Desde su estreno, Silo ha sorprendido por su historia singular. Basada en la trilogía de libros del mismo nombre de Hugh Howey, la serie creada por Graham Yost relata un universo distópico marcado por la incertidumbre. La historia profundiza en los sobrevivientes de un apocalipsis no especificado, recluidos en una estructura cilíndrica bajo tierra. Aunque llevan más de un siglo a resguardo, nadie sabe quién construyó el lugar o qué les espera afuera. De hecho, el máximo castigo en la sociedad que se desarrolló dentro del silo, es ser arrojado hacia el mundo inhóspito que espera fuera.
Durante la primera temporada, Juliette Nichols (Rebecca Ferguson) parte del equipo que mantiene el funcionamiento de la estructura, comenzó a indagar sobre la verdad. Algo que la hizo seguir una complicada red de pistas hasta descubrir que los Fundadores, líderes y cabezas visibles del Silo, ocultan información o directamente mienten. En medio de los primeros indicios de una revuelta, Bernard (Tim Robbins) tendió una trampa al personaje y le condenó a la expulsión. Una decisión que, en teoría, condenaría a Juliette a la muerte.
Solo que no ocurrió así. En lugar de eso, la ingeniera logró avanzar a través del paisaje desolado que rodea al silo y comprobar, que no es la única estructura parecida. Desconcertada por el descubrimiento, Juliette decidió ir a investigar por su cuenta, hasta alcanzar al siguiente. Eso, mientras dejaba atrás a los habitantes del suyo, sumidos en la desesperación, el miedo y la certeza de que todo lo creían, era falso. Al otro extremo, Juliette emprendió un recorrido que la conduciría a varias revelaciones complicadas acerca de las estructuras y su objetivo.
Una segunda temporada con más preguntas que respuestas
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Durante toda nueva entrega de Silo, la trama se bifurcó en dos direcciones. Por un lado, la estructura original sufrió las consecuencias de ver a Juliette sobrevivir a la expulsión y seguir su camino. Un suceso inesperado que dejó claro que la insistencia de los Fundadores — con Bernard a la cabeza — de mantenerlos encerrados, no tenía justificación. La interrogante dio paso a otras: ¿hay vida fuera del silo? ¿Por qué deben quedarse en su interior? Sin explicaciones y sometidos a un control violento, la subversión entre los habitantes de la estructura era inevitable.
Al otro, la llegada de Juliette al silo 17 y los diferentes descubrimientos que hizo en el lugar. Entre los más inquietantes, que se encontraba vacío y apenas con un superviviente. También, que el resto de los habitantes habían muerto en un estallido de violencia en medio de la presión del aislamiento y la reclusión. Más importante aún: un plano pormenorizado que explicaba a detalle el motivo por el cual, el aire del exterior era venenoso. Por lo que el personaje, comprendió que debía volver a su hogar original, para explicar la forma en la que sobrevivió y lo que les espera realmente fuera de los límites de las escotillas cerradas. Al mismo tiempo, relevar a todos los secretos de protección y sus alcances. A saber: quién o qué activa el veneno que emponzoña los alrededores de las construcciones.
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Ambos escenarios se mezclan para el final de temporada. Juliette consigue reparar su traje y volver a pie, hacia el silo original. En este, tanto los habitantes del depósito y de la sala de maquinarias, han organizado una resistencia cada vez más agresiva a Bernard y los suyos. Por lo que solo esperan una señal para intentar la tan esperada — y peligrosa — travesía al mundo exterior.
Por lo que ver la imagen de Juliette a través de las pantallas del comedor y confirmar que se encontraba viva, es un punto de no retorno. El personaje recrea fielmente una de las imágenes más icónicas de la serie — la de una figura que se aleja en el descampado inhóspito — pero esta vez, se inclina hacia la cámara de vigilancia y limpia el lente. Un gesto que demuestra que se encuentra sana y cuerda. También, a punto de entrar de nuevo.
Una conclusión que explora el mundo de ‘Silo’
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Pero a pesar de que su mera presencia demuestra que es posible sobrevivir fuera del silo, Juliette sabe que sus condiciones fueron únicas. Como se recordará, parte del castigo de la expulsión, consiste en que el condenado lleva un traje defectuoso, a través del cual se filtra el veneno del exterior. Pero en el caso de Juliette, los trabajadores de los suministros se ocuparon de cerrar las posibles rasgaduras, por lo que pudo continuar sin caer fulminada por la atmósfera tóxica.
Claro está, nadie sabe eso más allá de ella misma y los involucrados, por lo que intenta advertir que no es seguro afuera. Sin saber si le comprenden, Juliette se apresura a entrar por la pasarela que lleva al interior del Silo. Una vez allí, se topa con Bernard, que pasa por una situación crítica. Convertido en un paria dentro de la construcción y sometido a la presión de tener que liderar el poder en medio de una revuelta, está en el límite de su voluntad y cordura. Por lo que decide salir y morir. En medio del confuso momento, ambos personajes se enfrentan cara a cara.
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Juliette necesita saber quién activa el veneno del exterior y el motivo por el cual lo hace. Al contraste, Bernard sí sabe quién — o qué — está detrás de todo, pero no desea revelarlo. Pero antes de que puedan llegar a un acuerdo, o al menos, profundizar en qué revelar al resto, la puerta de la construcción comienza a cerrarse. Por lo que terminan atrapados en el pasillo de esclusa de aire, que activa el mecanismo de seguridad y desinfección, que incluye arrojar fuego al interior. La escena concluye sin mostrar quién sobrevivió a una situación semejante o siquiera, si alguien lo hizo.
Un giro que abre la puerta a la tercera temporada de 'Silo'
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Luego de un fundido a negro, la última secuencia de la segunda temporada de Silo, retrocede en el tiempo. Lo que le permite mostrar una toma entera en la ciudad de Washington, D.C., y también a dos personajes desconocidos. Daniel (Ashley Zukerman) y Helen (Jessica Henwick), una pareja joven que, en apariencia, se conoce en un bar para pasar un buen rato.
Pero lo que parece una cita romántica, pronto se descubre como algo más complejo. Eso, cuando se revela que Dan es un congresista y Helen, una periodista. Ella, está especialmente interesada en saber acerca de lo que llama una bomba sucia en Nueva Orleans y el aumento de la tensión entre Norteamérica e Irán. Y, aunque no hay rótulos ni tampoco cualquier otro indicativo acerca del momento en que el hecho transcurre, es evidente que se trata de un salto al pasado, mucho antes de la construcción de los silos.
Algo que es evidente cuando Dan le obsequia a Helen, un juguete dispensador con forma de pato. Una figura que, en la trama de Silo, es un objeto prohibido. A la vez, símbolo de lo muy poco que los habitantes de la estructura saben acerca de su pasado. Un giro de los acontecimientos que apunta a que la tercera temporada — ya confirmada, junto con la cuarta y final — profundizará en los acontecimientos que dieron origen a las construcciones. Un panorama intrigante que abre todo tipo de posibilidades para la serie.