Hace un año, nadie se tomaba en serio la posibilidad del llamado Snyder Cut, una fantasía de los fans de DC que parecía subvertir el orden mismo de las relaciones entre la audiencia y el producto en pantalla.

Durante buena parte de 2018 y 2019, las quejas de los fans por ver la versión de Justice League editada y con las tomas imaginadas por Zack Snyder se volvió una obsesión en redes sociales.

Tanto como para crear un insistente movimiento de opinión que sustentaba la idea de que lo que había llegado a pantalla no era otra cosa que la combinación de la ambición de los “ejecutivos” —esa especie anónima y codiciosa que según la imaginación popular era la responsable del fracaso de la película— y, por supuesto, las malas decisiones de Joss Whedon.

Un villano más incómodo que el caricaturesco Steppenwolf

ReleaseTheSnyderCut se convirtió en una etiqueta popular, y en el símbolo del malestar de los fanáticos sobre una serie de decisiones cinematográficas, destinadas a convertir a una película sobre la que pesaba el núcleo medular del naciente — y malogrado — universo cinematográfico de DC, en una mezcla inaudita y desatinada de despropósitos.

Desde el hecho de que Snyder no pudiera continuar al frente del proyecto — los rumores que el abandono de la silla del director fue mucho menos amable de lo que se publicó abundan -, pasando por los reshoots innecesarios, el sentido del humor artificial, las retomas digitales de pésima calidad, el bigote de Superman, el argumento insustancial, un Cyborg convertido en una criatura casi paródica hasta el hecho concreto que el film entero carece de sentido... Convirtieron a la posibilidad de ver una versión mucho más ordenada y estructurada en una bandera para buena parte de los fanáticos, convencidos de que Snyder tenía en mente una película distinta a la que llegó en pantalla.

El mismo director — recuperado del cuadro depresivo que le obligó a separarse del proyecto — alimentó la posibilidad en cada oportunidad que pudo. Dedicó meses enteros a propagar rumores sobre su malestar por el resultado final de un film que le resultó ajeno. A llenar sus redes sociales con contenido que mostraba tomas, personajes e incluso pequeños fragmentos de metraje que sugerían que Justice League había sido algo mucho más grande y ambicioso, pero en especial de mejor calidad que el film torpe que decepcionó a fanáticos y se derrumbó en taquilla.

Los fans se hicieron eco del director y para finales del 2018, algunos actores de la producción comenzaron a insinuar con cierta timidez que sí, que había una segunda y más acabada versión que había terminado en mesa de edición.

Jason Momoa, Gal Gadot y al final incluso Ben Affleck, hablaron de tomas cortadas, de decisiones estéticas y argumentales por completo distintas a las vistas en pantalla.

Incluso Henry Cavill insinuó que Superman — y su participación en la historia — tenía una dirección nueva y “mucho más emocionante” que la resurrección apresurada, edulcorada y al final fallida del personaje.

Pero el #SnyderCut seguía siendo un rumor. No importaba cuánto insistieran los fans y el propio Snyder, Warner Bros., no tenía la menor intención de traer de nuevo a pantalla un proyecto que fracasó en taquilla sino que casi da al lastre con años de esfuerzo alrededor del universo cinematográfico basado en los personajes de DC. Los fanáticos aumentaron la presión, Snyder siguió insistiendo, mostrando imágenes, dejando claro que había algo más que decir sobre la historia de los principales héroes de la editorial en su primera incursión en pantalla.

Y entonces ocurrió lo impensable: HBO Max se interesó por el proyecto y tomó una decisión histórica: estrenaría el llamado Snyder Cut — dirigido por supuesto por Snyder — y, además, haría la necesaria inversión para completar las partes que convertirían a las secuencias cortadas y al material disponible en una película. Se trató de un fenómeno inédito que sorprendió y cautivó a buena parte de los fans, pero que también llenó de cierto escepticismo a la industria.

¿Qué puede esperarse de un proyecto incompleto, que debe ser filmado otra vez en sus partes esenciales sin la misma inversión original? ¿Tiene Snyder la suficiente cantidad de material en edición para crear una película por completo nueva?

El recorrido que nunca acaba

Las anteriores no son preguntas fáciles de responder, mucho más cuando la raíz del dilema no es solo Justice League, sino que comienza desde que Warner Bros. entregó el control creativo del universo cinematográfico de DC al director.

Ya en el 2016 con el estreno de Batman vs Superman: El amanecer de la Justicia, hubo algunos rumores sobre la incomodidad del estudio con el resultado de una película, que si bien no fue el desastre a todo nivel que sería Justice League, sí resultó una decepción a nivel de impacto cultural.

Si bien, el primer gran encuentro de las grandes figuras emblemáticas de la editorial, fue un derroche colosal de acción con fuertes tintes filosóficos — hay más de una escena rescatable y puntos de vista de considerable profundidad -, la película terminó por naufragar ante la crítica por su ambición.

