Desconocidos tiene una historia que comienza de manera apacible, mostrando el aislamiento total de Adam (Andrew Scott, de Sherlock y Fleabag) en un edificio ultramoderno. Pero poco a poco, lo que parece ser el recorrido por la vida de un hombre deprimido, se convierte en algo más cuando la película apunte a un escenario fantástico.

El director y guionista Andrew Haigh (el mismo de Looking de HBO), logra convertir un relato casi contemplativo en centro de preguntas. Muchas, enfocadas en la realidad y en la forma en que Adam la percibe. En especial, a medida que el argumento se concentra en una rutina silenciosa que, en apariencia, no lleva a ningún lado. 

Solo que sí lo hace. Esta versión libre de la novela Strangers del escritor japonés Taichi Yamada, explora en la idea del pasado, el tiempo y la memoria a través de símbolos. Pero también, de añadir elementos del género fantástico a la película. Adam, en la soledad privilegiada de su piso en un edificio de impecable y tecnificada belleza, parece contemplar el mundo a la distancia. Eso, aunque que hay poco que observar. El horizonte de Londres, solitaria y siempre de noche, brinda la sensación de un desconsuelo agrio. La cinta juega con la idea de no dar muchas explicaciones, por lo que durante sus treinta primeros minutos, el argumento da para todo. Podría tratarse de ciencia ficción — que lo es, en cierta forma — o únicamente, cómo el guion explora el aislamiento social de su personaje. 

Desconocidos

Desconocidos parece a primera vista una historia de amor, pero también, es una trama que utiliza elementos de fantasía para narrar la curación espiritual. Entre ambas, los personajes parece encontrarse suspendidos en el tiempo, mientras las emociones de una relación adulta, exploran en el miedo y el rechazo. No siempre logra unir los dos puntos de vista, pero cuando lo hace, logra momentos memorables.

Puntuación: 4 de 5.

Adam es gay, escritor y está desvinculado de toda su familia. Se conecta con su pasado a través de la escritura. A la vez, a una serie de recuerdos fragmentarios. Entre ambas cosas, su vida transcurre en un desarraigo completo que el guion aprovecha para plantear dudas sobre si lo que se muestra en pantalla es real. El director tiene la suficiente pericia, para usar los primeros planos de su personaje y después, las largas tomas al piso impecable, como para que la cuestión no se resuelva de inmediato. Mucho más, cuando un tercero entra en escena. 

Una nostálgica historia de amor

Cuando Harry (Paul Mescal, de Aftersun, atardecer) entra en la vida de Adam, Desconocidos lo plantea como un giro súbito y romántico. Después de todo, el personaje de Scott ha vivido en completa soledad el tiempo suficiente como para que incluso, el mínimo detalle, haya sido narrado por el argumento.

No obstante, este amor entre dos hombres heridos por el desarraigo, no se cuenta como una historia de amor corriente. La cámara muestra el deseo, la lujuria y la cercanía, pero sin entrar en detalles de qué lugar ocupa Harry en la vida del protagonista. Si, en realidad, la relación entre ambos es algo más que sexo — las secuencias les muestran juntos, en silencio — o conducen a un momento significativo. 

Es entonces cuando la trama de Desconocidos ofrece dobles lecturas a su aparente trama de historia intelectual. Adam, que está obsesionado con las heridas de su infancia y cómo curarlas, dice ir al reencuentro de sus padres. No únicamente porque intenta sanar — parte de la intención es esa — sino porque desea, de una forma u otra, dar final a su ciclo.

Un viaje al pasado

El realizador y guionista logra integrar la sensación del viaje — físico — con la evolución intelectual. Sin embargo, el giro más interesante de la película, es cuando agrega un elemento con aires sobrenaturales a la idea acerca del motivo por el cual Adam va en busca de sus padres. 

A mitad de despedida con su pasado, como reencuentro — y reinterpretación de la muerte — Desconocidos, se vuelve, en su segundo tramo, una exploración acerca del dolor. También, de la experiencia de dejar ir los recuerdos, a partir de una perspectiva alegórica.

Adam, que no cree en otra cosa que en su talento como escritor, debe luchar como puede con la sensación que su vida se abre en dos. Por un lado, la que dejó en una Londres ultramoderna, sofisticada y en apariencia vacía. Al otro lado, la del muchacho que fue, que encuentra — por imposible que parezca — en un pueblo en que el tiempo no parece haber transcurrido en ninguna dirección. 

Un romance adulto con grandes actuaciones

Desconocidos logra equilibrar, con impecable elegancia, la idea del ayer y el hoy, como conceptos esenciales para comprender las heridas psicológicas a medio curar. No siempre logra mantener el misterio que sugiere, pero cuando lo hace, la película brilla por su inteligente capacidad para narrar sentimientos complicados sin ser muy obvia. 

Y aunque al final, hay cierta sensación que algunos puntos quedaron incompletos, la cinta es tan emotiva como bien dirigida como para conmover. Esta historia de amor que conduce al perdón — de las heridas propias y una perspectiva del crecimiento espiritual relacionada con la evolución emocional, es sólida y sobria. Una obra de arte discreta que sorprende por su buen hacer visual y narrativo. 

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