En 2016 se puso en marcha la misión OSIRIS-Rex para estudiar de cerca el asteroide Bennu. Llegó allí en 2018, tomando las primeras imágenes. Se siguió acercando hasta poder tomar muestras de su superficie en 2020. Finalmente, en 2023 las envió de camino a la Tierra. Pero la composición de Bennu no es lo único que preocupa a los científicos en la actualidad. El estudio de su trayectoria ha demostrado también que llegará un momento en el que tendrá una probabilidad baja pero real de impactar contra nuestro planeta. Ocurrirá en 2182 y la probabilidad será de 1 entre 2.700. Un 0,04%.
Sí, la probabilidad es baja; pero, aun así, el hecho de que no sea cero ha llevado a los científicos a pensar ya en un plan de acción para los que vengan después. Por eso, un equipo de investigadores coreanos ha llevado a cabo una simulación en la que se analiza cuáles serían las consecuencias del impacto de Bennu en la Tierra.
Afortunadamente, con sus 500 metros de diámetro, se considera un asteroide mediano. Chicxulub, el asteroide que provocó la extinción de los dinosaurios, tenía al menos 10 kilómetros de diámetro. La diferencia es más que notable. Por lo tanto, no se espera que Bennu pueda causar una extinción masiva, pero sí que alteraría mucho la vida en la Tierra. Veamos qué es lo que dice la simulación.
Las consecuencias del impacto de Bennu
En la simulación, realizada en la supercomputadora Aleph del Centro IBS de Física del Clima de Corea del Sur, han comprobado que el impacto de Bennu en la Tierra lanzaría a la atmósfera 400 millones de toneladas de polvo.
Esto, como es lógico, dificultaría la llegada a la superficie terrestre de las radiaciones solares. Como consecuencia, la temperatura global terrestre disminuiría unos 4ºC. Visto lo visto con el cambio climático, eso quizás para entonces sería incluso una buena noticia. Sin embargo, esa disminución de la radiación solar también afectará muchísimo a los organismos fotosintéticos. Causaría la muerte de muchísimas plantas y, como consecuencia, también de los animales herbívoros que se alimentan de ellas. En el caso de los humanos, disminuiría la disponibilidad de alimentos y se vería muy mermada la seguridad alimentaria. Además, se dañaría la capa de ozono, poniendo en serio riesgo la vida de todos los seres vivos. No habría una extinción masiva, pero sí muchos problemas de salud.
Las simulaciones señalan que la recuperación de las plantas sería muy larga; pero que las algas, también fotosintéticas, se recuperarían bastante rápido, en solo unos meses. De hecho, lograrían incluso crecer más rápido y en mayor cantidad que antes del impacto de Bennu. Esto se debe a que los asteroides son muy ricos en hierro, un mineral que resulta muy beneficioso para las algas fotosintéticas. Por lo tanto, quizás los humanos tendrían que dejar a un lado la agricultura clásica y alimentarse mayormente de algas.
¿Cómo de preocupantes es el riesgo de impacto?
Ya hemos visto que el riesgo de impacto es bajo, pero no imposible. De todos modos, aún queda mucho tiempo y no se puede descartar que los datos sobre su trayectoria se modifiquen. Como ejemplo comparativo, recientemente se ha dado a conocer el caso de un asteroide que tiene un riesgo bastante más alto que Bennu de impactar. Además, sería mucho antes, en 2032. Es 10 veces más pequeño, por lo que las consecuencias no serían tan graves; pero, además, los científicos que lo están siguiendo señalan que el riesgo de impacto podría reducirse en los próximos años.

Quizás pase lo mismo con Bennu. Además, si hoy en día ya se han estudiado métodos para desviar asteroides, como el que se probó en la misión DART, puede que dentro de un siglo estos sean aún más eficientes e incluso si el riesgo de impacto fuese alto se lograse desviar para que nunca llegue a chocar. No es algo que deba preocuparnos, pues los científicos están manos a la obra. Ahora mismo, los propios humanos somos un riesgo mucho mayor para la Tierra que el posible impacto de Bennu dentro de más de 100 años.