Snyder parecía dispuesto a tocar todos los registros mientras abarcaba una historia inmensa, imposible de reducir o simplificar sin afectar el conjunto final. Y mientras Kevin Feige en Marvel dedicó casi una década de planeación y estrategia para presentar a cada uno de sus personajes de manera individual, Snyder trató de hacerlo en un film cuyo argumento tenía elementos de prácticamente todas las propuestas que se tocarían en la franquicia antes o después.

La crítica se ensañó con la película y buena parte de los fanáticos parecieron desconcertados por el planteamiento de Snyder, que si bien respondía a un intento marcado de deslindarse de cualquier parecido con Marvel había convertido a Batman vs Superman: El amanecer de la Justicia en una extrañísima visión del bien y del mal, poco coherente y mucho menos sólida.

Un experimento semejante, puede salir muy bien o muy mal. Y en este caso, Snyder empujó a la película a un tono melodramático y oscuro, que echó por tierra la solidez argumental de todos los proyectos conectados al centro narrativo que mostró, y puso en serias complicaciones al resto de las películas del Universo DC.

La primera víctima fue Escuadrón Suicida de David Ayer, que siendo un producto menor pensado como una respuesta burlona al tono general de la editorial en pantalla, se vio obligado a replantearse su tono y ritmo casi al final de la filmación.

David Ayer tuvo que aceptar reshoots, una nueva visión sobre sus personajes y, al final, una edición deficiente que transformó al film en un argumento confuso y blando. Y aunque fue un curioso éxito de taquilla — que por insólito que parezca, no logró cubrir del todo la doble inversión de convertir el film en un planteamiento distinto en un momento crítico — , los ejecutivos de Warner tomaron la decisión de poner presión en el siguiente gran proyecto del universo cinematográfico: la esperada Justice League, que reuniría — finalmente — a los principales personajes de DC.

Un largo trayecto al desastre

La filmación de Justice League fue caótica desde sus primeras semanas: el guion pasó por varias reescrituras, que no lograron complacer al estudio que ahora deseaba un proyecto mucho más luminoso, divertido y “optimista” que los anteriores trabajos de Snyder.

La presión aumentó sobre el proyecto y por si eso no fuera suficiente, coincidió con un difícil momento personal de Snyder, que sufría las consecuencias de la muerte trágica de una de sus hijas y trataba de mantenerse a flote en mitad de las exigencias del estudio. En especial, de la necesidad de Warner de convertir a Justice League en el éxito que necesitaba para convertir a la franquicia DC en un éxito de taquilla (que ya lo era en cierta forma) y también en el rival de Marvel.

Con toda probabilidad, la producción y buena parte de los ejecutivos del estudio tenían como un referente inmediato a lo que querían lograr con Justice League al éxito del 2012 con The Avengers, una película grupal de considerable envergadura, que había logrado lo que hasta entonces parecía imposible: reunir a varios personajes, líneas de tiempo y fragmentos de información general de la franquicia, en una única historia.

El resultado había sido un colosal triunfo en taquilla, además de una película divertida, llena de acción y que había cautivado al público por su capacidad para cambiar de tono y ritmo según las exigencias de un guion sencillo pero eficiente.

Pero por supuesto, para llegar a un resultado semejante, Marvel se había tomado su tiempo: había recorrido con cuidado un largo trecho de películas individuales, y había creado una metavisión sobre sus personajes que ensambló con cuidado a lo largo de diez años.

DC esperaba el mismo resultado con apenas un par de películas que no habían logrado delinear a sus personajes principales: solo Superman Man On Steel de 2013 (también dirigida por Snyder) había especulado sobre una nueva versión acerca del último hijo de Krypton, pero ni Batman, Wonder Woman, Flash o Cyborg habían sido otra cosa que fragmentos incidentales de historias más grandes.

Justice League tenía la misión de ensamblar al equipo, esbozar sus orígenes y al final, lanzar su primera aventura en conjunto. Todo a la vez y sobre un guion que para comienzos de la filmación en el 2016 seguía sin estar del todo claro.

El caos bajo un cielo rojizo

Los problemas empezaron prácticamente desde el primer día de filmación. Se habló de tensión en el set, de exigencias y plazos imposibles de cumplir que hicieron mella en el ánimo de Snyder y en el resto del equipo. Hubo críticas sobre las decisiones creativas de Snyder (que incluía un traje mucho más “sexy” para las Amazonas, lo que confrontaba con la idea de la taquillera Wonder Woman), la imagen general de Batman (que ya había recibido críticas en su debut) y en especial, por el tono oscuro que Snyder quería brindar a la trama.

Finalmente, la presión fue excesiva para Snyder: alegando problemas de salud y de la necesidad imperiosa de mantenerse junto a su familia después de la muerte de su hija, Snyder abandonó la producción cuando la película estaba prácticamente rodada. Justice League no solo había perdido a su director, sino al elemento que parecía sostener su tono. Para cuando Whedon se puso adelante del proyecto dejó claro que para obtener resultados más o menos coherentes debía añadir material.

