El iPad Pro es, ahora, un iPad mucho más capaz. Tiene una pantalla mini-LED que, a falta de ponerla a prueba, es súper prometedora; cuenta con conectividad 5G para trabajar en movilidad aún más rápido –siempre que la red lo permita–; y, además, da la bienvenida al procesador M1, el mismo que Apple ha montado en sus últimos Mac.
Todo ello, además, llega encapsulado en un chasis súper delgado, bien rematado y, cómo no, últra atractivo. No estaría exagerando si dijera que el iPad Pro es una de las mejores obras de ingeniería que la marca ha creado en los últimos años.
Sin embargo, pese a ese indudable brillo técnico, este nuevo iPad Pro lo tiene más difícil que nunca para convencer a los consumidores. Y la razón no está en la competencia. Está en el seno de Apple. Y su nombre es MacBook Air.
¿Un iPad Pro o un MacBook Air?
Déjenme explicar esta idea con una situación hipotética. Una persona acude a una Apple Store en busca de una nueva máquina con la que trabajar. ¿Su presupuesto? Entre 1.000 y 1.500 euros, aproximadamente. Un rango en el que entran, principalmente, dos máquinas de Apple: el nuevo iPad Pro de 12,9 pulgadas y el MacBook Air con procesador M1.
Estos serían, simplificando, los puntos fuertes de cada máquina:
iPad Pro | MacBook Air |
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Tiene una pantalla excelente: tecnología mini-LED, FALD, densidad de píxeles de 264, HDR, ProMotion, etc. | Si necesitas un teclado físico, has de saber que el MacBook Air es más delgado y pesa menos que el iPad Pro conectado al Magic Keyboard. |
Es más versátil. Si no necesitas el teclado, puedes desconectarlo de él. Si necesitas un stylus, puedes comprar el Apple Pencil por separado. | El modelo más barato del MacBook Air tiene 256 GB de almacenamiento y cuesta 1.129 euros. El iPad Pro de 12,9 pulgadas con el mismo almacenamiento cuesta 1.399 euros. Habría que sumar, a esta cifra, el coste del Magic Keyboard (399 euros) para poder hacer una comparativa justa. |
Existen versiones con 5G, por si necesitas trabajar en movilidad conectado a la red celular. | Gracias a macOS, puede ejecutar aplicaciones profesionales como Photoshop, Word o Premiere. Y sí, muchas de ellas también están disponibles en el iPad. Pero, por lo general, las versiones para macOS tienen más opciones o son más avanzadas. El ejemplo más evidente es el de Photoshop. |
Otros: LiDAR, cámaras traseras, mejor cámara frontal, Face ID, mejores micrófonos, etc. | La autonomía es superior. Apple asegura que, en navegación web, el iPad Pro ofrece unas 10 horas de uso. El MacBook Air, en cambio, eleva esa cifra hasta 15 horas. |
Hasta la llegada del M1, el iPad Pro tenía una ventaja clave respecto al MacBook Air: el procesador. En algunos casos, eso podía decantar la balanza en una dirección u otra. Pero esta superioridad, recordemos, ha desaparecido. Ahora, tanto el MacBook Air como el iPad Pro comparten el mismo chip, por lo que tenemos cero diferencias en este sentido.
Dicha potencia, sin embargo, probablemente tenga más valor en el MacBook Air que en el iPad Pro. Y la clave no es otra que el software disponible. En el portátil de Apple puedes ejecutar aplicaciones profesionales como Final Cut, Premiere, Photoshop, Logic o AutoCAD, las cuales, o no están disponibles para el iPad o, simplemente, tienen unas capacidades inferiores a las versiones para macOS.
Teniendo en cuenta todo esto, ¿qué debería comprar ese consumidor que citamos líneas atrás que acude a la Apple Store? Pues, casi con toda probabilidad, el MacBook Air. Es una máquina inferior en algunos sentidos –como la pantalla–, pero mucho más versátil desde el punto de vista del software. Y eso, a la hora de sacar trabajo hacia delante, puede ser clave.
Esto no quiere decir que el iPad Pro no tenga valor. Todo lo contrario, en realidad. El tablet de Apple, como decía al inicio de este artículo, es un producto increíble. Es un hardware súper versátil, tiene múltiples cámaras, un sistema biométrico mucho más avanzado, una pantalla increíble y un sistema operativo pensado para ser utilizado con los dedos.
Para un grupo determinado de clientes (como ilustradores o dibujantes), todos esos pros probablemente tengan más peso que la citada compatibilidad con el software del Mac. Sin embargo, pasar de convencer a un grupo de potenciales clientes a, directamente, terner lo necesario para poder convencerlos a todos, implica ir un paso más allá en el lado del software. Sobre todo cuando hablamos de un iPad que, como este, supera la barrera de los 1.000 euros y está pensado para, entre otras cosas, trabajar. De nada sirve tener una pantalla mini-LED increíble si, por ejemplo, no tengo una versión de Photoshop a la altura de la variante para el Mac o un equivalente a Final Cut con el que sacarle todo el partido.
¿Será la WWDC 2021 un punto de inflexión?
Esta situación, con suerte, podría dar un giro de 180 grados en la próxima WWDC 2021. Tanto el iPad como el Mac han ido convergiendo hacia un mismo punto durante los últimos años. Y no solo me refiero a la fachada, también lo han hecho por dentro. La intercompatibilidad de aplicaciones es mayor que nunca, existen herramientas como Catalyst que facilitan la migración hacia el Mac, la arquitectura es la misma, etc.
No sería descabellado, por lo tanto, que Apple diera un paso más en esa dirección y, en la WWDC, anunciara que el iPad, de alguna forma, será capaz de ejecutar las aplicaciones concebidas para los Mac. ¿Quizá con una herramienta similar a Catalyst pero en la dirección opuesta? Es decir: una utilidad que permita a los desarrolladores adaptar, migrar y llevar las aplicaciones compatibles con el Mac al iPad.
Honestamente, desconozco si eso es lo que tiene Apple entre manos. Todavía no me he convertido en Sybill Trelawney, por lo que cualquier posibilidad que enuncie es mera especulación. Sin embargo, el hecho de que el iPad Pro sea más Mac que nunca (Magic Keyboard, cursor, mismo procesador, puertos Thunderbolt…) y que Apple haya implementado unas capacidades tan sorprendentes en un producto como este invita a pensar en que quizá haya una parte de la historia que todavía no conocemos. Una pieza que, de existir, daría sentido a todo lo que hemos visto hasta ahora.