Se calcula que, aproximadamente, en nuestro planeta hay 10 millones de especies de animales, de las cuales 8 millones son aún desconocidas. Tristemente, muchas se extinguirán antes de que lleguemos a saber de su existencia. Y es que no todas están a simple vista. Algunas se esconden en lugares tan inesperados como un acueducto romano subterráneo. De hecho, ha sido justamente ahí donde dos científicos de la Universidad Europea de Madrid y uno de la Universidad Autónoma de Madrid han descubierto una nueva especie de isópodo.

Puede que eso de isópodo te suene a otro planeta, ¿pero a que las cochinillas sí las conoces? Son básicamente lo mismo. Hay muchísimas especies y se encuentran por todas partes; pero, en concreto, la que han descubierto estos científicos estaba bajo tierra, en unos restos romanos ubicados en la localidad de Carmona, Sevilla. 

Dicho isópodo ha sido bautizado como Baeticoniscus carmonaensis y nos recuerda que, como bien ha explicado a Hipertextual uno de sus descubridores, el ecólogo Álvaro Luna, no es necesario irse al Amazonas para encontrar una nueva especie animal. A veces están entre nosotros, justo debajo de nuestros pies.

Motitas blancas que resultaron ser una nueva especie

Este hallazgo se acaba de publicar, pero tuvo lugar hace varios años. Álvaro Luna y su compañero Enrique Peña estaban indagando en la fauna de un sistema de galerías subterráneas construidas en Carmona durante la época romana cuando algo llamó su atención. Unos “puntitos blancos” que se movían sobre un trozo de madera. “Al acercar las linternas vimos que era algún tipo de invertebrado muy pequeño y blanquecino, y ahí empezó todo”, señala Luna.

En este punto, el investigador recalca el papel de la Asociación Andaluza de Exploraciones Subterráneas (AAES), quienes “llevan años explorando estas galerías y otras de la comarca, sentando las bases para que luego más profesionales puedan aportar su grano de arena correspondiente”. 

El siguiente paso, lógicamente, fue tomar muestras de esos pequeños invertebrados para comprobar a qué especie pertenecían. “En este punto entró Julio Cifuentes, quien ha llevado a cabo la labor de identificación y descripción de la especie”, relata el ecólogo consultado por este medio. “Sin él no habría sido posible llevar a cabo el trabajo en sí, ya que el resto de personas involucradas no somos expertos en este grupo animal”. A ello añade que “es importante reconocer una vez más el aporte científico de los taxónomos, una disciplina a la que no se está haciendo la debida justicia”.

Los taxónomos son personas con un gran conocimiento sobre la descripción y clasificación detallada de especies. Por eso, son esenciales cuando se hace un hallazgo para comprobar si se trata de una nueva especie o de otra que ya se conociese con anterioridad. “Contar con expertos en grupos concretos permite realizar trabajos de este tipo, pero a día de hoy la taxonomía no recibe el apoyo necesario”.

La clave está en la comparación

isópodo
Comparación de varios isópodos parecidos. Crédito: Julio Cifuentes.

Los especímenes se recolectaron manualmente de la galería romana, sin usar trampas. Después se conservaron en etanol al 70 % y se preparan para su análisis al microscopio. Se crearon varias figuras con ayuda de un microscopio y un estereomicroscopio. El segundo es un tipo de microscopio óptico que aporta una visión tridimensional gracias al uso de dos lentes en cada ojo. Esto permite discernir las partes más pequeñas de lo que se está observando, diseccionando cada estructura. Dicho dispositivo, junto a una cámara digital de 12 MP, permitió tomar imágenes que más tarde se usarían para crear dibujos con ayuda de un editor gráfico.

Finalizado este primer paso, los ejemplares se depositaron en la colección de isópodos del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. De ahí en adelante bastaba con las figuras obtenidas para compararlas con las de otros isópodos y buscar sus similitudes y diferencias. Con ayuda de un taxónomo experto como Julio Cifuentes, esto fue mucho más sencillo. 

Se observó que los isópodos encontrados en Carmona pertenecían al género Baeticoniscus, pero no a ninguna especie conocida. Concretamente, difiere de las especies relacionadas en la presencia de los ojos, así como en la disposición de unas estructuras conocidas como tubérculos y de las costillas en el cefalón y el pereión, equivalentes a la cabeza y el tórax. Estaban, por lo tanto, ante una nueva especie: Baeticoniscus carmonaensis

Una inmensidad por descubrir

Los ecosistemas subterráneos se encuentran entre los más ignorados por las políticas de conservación. Por eso, hay mucho desconocimiento sobre ellos, incluso entre científicos especializados. Dentro de estos ecosistemas, los que se asocian a estructuras creadas por el ser humano están aún menos estudiados. Aunuqe existen varios ejemplos que demuestran que pueden albergar una fauna muy interesante. Por ejemplo, se han hallado anfibios en túneles ferroviarios abandonados y galerías de drenaje. Incluso hubo un equipo de espeleólogos italianos que encontró una nueva especie de escarabajo, Boldoria ghidnii ghidnii en las mazmorras de un castillo. 

