¿Traiciona Joker: Folie à Deux a una película original, convertida en fenómeno? Se trata de una interrogante que parece más urgente a medida que las opiniones divididas alrededor de la controversial secuela, se convierten en parte del debate sobre su calidad. Razones no faltan. En 2019, Joker de Todd Phillips sorprendió a la audiencia y a la crítica especializada. La historia de Arthur Fleck, interpretada por un inmenso Joaquín Phoenix, era más compleja, densa y oscura de lo que podría esperarse de un personaje comiquero. Pero mucho más, era un punto de vista subversivo, antisistema y transgresor acerca de la personalidad del célebre Príncipe payaso de Gotham. El resultado fue una trama retorcida y provocadora, que, además, sostenía un cruel comentario político.
Joker, según Todd Phillips, era la consecuencia de un sistema negligente. En especial, una cultura deshumanizante que degradó a Arthur Fleck hasta convertirlo en una amenaza latente y al final, en un homicida. Para sus secuencias finales y con Gotham estallando en disturbios y protestas, Joker exploró en el terreno movedizo de la violencia por la violencia. Mucho más, en la venganza contra instituciones indiferentes y el asesinato, como burla a todo lo que se considera legal y normativo. Se trataba de una serie de ideas profundas que, exploradas de manera correcta o no, convirtieron a la cinta de Todd Phillips en un suceso. Pero mucho más, al Joker de Phoenix en un emblema de malestar, crueldad e incluso, odio.
Por lo que Joker: Folie à Deux sorprende, de inmediato, por tomar una dirección radicalmente distinta. Del antihéroe que podía encarnar el descontento y la furia de masas que cerró la cinta original, su secuela se enfoca en las miserias de su personaje. Mucho más singular: transforma el argumento que le rodea en una exploración a la obsesión colectiva por el mal contemporáneo. Por lo que Joker/Arthur Fleck (de nuevo interpretado por Joaquín Phoenix), ya no es un emblema del poder salvaje de contradecir al poder. Solo un instrumento para comprender la trivialidad de la adoración y la popularidad en nuestra época.
Un paso adelante que pulveriza el mensaje original

Joker, tanto en las historietas como en cada una de sus versiones en la pantalla grande y pequeña, le da forma a la violencia caótica. Para Tim Burton, que se dio el lujo de dirigir a una encarnación del personaje encarnada por Jack Nicholson, se trataba de un monstruo cínico e imparable. Al otro extremo, Batman: El caballero oscuro lo imaginó como una figura anárquica, que, en sus palabras, solo deseaba ver al mundo arder. Por lo que el estudio pesimista Todd Phillips acerca del villano, era revolucionario en su planteamiento.
Arthur Fleck, era un hombre trastornado, miserable y angustiado, que, finalmente, encontraba en matar una forma de hacerse escuchar. De ser menos, una víctima del sistema y más, un símbolo retorcido de una ciudad cerca del estallido social. Una idea peligrosa, que se transformó en un legítimo temor durante su extremo. Al momento de su llegada al cine, Joker encendió las alarmas por la posibilidad que su mensaje, pudiera despertar posibles hechos de violencia. En un durísimo artículo, Time Magazine, denunciaba que la oscura fábula subversiva de Todd Phillips, tenía todos los ingredientes para animar a desadaptados a tomar acciones brutales.

El temor no era infundado. Ya en el estreno de Batman: El caballero oscuro en 2012, ocurrió un tiroteo masivo en Aurora (Colorado) durante una proyección de medianoche de la película. Todo, en medio del supuesto mensaje anarquista del argumento. De hecho, el asesino James Holmes, una vez detenido por la policía luego de haber asesinado a 12 personas, se llamó a sí mismo Joker. Por lo que la preocupación alrededor de una posible reacción violenta al estreno de la historia de Todd Phillips, eran válidas.
Un antihéroe que se convierte en una víctima

Mucho más, porque la película del 2019, se centraba en la capacidad de Arthur Fleck para convertirse en símbolo del descontento. Con un marcado mensaje político, la trama transcurría en medio de una controversial elección electoral. Eso, para culminar en una escena en que, medio de desórdenes, quemas y un trágico asesinato, el Joker se afianzaba como rostro de la rebelión. Quizás, el concepto más inquietante y mejor logrado de la trama. También, la que despertó más críticas e incluso, preocupaciones tanto en autoridades como, incluso, actores y equipo de producción y su director.
No es casual, por tanto, que Joker: Folie à Deux, comience por desmontar el mito del Joker del 2019. La trama, de inmediato, muestra a Arthur Fleck institucionalizado y sometido a todo tipo de humillaciones. Mucho más, al abuso de guardias y relegado al papel de una celebridad de poca monta, en medio de un debate muy público sobre la violencia. La película intenta, sin duda, pulverizar todo el impacto social de la original y lo logra, a través de un desarrollo de Arthur Fleck, como un hombre aplastado por la locura. Mucho más, cuyo alter ego, no es capaz de satisfacer las exigencias de violencia y la necesidad de reivindicación de quienes lo siguen.

Más allá de sus fallas de ritmo, sentido y tono, Joker: Folie à Deux crítica la obsesión colectiva por la violencia. Y lo hace, lo suficientemente bien, como para analizar al Joker original, como una mera excusa para articular el descontento social. Pero en lugar de convertir esa carga de ideas sobre privilegio, poder y la exclusión en un escenario para brindar poder a su personaje, hace exactamente lo contrario. Arthur, ridiculizado, menospreciado y al final, asesinado por ser solo un hombre trastornado que tuvo un momento de tétrica popularidad, es un solo una víctima de lo que le rodea. Una conclusión audaz, no del todo redonda, pero sí lógica, con respecto a la idea de lo que la película original plantea sobre el asesinato y la venganza por mano propia.
El adiós a un mito del cine reciente

Por supuesto, se trata de una ruptura total con lo que Todd Phillips planteó en 2019. Por lo que Joker: Folie à Deux minimiza el impacto político de su personaje a lo mínimo, lo que contradice, incluso, la raíz de su figura en el cómic. Creado en la década de 1940, Joker siempre fue la representación de un tipo de mal relacionado con la capacidad del villano de ser la antítesis del ético y atormentado Batman.
Un recurso que Alan Moore usaría para brindar al personaje contexto en su mítica novela gráfica Batman: la broma asesina. En el argumento, se establece que Joker es la versión del Cruzado de la capa de Gotham, al margen de la ley y sin límite moral.

Por lo que las escenas finales de Joker: Folie à Deux, que le muestran siendo rechazado por Lee (Lady Gaga) y después asesinado por otro recluso que se identifica como el verdadero Joker, desvirtúa esa personalidad perversa. Mucho más, despoja al villano de toda su carga de provocación y mensaje cultural. Al final del día, Arthur Fleck solo es un hombre desgraciado, desgarrado y aplastado por el sistema — de salud, cultural y político — que lo impulso hacia el asesinato en la primera cinta. Un mensaje duro de asimilar.