En La muerte y otros misterios el enigma de un asesinato imposible se analiza como un juego macabro. En especial, porque sus dos personajes, deben lograr reconciliar sus personalidades para trabajar en equipo en lo que parece un escenario sin explicación. A bordo de un barco de lujo, ocurre un asesinato en una habitación con la puerta cerrada bajo llave. Imogene Scott (Violett Beane), es una testigo involuntaria de un crimen, que pasa a convertirse en su principal sospechosa. En medio de lo que parece una serie de pruebas circunstanciales muy concretas, ella debería estar implicada. Solo que asegura — y puede demostrarlo, al parecer — que no lo está.
Por otro lado, Rufus Cotesworth (Mandi Patinkin), es el mejor detective del mundo — o al menos, lo fue — y también, un sujeto despreciable. No obstante, la posibilidad de resolver un asesinato que desafía la inteligencia de buena parte de los involucrados, lo impulsará a intentarlo. Esta combinación previsible y al parecer trillada, se convierte en algo mucho más entretenido en manos de Heidi Cole McAdams y Mike Weiss. En específico, cuando logran que el enigma a profundizar, sea mucho más que solo el lugar del cual partió la bala asesina. Para Cotesworth se trata, además, de una forma de reivindicación, luego de no descubrir quién mató a la madre de Imogene años antes. De modo que la serie, se aleja de la fórmula habitual de los procedimentales, para enfocarse en todo lo que ocurre en las dimensiones menos obvias de la historia.
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La producción es lo suficientemente ingeniosa para, a la vez, ser una bocanada de aire fresco para el subgénero de detectives. Pero además de esa, te dejamos tres razones para disfrutar de La muerte y otros misterios en Star+. Una historia hábil que bebe de lo mejor de las tramas detectivescas y las lleva a un público por completo nuevo. Sin duda, uno de sus mejores atributos.
Dar una vuelta de tuerca a una historia básica
Por décadas, el género de detectives funcionó con una fórmula sencilla. La que hace énfasis en una figura talentosa o con frecuencia, de difícil trato, que resulta tener una habilidad asombrosa para resolver crímenes. Eso, además, sin apenas esfuerzo intelectual, pero sí, dejándole aislado y un poco fuera de lugar en el mundo de todos los que no son tan brillantes. Lo anterior resultó en series como House, Monk, el Mentalista y la versión de Sherlock, encarnada por Benedict Cumberbatch.
Pero quizás, por esa insistencia en la fórmula, terminó por erosionarse. Lo que trajo, como resultado, la necesidad de una reinvención de los tropos habituales del subgénero. De modo que toda una nueva generación de investigadores, curiosos y figuras misteriosas llenas de talento para resolver el crimen, llenó la pantalla pequeña. Lo que incluyó el humor negro de Solo asesinatos en el edificio, la habilidad de Benoit Blanc (Daniel Craig) en la saga Puñales por la espalda y la inteligente premisa de Poker Face.
La muerte y otros misterios, toma lo mejor de las viejas y nuevas series, para crear una especie de terreno intermedio. Este es: es tan densa y extraña como los acostumbrados relatos de detectives, pero al mismo tiempo, profundiza en elementos novedosos. De la idea de un acertijo de ingenio — ¿cómo alguien pudo cometer un asesinato en un espacio diminuto sin dejar huellas? — hasta las motivaciones de los posibles culpables. La serie mezcla todo tipo de elementos para lograr que su premisa parezca fresca, aunque por supuesto, ha sido narrada en otros cientos de ocasiones.
Personajes complejos con una enorme humanidad
Las series y películas del género de investigaciones que se enfocan en un personaje brillante, a menudo lo deshumanizan. Lo que es lo mismo: el genio capaz de descifrar todo tipo de claves y descubrir la grieta en las más concisas cuartadas, solo es una excusa para hacer avanzar la trama. Ya sea en que se base en la fórmula Sherlock Holmes — una lógica admirable — a la de Hercule Poirot, con su frío método. Lo cierto es que las grandes figuras terminan por ser un comodín para ejercitar el ingenio de guionistas, acerca de nuevas formas de narrar un crimen.
En La muerte y otros misterios pasa todo lo contrario. A pesar de que Rufus Cotesworth es un hombre de dotes extraordinarias, también es uno herido por su pasado. Mucho más, que atraviesa un momento lleno de matices y claroscuros que hace que su percepción acerca de los crímenes y la culpa sea muy distinta a lo que podría esperarse. Lo que le lleva un terreno nuevo en personajes semejantes. La de cuestionar su propia óptica e incluso, dudar de sus deducciones.
Lo mismo ocurre con Imogene. Huérfana de madre y herida por la sensación que su vida pudo ser muy distinta de conocer la identidad del asesino de esta, lucha por mantener la cordura. Eso, mientras se enfrenta a un enigma que le sobrepasa y la lleva, casi sin querer, a profundizar en el duelo y la pérdida. Al final, tanto Rufus como ella, tendrán que deponer su desconfianza mutua para comprender el terreno resbaladizo en que se mueven.
La fórmula de Agatha Christie perfeccionada para la época actual
El llamado Agathachristieverso de Kenneth Branagh, alcanza ya tres películas y hay planes de varias más. Pero además de llevar a una nueva generación los grandes escenarios de los libros de la autora, hizo algo más interesante. Probar que a la audiencia le sigue apasionando crímenes con múltiples culpables en lugares exóticos.
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La muerte y otros misterios hace otro tanto, solo que refina la fórmula para un público acostumbrado a redes sociales y al mundo online. Por lo que la producción — que transcurre en un lujoso transatlántico mediterráneo — logra captar el interés de un procedimental, con la emoción de las obras de Christie. Particularmente, cuando la posibilidad de descubrir al culpable del crimen, pasa por profundizar en los extraños huéspedes atrapados en alta mar.