Furia, la nueva serie del director español Félix Sabroso disponible en HBO Max, hace reír casi desde el principio, pero no es una comedia. Al menos, no una convencional ni cuyo propósito sea solo lograr carcajadas sin otro objetivo. De hecho, la producción de ocho capítulos abre con una escena coral que, más que presentación, funciona como una declaración de intenciones. Un grupo de mujeres complejas se conoce en una especie de sesión emocional entre lo terapéutico y lo absurdo. 

Cada una, desde su lugar en el mundo, llega cargando con su propia tormenta. Marga (Carmen Machi de La Mesías), es una artista que vive de su ego y atraviesa horas bajas. Por otro lado, se encuentra Vera (Pilar Castro), la chef de plató que juega a la celebridad con malos resultados. Le siguen, Nat (Candela Peña), que trabaja en moda con más cinismo que glamour, y la desempleada Adela (Nathalie Poza), que sobrevive como puede. Y por último Victoria (Cecilia Roth), una actriz erótica, que alguna vez fue famosa, pero ahora es apenas una sombra nostálgica. 

Todas comparten un espacio y, también, el fracaso. Cada una, son mujeres que se sienten menospreciadas y cuya única reacción es la rabia. Una furia completa, ciega y hasta por momentos demencial. No hay terapia que las contenga. La atmósfera de esta presentación marca un tono muy alejado de lo espiritual: aquí el dolor no se sana, se acumula y espera su oportunidad para estallar. Y todo, en medio de un humor retorcido que le brinda a Furia su particular personalidad. 

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Mujeres al borde de un ataque de ira

A diferencia de muchas propuestas centradas en lo femenino, Furia evita los clichés de la sororidad a toda costa. Los vínculos entre estas mujeres no se sustentan en la solidaridad sino en la tensión. Hay alianzas, pero siempre precarias. Por lo que el guion gira en torno a la acumulación de caos. Cada episodio es una pieza de dominó cayendo, arrastrando al siguiente. El motor del relato no es el azar, sino esa lógica cruel del efecto dominó, donde todo parece salir mal en el momento justo. 

También, tiene la habilidad de mezclar en un mismo escenario, las diferentes historias de sus protagonistas, sin que parezca excesivo o recargado. Por lo que el argumento dedica un capítulo entero a cada personaje, dilemas y situaciones disparatadas. Paso a paso, lo que parecen ocurrencias o escenas sueltas, terminan por encajar en un rompecabezas complicado que necesita de cada elemento para funcionar. 

Una perspectiva que también abarca a los enemigos con los que deben lidiar los personajes. De maridos mediocres, figuras de autoridad indiferentes, jefes aprovechados hasta mujeres que juegan en contra de la otra. Furia mezcla cada momento en una retorcida hoja de ruta al delirio. En especial con el Victoria, la más desencajada de todas, ese viaje concluye no con redención sino con una recaída que revela cuán profundo es su sufrimiento. Es ella quien encarna ese tipo de furia que se cocina a fuego lento hasta que ya no puede contenerse.

Dolor, angustia y chistes malos en ‘Furia’

De modo que uno de los grandes aciertos de Furia está en la manera en que retrata la decadencia personal de sus personajes. Aquí no hay heroínas ni villanas; solo mujeres enfrentadas a su propia caída. Cada una atraviesa una espiral diferente: ruina económica, rechazo social, desamor, frustración profesional. Pero lo que las une no es el dolor, sino la manera en que lo enfrentan. Algunas explotan. Otras se derrumban. Las más peligrosas sonríen mientras planean su venganza. 

Esa mezcla de vulnerabilidad y agresión genera un cóctel emocional difícil de predecir. De modo que el desarrollo de los personajes apuesta por complejidades reales: hay contradicciones, decisiones torpes, comportamientos autodestructivos. Un puñado de personajes imperfectos cada vez más cerca de la debacle. 

Una premisa más compleja de lo que parece

Más allá del espectáculo, Furia ofrece una crítica feroz y sin filtros al estado actual de nuestra sociedad. Desde el consumo desmedido hasta la banalización del sufrimiento, todo queda expuesto sin tapujos. La serie no necesita sermonear; le basta con indagar en los excesos de sus personajes, todos obsesionados con la imagen, la juventud y el estatus. Pero también, que arrastran heridas emocionales que ocultan lo mejor que pueden. 

Y todo eso se profundiza en cada diálogo y escena, sin necesidad de subrayarlo. La serie es una comedia, pero también es una reflexión lúcida acerca de nuestra época. Por lo que Furia, con su grupo de mujeres abrumadas por el pesar doméstico, la frustración y la precariedad, son la excusa para profundizar en temas más incómodos. Y hacerlo desde un punto de vista honesto y osado que convierte a la serie, en una de las más curiosas del catálogo de HBO Max de producciones en español.


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