemos encontrarlo en Ojo de Halcón. Tras el chasquido de Thanos en Vengadores: Infinity War, que borra del mapa a su mujer e hijos, Clint se convierte en Ronin, un despiadado asesino, que se cobra múltiples vidas a lo largo de los cinco años del “Blip”. En la reciente adaptación de Netflix los cómics de Gerard Way, The Umbrella Academy, las mujeres no corren mejor suerte. Tanto la madre de los superhéroes, una androide, como la exnovia de Número 2 son asesinadas, y estas muertes son las que motivan a Diego a llevar a cabo su venganza. Gracias a ellas, el personaje obtiene una mayor profundidad emocional.
Como alega Bartol en Dead Men Defrosting, “una parte de todo esto puede estar motivada por misoginia, pero otra parte son los creadores reflejando historias y arquetipos de personajes que la sociedad moderna todavía refuerza”. El papel de la damisela en apuros y el del hombre torturado por la muerte de su esposa son roles que se emplean activamente aún hoy. “La realidad es esta”, continúa el editor, “sus destinos [de los héroes y las heroínas] no son los mismos y sus vidas no son igual de épicas”. Ellas se llevan la peor parte.
Víctimas del cine
Aunque el término provenga de los cómics, torturar y matar personajes femeninos para motivar la trama del hombre no es una práctica exclusiva del papel. El cine y la televisión han jugado un rol muy importante reforzando este cliché. Desde las numerosas novias de James Bond, que a lo largo de los años han sido secuestradas o asesinadas para atraer la atención del agente especial, hasta la trilogía Venganza, en la que todo gira en torno al rescate de la hija de Liam Neeson, que había sido secuestrada para vengarse del ex espía.
La línea entre la mujer en la nevera y la damisela en apuros es muy fina —a veces solo las separa la muerte del personaje—, por lo que tienen muchos puntos en común. El principal es que la mujer no se refleja en tanto que personaje con el que los demás interactúan y tiene influencia sobre sus acciones y las del resto, sino como línea argumental. Es un recurso que los creadores utilizan para hacer avanzar la trama o crear ambiente, igual que lo haría una mansión abandonada a medianoche o un prado cubierto de flores y una cesta de picnic.
Muchos de estos personajes femeninos, de hecho, no llegan a aparecer en la historia, sino que las conocemos a través de los recuerdos del protagonista. Es el caso de Un ciudadano ejemplar, en la que Gerard Butler planea sus venganza después del terrible asesinato de su mujer e hija; o de Origen, en la que la mujer de Leonardo DiCaprio se suicida al comienzo de la cinta. Juego de Tronos tampoco se libra. La serie es probablemente la más exitosa de los últimos años, pero también una de las que peor se porta con sus personajes femeninos. De hecho, gran parte de la trama inicial se basa en el supuesto secuestro de Lyanna Stark, que lleva a Robert Baratheon a levantar la rebelión. A otras mujeres sí las conocemos, pero su final es muy similar. Así ocurre con la esposa del protagonista en Gladiator, cuya muerte es su motivación principal durante la cinta. Por no hablar de la inquietante escena de Se7en en la que el personaje de Kevin Spacey le envía al de Brad Pitt la cabeza decapitada de su mujer en una caja.
La mujer en la nevera es una trama sobreexplotada en toda la cultura popular, pero no se trata solo de que se violente a las mujeres de forma sistemática. Lo que tienen en común todos estos ejemplos es que los personajes masculinos deciden ponerse en acción gracias a que han matado a una mujer de su entorno, como si una tragedia de esa magnitud fuera lo único capaz de motivarlos. Es uno de los tropos más utilizados y más perezosos de la escritura, ya que es una forma muy sencilla de poner la trama en movimiento. Sin embargo, a estas alturas de la película esperamos que los creadores se esfuercen un poco más.