Para entonces la película duraba 214 minutos y carecía de posproducción. Whedon debía encargarse de reducir el tiempo en pantalla del film y agregar toda una serie de escenas que replantearan, casi desde el origen, lo que Snyder había filmado. La exigencia provocó un segundo caos en set, que requirió el regreso a filmación de Henry Cavill, que ya participaba en la filmación Misión Imposible: Fallout y debía llevar un bigote poblado por requerimientos no negociables de guion. El estudio insistió en que Superman debía tener su clásico aspecto, por lo que el departamento de CGI fue encargado de retocar toma a toma el rostro del actor.

Los problemas continuaron agravándose: se insistió que lo que Whedon filmaba tenía poco o nada que ver con lo que Snyder había ideado. Que los retoques habían simplificado al villano — en especial, su diseño —, las líneas argumentales y el comportamiento de los personajes. Whedon aseguró que la película sería “más divertida y luminosa” mientras que Snyder se quejó que el estudio había cercenado su concepto creativo.

Hubo chistes e imágenes virales de secuencias filtradas en las que podía apreciarse el pobre trabajo digital en el rostro de Superman. Al final, el mayor de los proyectos de DC hasta la fecha se había convertido en el mayor inconveniente publicitario y de imagen que el estudio había tenido que enfrentarse hasta la fecha.

#ReleaseTheSnyderCut

La película se convirtió un debatido éxito de taquilla: recaudó menos de lo esperado, pero sin duda jamás podría considerársele un fracaso. Lo que sí ocurrió es que la combinación de los reshoots de Whedon con la esencia de lo planteado por Snyder, convirtieron a la película en un desastre a nivel argumental que a su vez se reflejó en la notable decepción del público.

Pero para sorpresa de buena parte de los medios especializados se insistió que el culpable no era — como cabría suponer — la combinación de factores en contra, sino el estudio. Y el héroe en medio de una situación confusa resultó siendo Zack Snyder, que prácticamente desde el primer día dejó claro que la película en pantalla poco o nada tenía que ver con la suya.

Los fans le apoyaron y pocas semanas después del estreno, la etiqueta #ReleaseTheSnyderCut se había posicionado lo suficiente en redes como para considerarse un fenómeno de considerable envergadura. El hashtag llegó a su punto más alto en el verano de 20219, durante la Comic-Con de San Diego, cuando se leyeron dos carteles con la frase en el Times Square de Nueva York.

En noviembre del mismo año, la etiqueta logró el apoyo de los actores Gal Gadot, Ben Affleck y Jason Momoa. Finalmente, el matrimonio Snyder — la esposa del director fue la productora de la película —lo apoyó públicamente y dejó claro que había material suficiente “para una película”. Eso, a pesar que Snyder había dejado claro que lo más cercano al llamado Snyder Cut que existía era una copia de 4 horas sin edición que conservaba en su disco duro. No obstante, la mera insinuación de material fresco aumentó la presión de los fans. Tanto como para que en febrero del 2020 se presentara en casa de los Snyder un comité de Warner Bros. queriendo analizar el material. Dos meses después, HBO Max anunciaba que se estrenaría la versión de Snyder en su catálogo durante el año 2021.

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Warner Bros.

Un logro incierto

De Snyder Cut se sabe más bien poco, más allá de la información revelada por Hollywood Reporter en mayo, que recoge las declaraciones de fuentes anónimas que Snyder mostró a los ejecutivos una selección de material rodado sin edición y mucho menos, posproducción.

Además, se sabe que el material es lo suficientemente amplio y desordenado, como para que el director planteara la posibilidad de dividir el montaje en seis episodios que incluyeran todos los hilos argumentales que había imaginado. Y es aquí cuando comienzan los problemas.

El material en manos de Snyder se encuentra incompleto y básicamente necesita una nueva edición, rodar un cúmulo de escenas, llamar a los actores de vuelta a trabajar y una considerable inversión en efectos digitales. El monto total de inversión ronda los 30 millones de dólares, lo que convierte al proyecto en el más costoso y ambicioso de HBO Max hasta la fecha.

Y aunque todos los actores ya han confirmado el regreso a sus papeles, el retraso debido al coronavirus mantiene el suspenso sobre qué se hará o cómo se construirá una nueva versión de la película prácticamente del conjunto de escenas que se encuentran en posesión del artista.

Por ahora, el asunto sigue complicándose: habrá nuevos villanos, un rediseño de Steppenwolf, un nuevo enfoque sobre Superman y al final, una película mucho más nihilista de la que llegó a pantalla hace ya casi medio lustro.

Una cosa sí es inevitable: Snyder tiene el enorme compromiso de asombrar con lo que sea que muestre como resultado de años de campaña e insistencia. Como nunca antes otro director, tiene además la responsabilidad de demostrar que el peso del estudio dio como resultado un desencuentro creativo de considerable envergadura. El Snyder Cut debe superar las expectativas o al menos, satisfacer a buena parte de los fans.

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