Espeleólogos
Crédito: Freepik

En este caso, la nueva especie de isópodo se ha encontrado en unas galerías subterráneas que posiblemente conformaron un acueducto en la época romana. No es la primera vez, pero sí una de las primeras ocasiones en las que se descubre una nueva especie animal en un yacimiento arqueológico bajo tierra. Por suerte, cada vez más científicos trabajan codo con codo con arqueólogos y espeleólogos para analizar la fauna de estos lugares. Los resultados son fascinantes. 

“Resulta muy interesante constatar que cada vez se estudia más la fauna de entornos humanos como yacimientos arqueológicos, cementerios, bosques asociados a espacios sagrados, etc. En cuanto a arqueología, se está trabajando mucho en Grecia, y los inventarios realizados han señalado que una gran muestra de la diversidad griega está presente en sus zonas arqueológicas. Es más, en ocasiones, estos entornos bien gestionados pueden ser de interés arqueológico y biológico de forma conjunta”.

Hay que divulgar más

Todo esto nos demuestra que los entornos subterráneos son un magnífico mundo por explorar, pero se debe cambiar el modus operandi que se ha empleado hasta ahora. Para Álvaro Luna, es algo que solo puede lograrse a través de la divulgación. “Se debería hacer más divulgación y apostar por proyectos imaginativos que trasladen la belleza y singularidad de estos ecosistemas al público general, que por motivos obvios no siempre va a tener la posibilidad de ver muchos de estos entornos con sus propios ojos”. Además, añade que, para aquellos sitios que sí son visitables, “se debería incidir en el valor biológico de los ecosistemas subterráneos, más allá del contenido geológico o histórico, que es igualmente importante”.

Si esto se hace, no se van a encontrar las miles de especies animales que aún desconocemos, pero sí que podemos llevarnos algunas sorpresas. Al fin y al cabo, lo más probable es que estas especies que se han encontrado en galerías romanas o mazmorras de castillos estén mucho más extendidas por otros lugares. Solo hace falta encontrarlas.

¿Por qué en unas ruinas romanas?

En realidad, que esta nueva especie, así como otras, se haya encontrado en un yacimiento arqueológico es muy curioso, pero no necesariamente tiene una explicación. “El hecho de que algunos estén creados por el ser humano es secundario, no deja de ser un hábitat que reúne condiciones que les son propicias y que son colonizados de forma natural por las especies”. Este nuevo isópodo, por ejemplo, vive mayoritariamente en la madera podrida. Estas ruinas se lo pusieron fácil, pero podría estar en otros muchos sitios.

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En los yacimientos griegos se está empezando a investigar más su fauna. Crédito: Freepik.

¿Puede peligrar esta nueva especie?

Hemos visto que, de las miles de especies que están por descubrir, puede que muchas se extingan antes de que las conozcamos. ¿Pero qué pasa con las que viven bajo tierra o yacimientos arqueológicos? ¿Corren algún peligro?

Para responder a estas cuestiones, primero debemos diferenciar si están en entornos arqueológicos visitables o no visitables. En el primer caso, la afluencia de seres humanos puede perturbar el hábitat de los animales. Sin embargo, en el caso de esta nueva especie, se encuentra en un yacimiento que solo es visitado un máximo de 5 veces al año (a veces ninguna) con fines científicos. No hay nada de turismo.

“En general, visitables o no, los riesgos en entornos subterráneos pueden ser por episodios de contaminación. También por el colapso de estos sistemas y cambios bruscos en las condiciones ambientales. Por otro lado, en aquellos ecosistemas subterráneos que son visitables hay impactos que pueden hacerse notar más, por la presión humana asociada”.

Una nueva especie está ya en la lista de animales conocidos y, efectivamente, no ha hecho falta viajar al Amazonas para encontrarla. Con estos hallazgos científicos pasa como con el turismo. Es muy interesante viajar a Tokio y conocer su cultura. Sin embargo, lo es aún más disfrutar de las tradiciones del pueblo de tu familia que se encuentra a 50 kilómetros de distancia. O de toda la variedad cultural de tu propio país. Igualmente, tenemos un mundo desconocido bajo nuestros pies.