Los humanos somos animales rencorosos, no cabe duda de ello. Unos más y otros menos, pero todos hemos sentido alguna vez rencor hacia alguien. Ahora bien, ¿somos la única especie capaz de albergar ese sentimiento?
Podríamos pensar que es demasiado complejo para que otros animales puedan sentirlo, pero la realidad es que hay varias especies que, de un modo y otro, han mostrado ser capaces de experimentar el rencor. Para ello, primero es necesario que puedan recordar a otros individuos, de su misma especie o de otra. No podemos sentir rencor hacia alguien si no lo recordamos. Esto es algo que parecen ser capaces de hacer bastantes animales, pero no todos son animales rencorosos.
Algunos que sí lo son, o que al menos muestran comportamientos muy similares a los de un humano cargado de rencor, son las hormigas, los cuervos y los elefantes.
Las hormigas nunca olvidan
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Parecen inocentes, tan pequeñas y trabajadores, escabulléndose continuamente entre nuestros pies, pero las hormigas son animales realmente despiadados. Se organizan en ejércitos para combatir colonias enemigas, formando verdaderas guerras, toman esclavos del bando perdedor, ejecutando a los enemigos que consideran necesarios… Es tan fascinante como terrorífico. Si midiesen dos metros ya habrían conquistado el mundo.
Pero eso no es todo. Se ha comprobado que las hormigas también son capaces de reconocer a otras hormigas que en algún momento fueron agresivas con ellas y, en caso de encontrárserlas de nuevo, exponer su propia agresividad.
Lo demostró en un estudio reciente un equipo de científicos de la Universidad de Friburgo. Por estudios anteriores, sabían que las hormigas tienen la capacidad de reconocer el olor de las compañeras de su mismo nido y, por lo tanto, discernir también aquellas que pertenecen a otros nidos y podrían ser enemigas potenciales. Ahora bien, una vez que hacen ese reconocimiento, ¿cómo se comportan? ¿Pueden recordar sus encuentros?
Con el fin de comprobarlo, tomaron un grupo de hormigas negras de jardín y las expusieron a diferentes escenarios. Durante cinco días, podían encontrarse con otras hormigas de su mismo nido o de otros nidos, uno cercano al suyo y otro más lejano. Los encuentros con hormigas de otros nidos fueron albergando cada vez más agresividad. Las actividades como morder, lanzar ácido o abrir las mandíbulas en señal amenazantes se mantuvieron en aumento. Después, se centraron solo en uno de los nidos rivales. Cuando las hormigas se encontraban con ellas, el nivel de agresividad dependía de las experiencias previas. Si habían tenido un encontronazo con hormigas de ese nido en las exposiciones anteriores, se mostraban muy agresivas. En cambio, si no existieron esos encuentros, como mucho se mostraron recelosas.
Esto indica que no solo eran capaces de reconocer a hormigas de otro nido. También recordaban si habían tenido problemas con ellas y, si era así, las atacaban. Son animales rencorosos, sin duda.
Cuervos, los animales rencorosos por antonomasia
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El caso de los cuervos es posiblemente uno de los más curiosos. Son aves extremadamente inteligentes, capaces de fabricar y utilizar herramientas, reunirse alrededor de un cadáver para determinar la causa de su muerte o incluso imitar sonidos humanos. Por eso, no es sorprendente que puedan reconocer caras humanas.
Sin embargo, lo que sí resulta muy llamativo es que, además de reconocerlas, recuerdan si la persona que acompaña a esa cara les jugó una mala pasada. Es algo que ya se intuía, pero lo terminó de demostrar en 2020 un equipo de científicos de la Universidad de Viena.
Durante cuatro años, uno de estos científicos paseó con un cuervo muerto en la mano y una máscara en la cara en las inmediaciones de una zona poblada con cuervos. Después, regularmente volvió a pasear por la zona, unas veces con la máscara y otras veces sin ella. Así, vio que cuando la llevaba puesta los cuervos se lanzaban a atacarle, ya que le consideraban una amenaza y le guardaban rencor por lo que hizo a su compañero.
Por otro lado, en ciudades con grandes poblaciones de cuervos, como Vancouver, en Canadá, existen incluso grupos de Facebook en los que mujeres con apariencia similar de pelo o color de ojos se quejan de haber recibido ataques insistentes de estos animales rencorosos. Vale, quizás no son buenísimos distinguiendo a personas, pero la cuestión es que guardan mucho rencor.
Los emocionales elefantes
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Los elefantes son animales muy emocionales, tanto para bien como para mal. Entierran y realizan ritos funerarios con sus crías muertas, atacan cuando se sienten amenazados y, también, son capaces de reconocer a humanos. Al menos, parece que pueden distinguir las voces.
En un estudio publicado en 2014 por científicos de la Universidad de Sussex, se vio que distinguen, por ejemplo, las voces de adultos, niños, hombres y mujeres. También distinguen acentos. Se vio que, de todas las voces que escucharon los elefantes del experimento, las que más temían eran las de los hombres masai adultos. Tendían a huir de ellas. Si este fuese el único caso quizás no podrían considerarse animales rencorosos. Sin embargo, ya hemos visto que para sentir rencor primero hay que recordar. Y sí, los elefantes también pueden ser muy agresivos cuando se sienten amenazados. Si no tienen la posibilidad de huir, como en el experimento, atacarán. Se han dado casos de ataques a humanos con los que ya habían tenido problemas, por lo que también forman parte de esta lista.
No, los gatos no son animales rencorosos: al menos no mucho
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Es posible que al hablar de animales rencorosos hayas pensado en los gatos. Quienes han tenido estas mascotas conocen esa mirada acusadora con las que a veces castigan a sus amigos humanos cuando los han dejado mucho tiempo solos o les han castigado por romper el sofá. Sin embargo, los expertos suelen coincidir en que el comportamiento receloso y algo agresivo que pueden llegar a exhibir en esos casos es más una reacción del estrés que del rencor. No guardan rencor y atacan por recuerdo de lo que les hicieron, sino que se ponen nerviosos y se protegen para no volver a pasarlo mal. Al final van a tener el corazón más blandito de lo que creíamos. Más blandito que el de muchísimos seres humanos seguro.
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