Pablo Motos lo ha vuelto a hacer. Su nombre resuena en todas las redes sociales por haber aprovechado su altavoz mediático para divulgar sobre una pseudociencia sin despeinarse. Pero este caso es incluso más grave, pues no lo ha hecho él solo, sino que ha contado con la explicación de la doctora Anna Baeza, coordinadora de Servicios Médicos y Terapias Naturales del SHA Wellness Clinic de Alicante. Curiosamente, la doctora muestra unas grandes habilidades divulgativas cuando explica cómo funciona el tratamiento de plasma frío al que se va a someter Pablo Motos. El problema es que lo que divulga no tiene ninguna evidencia científica.
Concretamente, en el vídeo que ha enseñado en sus redes el presentador de El Hormiguero cuenta que va a utilizar una máquina de regeneración celular que prácticamente promete convertirse en un elixir de la eterna juventud. Esta especie de cama cibernética convierte el aire de la estancia en plasma atmosférico frío y, con él, actúa contra el envejecimiento a tres niveles distintos.
A bote pronto todo suena muy bien. Debe hacerlo. Si no, sería imposible justificar un tratamiento de prevención del envejecimiento valorado en 7.000 euros. El problema es que no se trata solo de sonar bien. También sería necesario que funcionara. Y ese ya es otro cantar.
¿Qué es el plasma frío?
Como bien explica la doctora Baeza en el vídeo de Pablo Motos, el plasma es un estado de la materia menos conocido que el sólido, el líquido o el gaseoso. Se forma a partir de gas muy excitado, de tal manera que se forman muchos iones, con carga positiva o negativa, así como una buena cantidad de electrones libres.
Esto, inicialmente, se obtiene aumentando muchísimo la temperatura. De hecho, el Sol está compuesto en gran medida por plasma, precisamente por ese motivo. Si calentamos un sólido pasa a estado líquido y después a gaseoso. Un calentamiento muy superior al inicial nos llevaría hasta el estado de plasma.

El problema es que las temperaturas necesarias son tan elevadas que no podría utilizarse para aplicaciones humanas. Por eso, en el pasado se investigaron métodos de excitación del aire a presión atmosférica, capaces de producir plasma frío. Con ello, lo que se hace es que el exceso de energía transmitido al gas durante una descarga eléctrica se transmite solo a los electrones libres. Estos sí se calientan, pero el resto del plasma se mantiene a temperatura ambiente.
Una de las primeras aplicaciones que se observaron para este plasma frío fue la de desinfección de superficies. Esto es así porque, al pasar a estado de plasma, se obtienen muchos radicales libres. Los radicales libres son moléculas que han perdido electrones de su última capa y que, para poder estabilizarse, necesitan robar electrones de otras moléculas. En este caso, los roban de la membrana de los patógenos, hasta tal punto que estos mueren o se inactivan.
Con el tiempo se observó que, de una forma muy controlada, esto también podría tener aplicaciones médicas. Es en esto en lo que se basa el tratamiento al que se ha expuesto Pablo Motos. Pero no es tan sencillo como parece.
El caro tratamiento de Pablo Motos que no sirve de nada
En el vídeo de Pablo Motos, la doctora Baeza habla de tres motivos por los que es tan útil la máquina de regeneración celular. Por un lado, se supone que los electrones y protones libres del plasma frío sirven para formar ATP, que es la molécula que utilizan las células como moneda de intercambio energético.
También señala que el plasma frío estimula el nervio vago. Este tiene muchas funciones, como controlar reflejos como la deglución o el vómito. Pero también interviene en la liberación de hormonas que relajan el sistema nervioso ante una situación de estrés. Por eso, si se estimula, podría reducirse artificialmente el estrés, tan relacionado con los procesos de envejecimiento.
Finalmente, la doctora Baeza señala que el plasma frío neutraliza los radicales libres. Es decir, evita que esas moléculas roben electrones de nuestro ADN. Este es un fenómeno muy relacionado con el envejecimiento celular, por lo que sería una magnífica terapia antienvejecimiento.

La realidad de la investigación sobre el plasma frío
Al César lo que es del César. Es cierto que el plasma frío se está investigando con el fin de promover la regeneración celular, entre otros fenómenos. No obstante, estos procedimientos se siguen estudiando. Es algo muy delicado. Ya hemos visto que el propio plasma frío contiene radicales libres capaces de destruir las células bacterianas. Podría hacer lo mismo con las nuestras. Por eso, es muy importante controlar esos niveles de radicales libres, así como los iones y electrones libres que se generan. El proceso está en investigación y, si bien hay algunos resultados, siguen sin comprenderse los mecanismos lo suficiente como para poder utilizarlo ampliamente en un entorno clínico.
Por otro lado, es cierto que el ATP necesita protones. Pero no basta con suministrarlos de forma exógena a través de un chute de plasma frío. Normalmente se obtienen en un proceso llamado fosforilación oxidativa, a partir de un gradiente de protones que se forma en la cadena de transporte de electrones de las mitocondrias. Estos son los orgánulos celulares en los que se obtiene dicha energía. Unos orgánulos que, de hecho, pueden destruirse por un exceso de radicales libres si estos no se controlan adecuadamente. En definitiva, los protones libres procedentes de la obtención del plasma frío no serían suficientes para dar lugar a la fosforilación oxidativa.
¿Y qué pasa con el nervio vago?
No hay la más mínima evidencia científica de que el plasma frío sirva para estimular el nervio vago. Es cierto que la estimulación de este nervio se ha investigado para el control del estrés y el tratamiento de trastornos como la depresión. Pero los mecanismos son muy diferentes. Además, de nuevo, se trata de un procedimiento aún en pañales, al que le queda mucho por investigar.
No es oro todo lo que reluce
Las clínicas de wellness como el SHA de Alicante a menudo prometen resultados sencillos para problemas complejos. Solo hace falta mucho dinero, por supuesto.
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El problema es que el envejecimiento celular es una cuestión multifactorial a la que no se puede atacar simplemente con plasma frío. Se necesita mucha investigación para encontrar una metodología que, a buen seguro, terminará siendo mucho más compleja.
Por lo tanto, en este caso lo único que hacen es utilizar términos científicos difíciles de entender y disfrazar de ciencia lo que no deja de ser un timo para las personas a las que no les importa gastarse miles de euros con tal de parecer un poco más jóvenes.
En el año 210 antes de Cristo, el emperador chino Qin Shi Huang gastó buena parte de su riqueza en unas píldoras de mercurio que prometían la juventud eterna; pero que, al contrario, le causaron la muerte. Mucho después, en el siglo XVI, el español Juan Ponce de León conquistó tierras lejanas hasta dar con una fuente que supuestamente ayudaría a vivir para siempre a quien bebiera de ella. Murió 11 años después por una herida causada por los indígenas de las tierras que se empeñó en conquistar.
Hoy en día no es necesario beber venenos ni conquistar tierras lejanas. Pero hay algo que no ha cambiado. Las personas ricas y poderosas siguen invirtiendo ingentes sumas de dinero en evitar lo inevitable y revertir un proceso natural del ser humano. Es cierto que la ciencia ha conseguido dar algunos pasos en esa dirección, pero la fuente de la eterna juventud no existe. Ni en un manantial, ni en unas exóticas pastillas ni en una máquina de regeneración celular.