La saga Kung Fu Panda, se distingue por ir de menos a más. En su primera entrega, estrenada en el 2008, nadie podía prever, que las aventuras del panda gigante, con la voz del actor Jack Black, se volvería un suceso de taquilla y crítica. Pero no solo lo hizo, sino que, además, abrió la posibilidad de explorar este homenaje al género wuxia, en un escenario que se debía, mayormente, al carisma de sus personajes. En especial, a su héroe, en busca de un propósito y lugar en el mundo. El panda torpe, con un corazón inmenso, conquistó al público. El resto de las historias de la franquicia profundizaron en su vida y la del resto de los héroes que le rodeaban, con simpático buen humor. Por lo que el conjunto de películas, se convirtió en un universo en expansión.

Por ese motivo, sorprende que Kung Fu Panda 4 se aleje de todo eso, en beneficio de incluir un panorama por completo nuevo. La cinta de Mike Mitchell, da un viraje y se aleja de esa sensación de equipo en crecimiento. Lo que incluye eliminar, a los Furious Five. Por lo que busca un nuevo escenario. A saber: la madurez de Po (Jack Black, que retoma su papel sin mucha energía) y su búsqueda de un sucesor. Pero lo que podría ser un repaso al mundo creado y cómo sus personajes pueden hacerse más maduros, se olvida pronto. Eso, en beneficio de una aventura que tiene mucho de apresurada y artificial. 

Tal vez por todo lo anterior, la cinta decepciona y en más de un punto. Te contamos las tres razones por lo que la cuarta parte de la franquicia, no está a la altura de las películas anteriores. Desde olvidar a su héroe central y su importancia, hasta dejar de lado a sus figuras más queridas. Lo cierto es que Kung Fu Panda 4, es una colección de pequeños errores que carece de la gracia y el enorme corazón de las películas que convirtieron a la saga en una de las favoritas de la cultura pop.

Una historia que no va a ninguna parte

El guion de Jonathan Aibel, Glenn Berger y Darren Lemke, abandona el tono de complicidad y de humor que hizo conocida a la saga, para plantear un dilema. La forma en que Po cederá su lugar a una nueva generación. O mejor dicho, a un sustituto que debe buscar con la misma afanosa determinación del Maestro Espiritual del Valle de la Paz, en su oportunidad. De hecho, los primeros minutos de la producción dejan en claro que ese proceso, le llevará a replantearse su vida, tal y como la conoce. Todo debido a que abandonará ser el Guerrero Dragón, deberá trabajar en una forma de heredar lo aprendido. Algo que permitiría explorar un poco que ha hecho Po en todo este largo tiempo o hacia dónde se dirige, con nuevas responsabilidades a bordo.

Pero Kung Fu Panda 4 se viene abajo cuando debe unir puntos. En primer lugar, refrescar la memoria del público, cuando han pasado ocho años desde el estreno de la tercera película y dieciséis desde la primera. El argumento se hace, entonces, genérico al contar cada cosa que Po atravesó para llegar al lugar al que se encuentra ahora. Al mismo tiempo, deja claro que esta es la despedida emocional del personaje, que pasará el testigo a una nueva generación. Sin embargo, esta transición, que podría haberse logrado con sutileza y ser más emotiva que una colección de puntos a repasar, hace más aburrido de la cuenta el primer tramo de la película.

Un héroe que cuelga los guantes

Eso, en esencia, porque Po actúa más como un maestro de ceremonias de la película — encargado de presentar a personajes — que el protagonista. Pronto, el sencillo conflicto se resuelve en marcha forzada. Po, debe encontrar a su heredero y una vez que lo encuentre, entrenarlo para brindarle las mismas oportunidades que él tuvo. Todo lo anterior, recae en Zhen, una zorra corsac con la voz de la cantante Akwafina. El argumento avanza, entonces, hacia la idea de la predestinación o cómo, la antorcha del Guerrero Dragón es una herencia de cuidado. Al menos, no tan inofensivo como Po creía.

No obstante, el argumento no adelanta demasiado en lo que debería ser su punto central. Más interesado en mostrar que Po está listo para dar un paso a un lado en favor de su pupilo, la trama pierde tiempo en dejar muy claro, que no hay otra posibilidad. Pero lo que pudo parecer emocionante, amable o en el mejor de los casos conmovedor, tiene más aire de trámite de circunstancias en favor de una dimensión nueva de la saga. Apresurada y con demasiados puntos en común — tanto en lo visual como en lo narrativo — con su floja tercera parte, avanza en desorden. 

Lo que se lamenta más, es que Kung Fu Panda 4 da para mucho más de lo que al final termina por ser. Algo evidente cuando entra en escena La Camaleona (Viola Davis), la malvada en disputa y el centro de las escenas más importantes de la cinta. El poder de la tétrica figura, se muestra de manera parecida al experimento visual de DreamWorks para Lobo en Gato con botas: el último deseo. No obstante, en lugar de crear una atmósfera que haga de la adversaria un punto temible, se diluye en el uso de un humor tedioso e insípido. La figura, con la voz de Davis, se queda incompleta, como si su papel y participación, fuera más un requisito para taquilla, antes que otra cosa.

Una nueva entrega sin nada que ofrecer

Al final, Kung Fu Panda 4 repite sus mejores puntos. Peleas, discusiones en voz alta y un momento de elevación espiritual que sale de ninguna parte. Lo que hace que toda la película, parezca ser solo una excusa para mantener el interés en la saga. En especial, por tener cierto aire anacrónico en comparación a otros experimentos más arriesgados del estudio. La animación no toma grandes riesgos y por momento recuerda demasiado, para su salud, a la criticada tercera entrega.

También, se lamenta que la mayoría de los Furious Five no estén de regreso. La explicación sobre su ausencia es vaga y casi ridícula. Por lo que la sensación de vacío que dejan en el guion — que debe concentrarse sí o sí en Po y en Zhen — es uno de los giros más torpes de la cinta. No hay subtramas y las pocas que hay, tienen mucho de relleno que no lleva a ninguna parte. Apenas el retorno de Li Shan (Bryan Cranston) y Tai Lung (Ian McShane) se agradecen en los puntos más flojos. Y no siempre lo logran. 

Kung Fu Panda 4 es mucho más una secuela artificial, cuyo único objetivo es extender la franquicia que un punto necesario en la historia de Po. Para su cierre, que ya anuncia, claro está, nuevas aventuras, la cinta deja claro que fue más una transición que otra cosa. Una idea sin mucha profundidad que el guion es incapaz de desarrollar. 

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